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Crítica

El trineo de Amundsen y el perro poeta

'Leer a José Luis Serrano Serrano es navegar por internet, hacer zapping, corretear por la mente: sinapsis: saltar de una idea a un recuerdo y viceversa.'

Manzanillo
Fotograma de 'Amundsen', de Espen Sandberg, 2019.
Fotograma de 'Amundsen', de Espen Sandberg, 2019. bontonfilm

 

                                                                                           No imitar más a la naturaleza.
                                                                                       Significarla, por trazos, impulsos.

                                                                                                                    Henri Michaux

Acto I: La preparación

José Luis Serrano Serrano afirma tener 25 agendas llenas de apuntes. Ojo: el sustrato apuntar merece cariño aparte: queda resguardado para faenas tan prominentes como: dibujante y francotirador. Obsérvese la necesidad inigualable de convertir lo apuntado en producto final, aunque alguna que otra vanguardia seria colocó todo en su sitio: el apunte como resultado estético (de)terminado: interesante, eficaz.

En el caso del francotirador la cosa se polariza demasiado al depositar su trabajo-con-acabado-inacabado bajo monóculo de críticos de arte. Fin del cariño. Antes de volcar una mezcla de grava, arena y cemento, los albañiles encofran. #MaderaYClavos. Antes de verter lenguaje en encofrado de palabras, José Luis Serrano Serrano mezcla en cuadernos de apuntes. El proceso inverso. Anjá.

Observación crucial detenida durante algunas oraciones: su encofre es el verso rimado. #Décima. #Soneto. Y esas tallas. Cojonudo. Lo que en un sitio es llenar vacíos en otro es vaciar llenados. Envasar y filtrar. Ahora imagínese espacio en blanco. No un espacio en blanco bidimensional. Imagínese en el aire. Cubo inodoro. Luego hay que hacer las paredes del cubo. #MaderaYClavos. Toda prolijidad debe ir al interior. Afuera no importa: torceduras, adefesios y otras hierbas aromáticas. Afuera es irrelevante: las paredes de madera y clavos tienen fecha de caducidad. #ObsolescenciaProgramada. La cáscara final del cubo es el cubo en sí. Aunque dejará de ser cubo de aire: nacerá lenguaje a raíz de. El proceso de construir la cosa donde antes no estaba la cosa. Encofrado y vaciado. Punto rojo y pitido escalofriante: tampoco es inventar nada nuevo: solo re-mezclar materia: cubo de cemento, grava y arena dónde antes cubo de aire.

Acto II: El viaje

Al catar a primera lengua Los perros de Amundsen (a golpe de soneto) de José Luis Serrano Serrano, un par de rudimentos quedan rebotando en el córtex:

Primero. Leer a Serrano es navegar por internet, hacer zapping, corretear por la mente: sinapsis: saltar de una idea a un recuerdo y viceversa (por analogía o por todo lo contrario), como en el juego de las damas chinas, donde domina lo caótico hasta que el objetivo del juego pone todo en su sitio. Aunque diríase que el poeta prefiere dejar ese caos (aparente) como objetivo final: una belleza otra. La belleza.

Segundo. Colocarlos en la punta del iceberg revela que los perros —habitualmente olvidados— son pieza indispensable en los viajes polares del loco Amundsen. Aquí cobran una importancia casi ritual: tirar del trineo, morir sacrificados para alimentar a los que sobreviven. Tirar del trineo. Morir. Hay esencia en ello. La única respuesta posible a nuestra pregunta es la pregunta per se. Los perros no. Ellos conocen su propósito. Se desangran tranquilos, sin drama. El drama está en nosotros. En la poesía no hay drama, no puede haberlo.

Tercero. Habían-se advertido dos, pero esa numeración carece de sentido. Pocas cosas tienen sentido; o al menos un sentido nomotético: toda idea es abstracta, toda realidad también: lo suficiente para permearse una de la otra. Y viceversa. El poeta está lejos de ser una criatura común, se sabe; el poeta es un perro del trineo: no el perro guía, sino uno de las masas, proteína en potencia para el resto.

El espasmo entre pensamiento y realidad tiene resultados heterogéneos en seres diferentes. Al perro guía lo desorienta. Al perro poeta lo ilumina. El trineo da a luz: Verdades más o menos adventicias con que ingeniamos la terrible mezcla. El trineo parte desde ninguna parte. Aparte, parte los versos a partes iguales. Once partes sonoras. Hermoso número, vale decir, aunque esta observación carezca de contexto. Para quien todavía ve maromas en ello, el poeta ya había advertido antes: Ser libre es disfrutar nuestras amarras.

Observar la realidad desde un trineo en movimiento promete ser experiencia desafiante, aunque reveladora del paisaje: Efectos de realidad. Lentísimos legrados. Cuerpos a contraluz, como brotados de un submarino nazi. No obstante, el resultado de tal observación siempre es interior. Luego, lo regurgitado en amasijo de palabras, por muy heroico que lo juzguemos, se ve a simple vista. Genotipo y fenotipo. Pero bien que lo suponemos individual: va de una parte al todo, regresa, golpea en el pecho y vuelve a desaparecer. No es ilusión. Todo aquí se respira: el polvo, el dolor, el cielo bañado de incoherencias. No es imitación de la naturaleza, sino intento de significarla por rasgos que nos llevan al límite, que retumban de lo más sublime a lo más áspero en un abrir y cerrar de orejas: ¿Distingues la caja negra en medio del destrozo?

El lenguaje es aquí y ahora. Existe y no existe. Es una maraña codificada en impulsos eléctricos. Sinapsis. Trazos y más trazos de tinta y caracteres digitales. Bits. Si Henri Michaux hubiese pensado en la forma para sus ideogramas y movimientos, hoy lo leeríamos como escuchamos Radio Reloj. La ejecución de la escritura de José Luis Serrano Serrano es una celebración del lenguaje, de todos los lenguajes: una torre de Babel construida a base de silicio, con cableado de fibra óptica. Se habla aquí de Lenguaje: visual, cinematográfico, científico, informático y (por supuesto) lenguaje lírico. No hay sustancia desechable, su materia prima es el átomo: Pequeños puntos (buques) en el agua. Un temblor en las manos del poseso.

¿Fríamente calculado? ¿Y bien? Si somos estrictos, las emociones también tendrán alguna fórmula bioquímica exacta. Toda la música, sin ir más lejos. De Bach al Chiptune, de Satie a Arctic Monkeys. Un nudo de occidentalismo en el seso nos obliga a levantarnos de la mesa del café. Iríamos de un link al siguiente: de Dios a Hitler, de la filosofía griega al action painting, de la Primera Guerra Mundial a la Oficoda, de Martí a Satanás, de Madame Blavatsky al hombre nuevo. Exploración frenética, caños de información por conocer y olvidar casi al unísono. El trineo avanza a toda velocidad: ¿somos observadores o somos observados por el paisaje?

El perro poeta rezuma vericuetos en el escritorio como si de arrozales del sudeste asiático se tratase. Va dejando trazas en el terreno solo para quien quiera probar. Quién quiere prueba. Y muerde: Somos un blanco fácil, una diana donde pueden clavar la bayoneta. El perro poeta sabe lo que hace. Lo de dejar apps en segundo plano no es una opción: es lo inevitable. Aunque vivir a estas alturas se considere un acto político, el perro poeta se planta en hacerlo un acto poético. No es recomendable leerlo, a menos que le seduzca el sabor de la poesía de verdad: Nadie nos educa en la contemplación.

El viaje es abrupto. El trineo no es perfectamente trineo. La abstracción también es la forma. La realidad y la idea son una sola imagen. Los lectores caemos en la trampa. El poeta no. El poeta se va a beber ron con los amigos, en el límite impreciso entre dos polos de un planeta; por muy remoto, impávido y esquizofrénico que parezca.

Acto III: Un cubo de aire

No estamos ni en Ucrania ni en Armenia. No somos ni Penélope ni Dante. No hay Epson o HP que nos aguante un émbolo de más sobre la tenia. El siglo está en decúbito supino sin una Garbo que le ponga asunto. El asesino despejó en presunto por mucho que nos dio precolombino. Marcados con el código de barras libamos de la sal y de las jarras, marchamos como anélidos despojos. Peor cuando todo es lo que parece. Freud halla las pulsiones que merece. A dos por núcleo tocarán los ojos.

De buenas a primeras Dios se esfuma. La luz amarillenta nos advierte: dolor no es salvación. Nada revierte la ñáñara en lo alto de la bruma. Peliculitas sobre los demonios. Documentales sobre los batracios. Se nos quedaron grandes los Ignacios, los Carlos, los Josés y los Antonios. El cielo se va a caer. Marx, ¿no juegas? ¿Palenque en un suburbio de Las Vegas? El calabozo de la persistencia. Podrán llamar a Dios, pero la gente nunca cuenta con saldo suficiente para ciertas llamadas de emergencia.

Encadenado a una pantalla oscura el pobre disimula sus redaños. Plantar la frialdad en los rebaños exige detener la singladura. Una app invertebrada nos concibe obsoletos. Ni A ni B se postulan: Extraños algoritmos que regulan las pústulas de Buda en el Caribe. Las cenizas disueltas en el Ganges: de yunques, de martillos, de falanges: en los huesos quedó el experimento. No queda más que asirse del mandoble: ser un Serrano por partida doble o morir de una vez en el intento.


José Luis Serrano Serrano, Los perros de Amundsen (Letras Cubanas, La Habana, 2018).
 

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