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CINCO AÑOS DE DÍAZ-CANEL

De la 'coyuntura' a la ruina total: la economía de Cuba tras cinco años de Díaz-Canel al mando

Gracias a los adalides de la 'continuidad', pronto la Isla podría ser un protectorado de Rusia y EEUU.

Madrid
Miguel Díaz-Canel y la economía en Cuba.
Miguel Díaz-Canel y la economía en Cuba. DIARIO DE CUBA

En enero de 2019, unos meses después de que Raúl Castro cediera el poder en Cuba a Miguel Díaz-Canel, el economista cubano Carmelo Mesa-Lago definió sin optimismo la situación económica de la Isla.

Después que el nuevo gobernante anunciara el advenimiento de una "situación coyuntural" que los cubanos tradujeron como un segundo "Periodo especial" al ver el incremento de la escasez, Mesa-Lago advirtió: "Hoy Cuba sufre la peor crisis desde el período 1990-1994. No hay posibilidades reales de cumplimiento de las metas originales (de la revolución socialista), salvo que se haga una reforma estructural real de la economía".
 
El experto, una de las figuras más destacadas de su campo, recordó que las metas de Fidel Castro habían alcanzado su cenit en 1985, pero entre ese año y 1993 los indicadores claves se hundieron: "45% el PIB, 25% la inversión, 93% el comercio soviético-cubano, 81% el total de las exportaciones y las importaciones, 75% el petróleo importado, 50% la producción azucarera, 80% la producción de manufacturas y 23% la de níquel. Debido a la pérdida de subsidios soviéticos, el precio de exportación de una libra de azúcar menguó un 79% y el del níquel en un 55%".

Las reformas económicas estructurales de Raúl Castro mantuvieron, pese a todo su aparente éxito, "el predominio de la planificación central sobre el mercado y de la propiedad estatal sobre la propiedad privada; además, dichas reformas no han logrado resultados económicos tangibles y, por el contrario, han generado efectos sociales adversos", señaló el economista.

Mesa-Lago advirtió que el plan de La Habana de 2015-2030 "no tuvo en cuenta la crisis venezolana y se limita a una larga lista de objetivos que carecen de medios para alcanzarlos; no hay una estrategia coherente y eficaz para superar la crisis".

Todo ello, pese a que desde 2002 Cuba recibió una enorme ayuda económica de Venezuela, incluido el suministro del 60% del petróleo que el país necesita, la compra de 9.000 millones de dólares de servicios profesionales cubanos y sustanciales inversiones.

Al iniciar 2019, los síntomas de recesión y retroceso económico eran evidentes: escaseaba la harina, aceite vegetal, huevos, pollo, leche, carne de cerdo y sal, faltaba el combustible y la amalgama para empastes dentales, por solo mencionar una parte ínfima del rosario de carencias. La escasez golpeaba bodegas y "shoppings" por igual, y ni con CUC se podían adquirir alimentos. 

Díaz-Canel anunció como origen del problema, además del embargo, endurecido durante la Administración de Donald Trump, a la corrupción. En las reuniones de Gobierno y ante la televisión oficial culpó de la escasez al robo al Estado y propuso una solución mágica para resolverlo: más control.

Pero en abril de 2019, Raúl Castro llamó en un discurso a "prepararse para lo peor". Porque los síntomas de la debacle aún por venir estaban todos en el mapa: el éxodo de cubanos hacia Centroamérica; las colas en las gasolineras; los apagones; los "experimentos alimentarios" del Gobierno; así como la creciente crisis de liquidez. Justo en ese mes La Habana contrataba la primera patana de generación a la firma turca Karadeniz Holding para producir electricidad. En 2023 son siete las que operan en la Isla y, aun así, los cortes de energía prosiguen.

Paradójicamente, ese año se hizo manifiesta una cruzada del Gobierno contra el sector privado de la Isla. En julio se impusieron controles de precios muy estrictos a negocios estatales y privados, así como nuevos impuestos sobre el salario, presentadas todas como medidas emergentes para atajar la crisis económica, pero que solo aumentaron la economía sumergida y elevaron los precios de los productos, sobre todo los alimentos. Además de promover las primeras huelgas de transportistas privados.

Díaz-Canel prometió ante la Asamblea Nacional que el país "volverá a la normalidad, pero no será con los mismos modos de hacer". Y lo cumplió: para competir con las "mulas" y quedarse con los dólares que escaseaban, se anunció la apertura de la red de tiendas en MLC administradas por GAESA y la creación de las tarjetas magnéticas para depósitos en divisas asociadas a cuentas bancarias, con las que comprar en tales mercados.

Ello, bajo la promesa también rota de "no dolarizar la economía". Muy al contrario, desde ese momento cobró fuerza el mercado negro de divisas, que ha ido en crecimiento. Pese a la declarada intención del Gobierno de usar el dinero recaudado en las 13 tiendas en MLC inicialmente inauguradas para estimular la economía nacional, su efecto es inexistente hoy.

Y llegó lo peor anunciado por Raúl Castro (pero no estaban preparados)

Todo lo anterior tenía lugar sin que se produjera el peor escenario posible. La pandemia del Covid-19 fue un golpe demoledor para una economía donde el aumento de precios, la paralización del turismo y la disminución de las remesas empujó la situación hacia un agujero negro.

Las soluciones del Gobierno fueron otra vez improvisadas: aprovechar la crisis sanitaria mundial para exportar sus brigadas médicas; invertir en el desarrollo de vacunas propias que, una vez patentadas, serían una cura asequible por los países pobres; promover la venta de sus productos biotecnológicos presuntamente milagrosos ante la enfermedad. Todo eso, manteniendo la construcción de hoteles. Y otra vez tomándola con los revendedores, negocios privados y coleros como chivos expiatorios de la crisis, mientras el desempleo mostraba cifras alarmantes.

Los remedios al nuevo desastre fueron durante 2020 apenas remiendos: autorizar a los negocios privados a importar y exportar; la apertura de tiendas de productos de primera necesidad en dólares; reformas a la lista de actividades para el "trabajo por cuenta propia"; la creación de tiendas virtuales para cubanos en las que comprar era tan imposible como en las físicas a causa del mismo problema: el desabastecimiento.

Y en enero de 2021 llegó el puntillazo: la Tarea Ordenamiento, promovida a bombo y platillo por las autoridades, apenas dio felicidad a los cubanos durante las primeras semanas, cuando la reforma salarial que trajo consigo les hizo disfrutar de una abundancia que se esfumó con la misma velocidad que lo hicieran los depósitos bancarios en dólares y CUC atesorados por muchos, que fueron convertidos a pesos cubanos, una moneda que conocería en lo adelante una de las peores pérdidas de valor del mundo.

Nunca antes los cubanos habían sufrido un ajuste tan violento de sus condiciones de existencia y hábitos de consumo. El paquetazo económico, que por sí mismo no reactivó la economía ni resolvió los problemas estructurales de fondo, pese a eliminar la dualidad monetaria vigente, supuso la postergación de una reforma integral de la economía y el retorno a la dolarización de facto que ya se viviera en los 90.

La nueva situación fue el último clavo en el ataúd de la agricultura: las cooperativas se quedaron sin dinero para pagar salarios, mientras los campesinos vieron convertirse sus producciones en incosteables. Con los insumos en dólares y las trabas a la comercialización más recias que antes, el incremento del precio de la electricidad y de todos los servicios, y la zafra azucarera con cifras de inicios del siglo XIX, el campo cubano se empobreció de forma alarmante.

En medio de ello, el golpe de efecto que se le ocurrió al Gobierno fue autorizar el sacrificio y venta de carne de res, prohibido desde tiempos de Fidel Castro, pero ahora bajo requisitos difícilmente alcanzables por los ganaderos. 

El efecto inmediato no fue solamente el repunte de los precios y la especulación en el mercado negro, sino tiendas vacías y un estallido de la pobreza, más colas interminables (otra vez). Esos factores, junto con el incremento de la represión y la supresión de libertades y el colapso hospitalario debido a la mayor ola de Covid-19 sufrida por la Isla, fueron el caldo de cultivo definitivo del estallido social del 11J y sus sucedáneos. Esta crisis y su corolario represivo ahogaron el esperado acercamiento con la Administración Biden, aparente salida a su agonía soñada por el régimen.

La presión social resultante hizo que el régimen consintiera en aflojar las restricciones a las importaciones y los envíos de alimentos, medicinas y productos de aseo del exterior. No hubo mayor remezón a las medidas económicas de asfixia del Gobierno que el 11J, si bien se trató de concesiones aisladas y selectivas. Esto, porque al propio tiempo el Estado mantenía un balance de inversión estatal dedicada al turismo y el negocio inmobiliario injustificable.  

La aprobación de la creación de pequeñas y medianas empresas en medio de esa tormenta perfecta fue otro gesto para ganar tiempo. Con la distancia que da el tiempo queda claro que ese mecanismo para vender una supuesta apertura económica fue solo una forma de camuflar entidades estatales improductivas y formas de propiedad en manos de empresarios afines al régimen y sus familiares.

Al mismo tiempo, Díaz-Canel desarticuló la Comisión Permanente de Implementación y Desarrollo de los Lineamientos, impulsada por Raúl Castro y que, al mando del muy impopular burócrata Marino Murillo, estuvo a cargo de la Tarea Ordenamiento. Casi simultáneamente, Alejandro Gil, ministro de Economía cubano, avisaba que en 2021 Cuba había sufrido la peor caída de su economía desde 1993, con una contracción del PIB del 13% entre 2020 y septiembre de 2021.

Con el país a la deriva, en buena medida apañándose gracias a las donaciones humanitarias de urgencia, recibiendo moratorias de deuda de aliados y del Club de París, la reapertura de los aeropuertos y la exención de visados por Nicaragua en noviembre de ese año dio lugar al mayor éxodo histórico registrado en Cuba, mientras el esperado retorno del turismo nunca se produjo. A las cifras de despoblación, sobre todo de fuga de jóvenes a causa de la emigración, se sumó la agudización del envejecimiento y una espiral de violencia callejera inédita. 

Pero pese a todo el régimen abrió 2022 con la inauguración de una mansión de lujo dedicada a Fidel Castro en La Habana, cuyo costo se desconoce. El Centro Fidel Castro supuso, según reportes oficiales, la contratación de unas 85 empresas y entidades, en una inversión que no se detuvo ni siquiera durante lo peor de la crisis.

Pero en febrero, con la invasión de Ucrania por Rusia, la Isla perdió el volumen regular de turismo de ese país, en tanto la inflación alcanzó cifras récord y el país sufrió su peor oleada de apagones desde 1993, ahora por la obsolescencia de las plantas termoeléctricas, el sistema eléctrico nacional y averías a causa de la posposición de mantenimientos y reparaciones. A ello se sumó el repunte del dengue, que causó numerosas muertes que las autoridades no reconocieron, entre ellas de varios niños.

Como ante cada momento delicado, otra vez en 2022 la opción fueron los cambios cosméticos: el anuncio de que el Estado competiría con el mercado negro de divisas, comprándolas a un precio intermedio entre la tasa fija de 24x1 y las sumas en ascenso del libre intercambio. Además, la aprobación de un nuevo alivio a las restricciones en las importaciones de los viajeros.

Casi a fines de año, el azote del huracán Ian sobre la zona occidental de la Isla provocó un apagón total en el país y la gente volvió a salir a las calles. El dólar estaba a 200 pesos y la inflación rompió la barrera del 200%, la segunda peor del mundo.

Al cierre del año, la optimista cifra de crecimiento de un 4% pronosticada fue rebajada y la esperada en 2023 ubicada en el 3%. Tampoco se cumplió la cifra de arribo de turistas. Lejos de las quimeras del Gobierno, Cuba despidió 2022 entre los tres países con mayor inflación del mundo, con un 175% de índice en diciembre, solo superada por Zimbabue y Venezuela. 

La economista Rafaela Cruz recordó que "en 2022 la agricultura tocó fondo, los insumos (fertilizantes, piensos, diésel) y la maquinaria (regadíos, arados, tractores) alcanzaron mínimos de disponibilidad, lo que se reflejó en los altos precios a que se venden las viandas, vegetales, frutas o carnes".

La situación se hizo obvia días antes del 31 de diciembre: Díaz-Canel emprendió dos giras internacionales en menos de un mes: la primera, a Argelia, Rusia, Turquía y China, para buscar el auxilio de gobiernos aliados para enfrentar la crisis. La segunda, por el Caribe, con la intención de ampliar los mercados para la exportación de médicos y de productos farmacéuticos, pese a que los ciudadanos de la Isla sufren una escasez de medicamentos de todo tipo y el sistema de salud está en crisis.

El gobernante empeñó además su escaso crédito al prometer el alivio de los apagones para fin de año. Y aunque cumplió, los cortes de energía volvieron a imponerse intermitentemente y hoy siguen al alza.

Pero otra vez las paradojas mandan: la inversión inmobiliaria y en turismo en Cuba superó en 2022 la de todo 2021; la suma total supuso más que la dedicada a industria, agricultura, suministro de electricidad, gas y agua juntos. Las compras de alimentos en EEUU se dispararon y el vecino del norte se convirtió en el principal suministrador de productos como carne de pollo.

Las tiendas virtuales, esas sí abastecidas con todo lo necesario, siguieron haciendo caja a costa de los emigrados y sus allegados en la Isla.

2023: acabar de vender el país

Para confirmar su demagogia, Díaz-Canel aseguró en enero ante dirigentes del Partido Comunista que su Gobierno debía tener "en cada decisión un enfoque anticapitalista". Allí volvió a asegurar que "sí se puede superar la crisis que vive el país", pero solo días después Rusia anunció la creación de un programa de reformas de la economía de Cuba bajo la asesoría del think tank conservador Instituto de la Economía de Crecimiento Stolypin.

Esa reforma, que de acuerdo con sus impulsores rusos supondrá "transformaciones económicas basadas en el desarrollo de la empresa privada", y que según Rafaela Cruz, busca hacer una suerte de "cubastroika" que evite "cualquier concesión de derechos políticos", ha sido considerada por la ONG Siglo 21 como la profundización del proceso para que La Habana se convierta en un "Estado mafioso de mercado".

A la altura de abril de 2023 se hace evidente que la política económica maximalista y caprichosa de Fidel Castro ha sido superada con creces por la mediocridad e improvisación de los actuales encargados del país. Pese a los consejos y advertencias de los economistas, las decisiones de la pasada media década no han hecho más que acelerar el quiebre de Cuba. 

Hoy incluso el Gobierno reconoce lo que parecía imposible: su mala gestión ha hecho que la industria turística, la presunta locomotora de la economía, esté quebrada. Fiel a su esencia, las autoridades se conducen como especuladores, subiendo el precio de productos de primera necesidad mientras fustigan a los revendedores callejeros, o dejando que las mipymes hagan su agosto revendiendo lo que en las tiendas no aparece

Para empeorar las cosas, el juicio al que fue sometido el régimen de la Isla en Londres por una suma de su deuda externa vencida en manos del fondo de inversión CRF I ha puesto en evidencia la incapacidad y falta de voluntad de La Habana para cumplir sus compromisos internacionales.

La gestión del "milagro económico" cubano hecha por Díaz-Canel ha conseguido algo inaudito: bajo su administración, el Estado obtiene una tasa de ganancia de un 717% por cada kilogramo de pollo que le compra a los granjeros de EEUU. Gracias a ello, hoy un salario promedio en Cuba no alcanza para comprar un pollo congelado. De acuerdo con las cifras oficiales, el mercado formal cubano es ahora dos veces más caro que en 2021, por lo que comer se ha convertido en un lujo.

Para cerrar, un dato que haría revolcarse en su tumba a Fidel Castro: Cuba es bajo le conducción de Díaz-Canel el mercado número 55 para las exportaciones de alimentos y productos agrícolas de EEUU, el "enemigo histórico". Y, pese al cacareado daño que causa el embargo, solo en 2022 Washington envió donaciones humanitarias a la Isla por 7.600 millones de dólares, casi el doble que los 4.200 de 2021.

Gracias a los adalides de la "continuidad", pronto la Isla podría ser un protectorado de Rusia y EEUU.

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2 comentarios

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Otro más desviando el palo hacia el fantoche puesto a dedo.El gran culpable es es el clan Castro y quien manda ahora es Alejandro Castro Espin y los generales tracatanes de su padre.El nariz es una cucharita como el difunto presidente Osvaldo Dórticos ,que ni pinchaba ni cortaba....

Muy buena descripción de este periodo