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Ecuador

Lenín 'el bueno', el de Ecuador

'Si el presidente ecuatoriano cumple con su palabra, la izquierda mundial le deberá el haber rescatado lo poco que quedaba del socialismo latinoamericano en los años 90.'

Miami

Una excelente entrevista realizada por Camilo Egaña al presidente ecuatoriano Lenín Moreno, nos ha revelado otra cara de la izquierda latinoamericana. La conversación con el profesor Moreno, producida por la cadena CCN en Español, viene muy bien en estos días en que el llamado Socialismo del Siglo XXI es un proyecto fallido y desprestigiado por sus propias contradicciones internas. Pues lo que al inicio pudo ser un contrapeso al neoliberalismo a ultranza, ha terminado siendo una dolorosa realidad para los pueblos: corrupción, hambre, pugnacidad, ambición de perpetuarse en el poder, con Rusia y China como las nuevas metrópolis.

Debería admitirse que, tanto en Ecuador como fuera de él, la fórmula Lenin Moreno como presidente no gozó de un apoyo entusiasta. Varias cosas en contra tenía este exmilitante del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), de una familia con tradición izquierdista, vicepresidente de Rafael Correa (2007-2013), y uno de los representantes de la llamada revolución ciudadana.

Moreno, además, inspiraba más lástima que simpatía, un sentimiento con el cual se ha confundido más de un pueblo en este continente. Pero lo peor del candidato no era todo ese equipaje izquierdista y de discapacitado, sino su nombre: Lenín. ¿A quién se le ocurriría presentarse para presidente llamándose Lenín? Cualquiera sabe que llevamos los nombres como anatemas o como misiones. Lenín Moreno compitió contra su propio nombre, y ganó.

Aunque la figura del otro Lenín, Vladimir Uliánov es controversial, y como un dique separa a los hombres en bandos irreconciliables, en los últimos años y tras la desclasificación de algunos de sus documentos últimos, es posible advertir muchas contradicciones, incluso francas críticas a la manera en la cual la Revolución de Octubre se fue convirtiendo en una tiranía, con su inepta burocracia partidista, y la corrupción acompañante.

El hombre que ordenó no dejar con vida a ningún miembro de la familia del zar —niños incluidos—, que justificó la violencia revolucionaria a un costo de más de 20.000 vidas, que expulsó en el "barco filosófico" a políticos y economistas, e ideó el fatídico calificativo de dictadura del proletariado, no tuvo tiempo, como Karl Marx, para darse cuenta de que sus ideas conducían a unos de los regímenes más brutales que ha conocido la humanidad. Es por eso que a quien conozca la historia verdadera, la palabra Lenin siempre le provoca perspicacia, susto, náuseas nada filosóficas.

De regreso a la entrevista citada, el presidente Moreno no evade ni siquiera las preguntas personales; todo lo responde con algo de humor y sabiduría, esta última, la que se acumula al mirar desde un sillón de ruedas como otros malgastan sus dones físicos e intelectuales. El presidente ha apelado a la reconciliación nacional, a develar la corrupción y el clientelismo populista, a que los medios de comunicación tengan libertad para informar, denunciar, y que ningún otro funcionario rasgue un periódico ante las cámaras de televisión.

Por supuesto, Lenín Moreno está siendo acusado de traidor por el mismo hombre que le dejó el regalo indecente de una cámara oculta en su despacho. Pero el actual presidente no se incomoda ni siquiera cuando quien lo tuvo en la silla vicepresidencial por dos periodos y le confió las llaves de la jaula autoritaria declara que jamás confió en él. Hay que entender al máster en Economía de la Universidad de Lovaina, Rafael Correa: ante sus correligionarios del Foro de Sao Paulo y del Socialismo del Siglo XXI ha hecho el ridículo.

El otro Lenín, el que parece bueno, reafirma al entrevistador: soy revolucionario. Pero también es presidente de todos los ecuatorianos, y por eso agrega el deber del pragmatismo: pensar en el país, en lo mejor para todos. Y remata con una contundente declaración ética: la relección indefinida es antidemocrática. Moreno se aparta así del desvío populista-dictatorial del llamado Socialismo del Siglo XXI, y se acerca a lo mejor de la izquierda —réquiem por un Lula malogrado a última hora.

Una izquierda moderada debe existir como contrapeso a la derecha —también contenida— para el saneamiento de la sociedad, la progresión en la alternancia de poderes, para que salgan de los hemiciclos las leyes y los proyectos más balanceados. Fascismo comunismo son del pájaro totalitario las dos alas: el primero es el tradicionalismo sin oposición; el segundo, la ausencia de ataduras conservadoras e institucionales del materialismo liberal. Si el presidente ecuatoriano es capaz de cumplir su palabra, la izquierda mundial le deberá el haber rescatado lo poco que quedaba del socialismo latinoamericano en los años 90 del pasado siglo.

Dolido acaso por los sucesos en torno al poeta Heberto Padilla, el chileno Pablo Neruda ofende a Nicolás Guillen en su biografía cuando escribe que habla "De Guillén, del bueno, del español". Y Nicolás, que había sido su amigo, y quien no era segundo de nadie como poeta y como lengua viperina, riposta en su semblanza que el Premio Nobel chileno debía haber llamado a su biografía Confieso que he bebido en vez de Confieso que he vivido. Del mismo modo, puede que en alguna conferencia internacional, Correa cite a "Lenín, el bueno, no el de Ecuador". Y el antiguo discípulo, quien se gasta también un finísimo humor, refiriéndose a su exmentor pudiera contestarle un día que Rafael debe "confesar que ha perdido".    

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