Back to top
Opinión

Dentro de la institución todo, fuera de la institución nada

Si toda la intelectualidad cubana manifestara públicamente lo que conversa en privado, este Gobierno no duraría ni 24 horas.

La Habana

El despido de la actriz Lynn Cruz de un taller de la Escuela Internacional de Cine y TV fue seguido a pocos días de su aniquilación profesional como actriz, al ser despedida de la agencia Actuar, que tramita de forma totalitaria los pagos de cualquier productor que desee contratarla en la Isla. Ahora Cruz es, de forma oficial, una actriz verdaderamente independiente, una artista pura, pues no puede cobrar por su trabajo.

El silencio cómplice de sus colegas en dicha institución, donde trabajó por 16 años, y de los intelectuales cubanos en general, rememora el despido de Boris González Arenas por el hecho de escribir en un medio independiente. Tanto Cruz como González Arenas han perdido su trabajo por razones ajenas a su desempeño en sus respectivas posiciones.

En el caso de Lynn Cruz fue por ejercer de periodista independiente en Havana Times, participar en el documental Nadie y hacer una obra de teatro donde le corta la garganta a Fidel Castro, pero sobre todo por haber sido víctima de dos redadas policiales y de la Seguridad del Estado, que buscaba impedir la exhibición de ambas obras en la galería El Círculo.

Sabemos que ni Susana Molina dirige la Escuela Internacional de Cine, ni Roberto Smith al ICAIC, ni Jorge Luis Frías Armenteros la agencia Actuar. A estas alturas a nadie le gusta quedar como censor. Pero son los que dan la cara. Es un trabajo despreciable bajado desde el nivel superior, que quizás no hagan de buena gana. Pero lo hacen.

Por otro lado, los intelectuales cubanos residentes en la Isla solo condenan la censura cuando esta se realiza dentro del marco institucional, pero cuando los creadores se salen de la institución para exhibir sus obras y la sufren, a veces directamente a manos de la Policía y la Seguridad del Estado, solo encuentran como apoyo el silencio del gremio. Un amigo nos decía hace poco: "Ustedes ya son disidentes a los ojos de todo el mundo aquí en Cuba". Qué gran contradicción, cualquier creador debe estar orgulloso de disentir. Es la naturaleza más pura de un acto creativo. En Cuba no.

La respuesta de muchos intelectuales ante un acto de censura es la de que "se lo buscó", y lo asumen como una consecuencia absolutamente normal y lógica. Porque "no se puede ser tan frontal" o "hay que hacer las cosas con más inteligencia". O "por irse a tratar de exhibir su trabajo fuera de los lugares establecidos", o "yo no quiero perder mi trabajo", o "yo quiero vivir en Cuba", o "tengo que pensar en mi familia".

Se habla mucho de lo pobre que resulta la oposición cubana. Pero los cambios y las revoluciones los han generado siempre los intelectuales de peso. En el caso de la Cuba actual, los que no están completamente plegados al régimen, critican solo hasta donde les es permitido por el Gobierno.

Asumir con tal normalidad algo completamente disfuncional evidencia la parálisis de quienes se aferran a un modo de crítica que no ha reformado nada en 60 años. La inmovilidad del Gobierno se refleja aún más en la incapacidad de generar un movimiento de pensamiento real. Si toda esa intelectualidad cubana manifestara públicamente lo que conversa en privado, este Gobierno no duraría ni 24 horas. Pero son muy pocos los que se atreven.

Quiero un sistema donde haya justicia social al estilo de los países nórdicos (no es perfecto y en este tropicalismo podrido sería otra utopía, pero no encuentro otro lugar hacia dónde mirar). Quiero libertad de expresión, pluripartidismo, economía de mercado con altos impuestos a la riqueza extrema.

Sobre la educación y la atención médica gratuitas —logradas por un tiempo en Cuba—, dada la corrupción institucionalizada a base de sobornos que prima actualmente, no queda más que admitir que vivimos en un capitalismo de bajo presupuesto.

El arte desaparece a favor del comercio a manos de RTV Comercial, empresa que se ha tragado tanto al Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) como al ICAIC. No voy a enumerar los fracasos que todos sabemos. Mi parte romántica me trae a la mente la imagen de Idalia Andreus en la película Lucía, corriendo, retorciéndose y gritando: "¡Están durmiendo! ¡Despierten cubanos!"

Quisiera franqueza por parte de la intelectualidad nacional: que puedan arremeter en público contra Raúl Castro con la misma fuerza que arremeten contra Donald Trump. Que puedan decir: esto es un gobierno conservador donde Fidel Castro secuestró el término "revolución" para describir a una sociedad estancada que ha tenido más de 50 años para reformarse. Que admitan en público que esto no tiene remedio (la balanza se inclinó hace mucho tiempo). Muchos de ellos ignorarán este texto y lo tildarán de extremista. ¿Podrán dormir tranquilos bajo esas máscaras? ¿Morirán incluso sabiendo que vivieron con miedo? ¿Podrán imaginar cómo los juzgará la historia?

Los grandes pensadores son los que se adelantan a su tiempo. Pero como dice el poeta Rafael Acides: "Ellos han elegido vivir su posteridad ahora".

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.