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Narrativa

Platt

'A dicho hecho empírico opusieron orgullo, romanticismo, somnolencia martiana, consuelos. Renuencia a despertar de lo que quisieran ser, surna entre lo que ya no es y lo que todavía no...'

Quito
Orville Platt (extrema izq.), junto a otros senadores estadounidenses.
Orville Platt (extrema izq.), junto a otros senadores estadounidenses. Connecticut History

Nada más natural hasta hace casi nada que achacar a la Platt y sus sucedáneos el desnorte palmario patrio. Con el centenario de su desaparición a la vuelta de la esquina, se antoja urgente evaluar qué plus supuso.

Pelagra, neuritis y múltiples males gráficos, arquitectónicos, frenológicos, crónicos, esdrújulos. Sucintas son las estadísticas.

 

Únicamente incondicionales de la vaselina y ateos del entrecot rebaten aún la necesidad del Art. I. ¿No frenaría en seco la inflación de estos días el regreso del Art. II y, además del marabú, alguien arrienda hoy las parcelas que gracias al Art. VII pagaba constante y sonante el norte?

Quién quita que como en el antepasado 01, sean mayoría los preclaros sobre el Art. III, que según el ala liberal presuponía un déficit de solercia para regirnos a capella.

A dicho hecho empírico opusieron orgullo, romanticismo, somnolencia martiana, consuelos. Renuencia a despertar de lo que quisieran ser, surna entre lo que ya no es y lo que todavía no; se tuvo ocasión varias veces que coagularon en efemérides latas.
Cómo se manifiesta este resbalar concéntrico nacional hacia lo que se es: de flagelo en flagelo. Pero si a cada vuelta hay que reconocerlo, no es repetición ni se muerde la cola, cae en espiras solo.

Aparentemente bajo las miras trasegadas por el norte la caída habría ganado velocidad, sea. Mas tras todo un siglo de quehacer soberano salta a la vista que cuanto se tramó, se marró.  

Nostalgia de la reciprocidad comercial y sus facilidades arancelarias, de Wood, Taft y Magoon que dedujeron el futuro sin apéndice, nuestro Sahara.  

 

Es más que tiempo de aceptar que cual tabú, se enterró viva a la Platt y de ahí acá se ha tropezado con el mismo bache que corresponde a su ausencia.  

Aclara y da contorno el monocultivo turístico actual luego de desarraigar carboneras, industrias e ingenios. Devueltxs a su aspecto rediviva la Platt, sobran razones para predecir la holgura de la que seremos objeto.

 

Fantaseemos si no con el Art. VI y una Isla de Pinos que cuando fue fértil, fue del norte. ¿Sin Art. VI qué puente cualquiera sería EL PUENTE de Crane o al pie de qué otro cítrico habría ideado acabarse a sus quince en el 15? La toronja que sustentó su finca familiar, los macizos de tungsteno, oro y caolín repatriarán a yanquis, flamencos, cantoneses, jamaiquinos, nipones y toda aquella Tánger antillana que esfumó el ciclón del 26.

 


Abel Arcos nació en Guanabo en 1985. Ha publicado los libros de narrativa 9550, una posible interpretación del azul (Premio Franz Kafka, 2014),  Informe sobre el Estrecho de la Florida II (Editorial Casa Vacía, Richmond, 2018) y Nassau (Editorial Casa Vacía, Richmond, 2021). Ha escrito los guiones de, entre otros filmes, La obra del siglo, Agosto, La piscina, Los lobos del Este. Este fragmento pertenece al libro en preparación Cities.

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