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Urbanismo

Resguardando la espera: las paradas de guaguas de La Habana

Gran parte de las modernas paradas construidas entre las décadas de 1940 y 1960, aún se conservan y están en funcionamiento, aunque sin mantenimiento.

Madrid
Parada de guaguas, 41 y 42, Playa.
Parada de guaguas, 41 y 42, Playa. Habana por dentro

Las paradas de guaguas son un elemento del mobiliario urbano de gran utilidad, que por cotidiano no suele llamar la atención del viandante. En La Habana, en cambio, existen varias que merecen observarse con detenimiento y admirarse como un elemento singular del paisaje urbano.

La parada de guaguas nació con el transporte colectivo, y se ha diseñado de muy diversas maneras. Su objetivo fundamental es marcar el punto de acceso al transporte público, por lo que muchas veces solo se conforma por un sencillo poste o tótem con la información indicativa de las líneas o rutas a las que está asociada. También puede facilitar la espera y servir de refugio ante condiciones climáticas, e incluir bancos, papeleras, luminaria, cabina telefónica y una marquesina o cubierta.

Como el resto de los elementos del mobiliario urbano, tiene gran utilidad, máxime en Cuba donde gran parte de la población hace uso del transporte público y las esperas se hacen eternas.

En La Habana, el servicio de transporte de pasajeros comenzó a mediados del siglo XIX con diferentes vehículos de tracción animal. Luego se incorporó el tranvía con motor a vapor, solo utilizado en la línea La Habana Vieja-Vedado. En 1901 se inició el tranvía eléctrico y hacia la década de 1920 se introdujo la guagua o autobús. En la década de 1950, esta última sustituyó completamente al tranvía, y la compañía de Autobuses Modernos S.A. (AMSA) dominó el transporte de pasajeros dentro de la ciudad.

A esa década también corresponde un aumento notable de la población en la capital y de los vehículos automotores, la mejora de la infraestructura vial, el esplendor de las industrias de materiales de construcción y un gran interés por parte de los arquitectos en la experimentación con estructuras de hormigón y diseños vanguardistas. En general, la modernización y ampliación del sistema de avenidas constituía entonces uno de los puntos de mayor debate en el gremio, y se logró incluir en los planes y presupuestos gubernamentales.

Las sencillas marcas pintadas en postes o en las paredes de algunos inmuebles para definir el punto de intercambio pasajero-autobús, o las efímeras estructuras construidas hasta entonces para este fin, fueron sustituidas por cientos de paradas de ladrillo y hormigón de estilo moderno y perdurable. Se multiplicaron por las principales vías de la ciudad en variedad de diseños, que buscaban proporcionar comodidad y resguardo al pasajero durante la espera. Tenían en cuenta además el fácil mantenimiento e higienización de todos sus elementos, y la adecuada ventilación e iluminación del espacio. Son generalmente abiertas, lo que resulta conveniente en el clima tropical, y facilita observar el autobús cuando se aproxima.

Los diferentes modelos utilizados se correspondieron con la relevancia de la ubicación, el tipo de vía, la cantidad de pasajeros y el tiempo de espera estimado. En la calle Línea, por ejemplo, todas son del mismo tipo, solo varían de tamaño las ubicadas en puntos de mayor concurrencia como Línea y Paseo.

En general, son especialmente reconocibles por el diseño de las cubiertas, que suelen emplear estructuras laminares de hormigón muy expresivas. En ocasiones son delgadas bóvedas que, a manera de conchas u olas, forman una hermosa marquesina. De este tipo era la situada en la Avenida del Puerto, frente al edificio de la Marina, hoy desaparecida; la de 51 e/ 122 y 124; o la que fue indiscriminadamente demolida en 23 e/ J y L, al iniciar la construcción del hotel que allí se levanta.

Otras presentan las bóvedas invertidas, como la de 5ta e/ 112 y 120, lo que ofrece otro efecto muy singular. También las hay con cubiertas poligonales muy llamativas como las de 100 e/ 31 y 33, en Marianao; Independencia e/ 343 y 349, en Boyeros; Calzada de Bejucal e/ Menocal y Heredia, en Arroyo Naranjo; y 23 e/ 25 y 30, en Plaza.

Uno de los tipos más interesantes son los paraboloides hiperbólicos que, con gran alarde arquitectónico, sostienen una sola columna central. Esto crea un amplio espacio cubierto, pero completamente abierto y ventilado de gran atractivo visual. De este tipo es la parada que aún se encuentra en el Muelle de Caballería, frente al Castillo de la Fuerza, y la que está en 81 e/ 202 y 214, en La Lisa. Asimismo, vale la pena observar la de 26 e/ 47 y Avenida Zoológico, la cual tiene una cubierta inclinada apoyada en dos columnas también inclinadas.

De esta forma, el propio diseño arquitectónico se convirtió en el elemento identificativo, en la marca, la señal de la parada misma, a la par que valorizaba visualmente el entorno urbano. Aunque la gran mayoría se hizo con modelos seriados que repiten un mismo tipo, algunas responden a diseños exclusivos, lo que las convierte en obras excepcionales. En este caso está la parada de 28 e/ 41 y 47, en Playa, que completa de manera armoniosa el lote triangular que está en esa intersección.

Gran parte de las modernas paradas construidas entre las décadas de 1940 y 1960, aún se conservan y están en funcionamiento. Desgraciadamente, no reciben el adecuado mantenimiento y explotación lo que contribuye a su deterioro y futura pérdida. Particularmente vulnerables son aquellas que se encuentran cercanas al mar, como las de playa Santa María.

Como elemento identificativo y notable del mobiliario urbano habanero desde hace más de medio siglo, las paradas de guaguas merecen nuestro reconocimiento y atención. Ser conscientes de su presencia, de su utilidad y belleza, obliga a su cuidado y acerca también lo cotidiano al individuo, en el respeto y apreciación de las pequeñas maravillas que le rodean y hacen única su ciudad.

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