¿Qué verdades se desprenden del discurso de Díaz-Canel?

Durante su intervención en la más reciente reunión del Consejo de Ministros, el mandatario Miguel Díaz-Canel enumeró una serie de situaciones que denotan la crisis en que hoy se debate la sociedad cubana, plagada de indisciplinas sociales, delitos, ilegalidades y robos a la propiedad estatal, entre otros fenómenos.

No obstante, el heredero de los Castro se cuidó de mencionar las políticas e instituciones gubernamentales que han resultado fallidas, y que han dado lugar a las anomalías antes referidas. Traigamos a colación algunas de las verdades que se desprenden del discurso del gobernante, y que no fueron expresadas por él.  

Cuando Díaz-Canel llama a combatir a los ilegales, pillos, vagos, lumpen y corruptos, se está refiriendo a personas que en su gran mayoría nacieron después del triunfo de la revolución castrista, que todas las mañanas decían en sus escuelas "Pioneros por el comunismo, seremos como el Che", y que posteriormente recibieron una instrucción basada en el adoctrinamiento ideológico de la maquinaria del poder. Entonces hay que convenir en que la formación del hombre nuevo ha fracasado, y que de nada vale saturar de castrismo las mentes de niños y jóvenes, para que ya de adultos comprendan el fraude que se les inculcó.

El mandatario expresó que en los territorios (municipios y barrios) no se está actuando contra lo mal hecho, pues es en esos lugares donde tienen lugar las ilegalidades. En esta reflexión va implícita una crítica a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, y hasta a los núcleos zonales del Partido Comunista (PCC), que son las organizaciones que se relacionan directamente con la población. Queda claro que esas organizaciones no funcionan a nivel de base, y solo sirven para cobrar la cotización a sus asociados. Cotización con la que se mantienen sus parasitarias instancias a nivel de municipio, provincia y nación.

En otra parte de su intervención, y al abordar fenómenos como el acaparamiento y los altos precios que se aprecian en los mercados, Díaz-Canel afirmó: "Se nos ha creado una casta dentro de la cual se produce un intercambio mercantil,  ilegal y corrupto, con una economía sumergida e ilegal". Por supuesto, el mandatario no lo dice por lo claro. Pero sus palabras parecen evidenciar el hecho de que la economía gubernamental —la centralizada, planificada, y poseedora de los principales medios de producción— no funciona, y que la sociedad no encuentra otra alternativa que, aun de manera sumergida, tomar en cuenta las herramientas de las relaciones de mercado.

Al referirse a la manera en que su Gobierno podría contrarrestar esas actitudes de las personas que tanto daño hacen al régimen, Díaz-Canel aseveró: "Nadie tiene como nosotros un sistema político que pueda enfrentar con coherencia estas manifestaciones".

Claro, muy pocos países tienen un sistema totalitario que controla la vida de todas las personas, que reprime cualquier manifestación contraria a  los intereses gubernamentales, y que llega a criminalizar las protestas pacíficas de la población. Como es lógico, el mandatario no ve nada malo en que su régimen posea tales características. Al contrario, las asume con inocultable regocijo.

En ese contexto, Miguel Díaz-Canel se lamentó de que sus instituciones no hubiesen actuado desde las facultades y responsabilidades que poseen, lo cual habría posibilitado la ocurrencia de tamañas desavenencias sociales.  Una auténtica patente de corso para que se actúe contra todo el que incomode a las autoridades.