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Huracán Irma

Negligentes

La negligencia de los muertos en el discurso oficial sobre el huracán Irma es una marca de testarudez, pero debe leerse también como una marca de pobreza.

Sagua la Grande

No puede pedirse a una nota oficial que parezca una crónica y explique por qué se quedaron, por qué desoyeron, cuánto valor o temeridad, según el ánimo de quien narre, se necesita para esperar el huracán en una casa vieja. Una nota oficial nunca ha sido firmada por alguien, una persona. La nota oficial será parca. Gusta de la estadística y de la lógica. Por eso dice ahora que murieron diez y algunos fueron negligentes.

El Gobierno cubano y sus instituciones no se conforman con mirar a los muertos de Irma como víctimas de un desastre que habría matado a cientos en otra parte. Sienten vergüenza por no haberles salvado. Se ruborizan. Hablan, por fin, bajo el imperio del rubor. Por eso no advierten la poca delicadeza de echarles en cara su propia muerte.

Donde cayó un balcón en el ómnibus de María del Carmen y Yolendis, cayeron cientos de balcones bajo el cielo despejado. Caibarién, Centro Habana y Sagua la Grande, comparten la grieta. El huracán se malgastó, trabajó poco en las ciudades carcomidas.

A Alberto Flores lo mató un poste en las calles Egido y Arenal. Los que saben a dónde iba, qué buscaba, no lo han dicho. Alberto, Orlando y Edilberto se negaron a marchar. La nota oficial dice que murieron por negligentes en un ágil lavarse las manos. Eran hombres. Creyeron que les correspondía quedarse. Ninguna mujer murió por negligencia esta vez. Alberto, Orlando y Edilberto, pudieron morir también por lo que se espera de los hombres y ellos mismos creen que deben otorgar.

Negligencia, en el discurso oficial que inspira el huracán Irma, es una marca de testarudez, pero debe leerse también como una marca de pobreza. La caída de los muros tiene que leerse como una alusión a la caída de todo.

Decenas de miles de negligentes se negaron a salir hasta que la tormenta les vino encima. No se ha calculado la magnitud de negligentes que intentaron resistir a los soldados ejecutores de la evacuación. Bajo sus techos destartalados, en sus balcones rendidos, millones de negligentes.

Murieron unos pocos y se les echó en cara.

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