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Inflación

Cuba: con la inflación no se juega

'Sería conveniente señalar algunas medidas que el régimen comunista debería implementar si quiere hacer frente, con algunas posibilidades de éxito, al alza continua de la inflación en Cuba.'

Valencia
Niños en una calle de La Habana Vieja.
Niños en una calle de La Habana Vieja. Diario de Cuba

La intensa subida de precios que viene golpeando a la economía cubana desde 2020, acentuada en 2021, cuando se alcanzó una tasa interanual del 77,3%, que en febrero de 2022 se mantuvo en el 23,03%, ha pasado a ser un asunto de preocupación general, por cuanto representa de amenaza para la recuperación económica.

La cuestión en estos momentos es que este aumento de la inflación tiene capacidad suficiente para que la economía cubana no consiga superar la recesión que la ha venido golpeando desde 2019.

Además, la inflación que se registra en Cuba presenta algunas diferencias significativas con la que ocurre en el resto de los países del mundo en estos primeros meses de 2022.

Comenzó antes. Los precios en Cuba se aceleraron en 2020, pero sobre todo en 2021, como consecuencia de la aplicación defectuosa de la llamada Tarea Ordenamiento. Por dicho motivo, la inflación cubana obedeció a motivos internos, propios de la economía cubana y posteriormente, se ha visto alimentada por la inflación general de la economía mundial, el aumento de los precios de la energía, fletes, materias primas, etc.

De modo que el repunte de la inflación en la economía cubana ha acabado por convertirse en un motivo de preocupación para las autoridades, sobre todo con la perspectiva de que sus daños pueden ir a peor, teniendo en cuenta que la crisis energética y el conflicto bélico de Ucrania no van a mejorar a corto plazo, provocando nuevas tensiones inflacionistas sobre el conjunto de la economía mundial, que llegarán tarde o temprano a la débil y abierta al exterior economía cubana.

En tales condiciones, el horizonte que afronta la economía en Cuba en los próximos meses es muy incierto, y va a estar condicionado por una supuesta capacidad del régimen para implementar políticas antiinflacionistas que no se alineen con las soluciones tradicionales comunistas de precios topados, regulados o intervenidos. De hecho, sería deseable un papel más activo del Banco Central de Cuba, y en todo caso, alguna referencia a políticas de rentas, para compensar las fuertes pérdidas de poder adquisitivo derivadas de la inflación.

Conociendo que el régimen comunista cubano suele prestar poca atención a las recomendaciones que recibe sobre la forma de gestionar la economía, y su escasa atención a las experiencias y buenas prácticas de otros países que han tenido éxito en sus políticas económicas, sería conveniente señalar algunas medidas que el régimen comunista debería implementar cuanto antes si quiere hacer frente, con algunas posibilidades de éxito, al alza continua de la inflación.

En primer lugar, es necesario acometer de forma inmediata un proceso de desindexación de la economía, que tenga como referencia al Estado por su peso en la economía, y a todo lo que tiene que ver con la actualización de prestaciones contributivas y de salarios de empleados públicos, al tiempo que se extienda igualmente la atención al conjunto de los agentes económicos, para llegar si fuera necesario a un compromiso firme para frenar los costes de todos los tipos, con el objetivo de impedir que el aumento del IPC acabe provocando efectos destructivos sobre el conjunto de la economía.

La experiencia reciente con los aumentos de salarios acordados antes de la Tarea Ordenamiento confirma que es necesario evitar una espiral de salarios, costes y precios que, sin el referente adecuado de productividad, ponga en peligro la solvencia de las empresas y agentes económicos. La contención de costes es necesaria, pero no suficiente para combatir la inflación.

En segundo lugar, Cuba tiene que acometer una política fiscal correctiva de los excesos cometidos en los años de la pandemia, y orientada a potenciar las infraestructuras, dando apoyo necesario a los sectores de la economía más dependientes de la energía, justo lo que no está haciendo en este momento.

La reducción y variabilidad de los suministros de petróleo venezolano, único al que puede recurrir la economía cubana por su incapacidad financiera para acudir a los mercados internacionales, obliga a dar un uso eficiente de la energía disponible y no poner en peligro sectores estratégicos de la economía que tienen que mantener sus niveles de producción. Al mismo tiempo, la política fiscal debe realizar una apuesta sensata por fomentar las inversiones en energías renovables, reduciendo lo antes posible la dependencia que tiene la economía del petróleo.

En tercer lugar, el papel del Banco Central de Cuba debe ganar en autonomía e independencia del régimen, y asumir su papel como rector y responsable de la política monetaria, implantando mecanismos que aseguren el control de la cantidad de dinero en circulación (muy por encima del valor del PIB) y una respuesta eficiente de los tipos de interés a los precios, para frenar la escalada de costes.

En la economía cubana hace falta un Banco Central que asuma, desde una posición activa, que tal vez se tengan que incrementar los tipos de interés para frenar la inflación, y que ello puede tener costes en términos de enfriamiento de la economía. Un Banco Central que respalde con sus decisiones un tipo de cambio del peso con las principales divisas que sea realista, sostenible y eficaz para promover el equilibrio externo.

Lo expuesto significa que el régimen comunista cubano no puede luchar contra el mal de la inflación aplicando parches puntuales para resolver un problema que tiene capacidad suficiente para acabar trastocando todos los planes y políticas, arrastrando a la economía cubana a un círculo vicioso de recesión, escasez de oferta y precios en aumento, que acabe provocando un estallido social de grandes proporciones. Con la inflación no se juega.

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2 comentarios

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No le den más ideas a esa mafia!!!!!!!!

Excelente artículo, sobre todo si sólo lo consumiesen lectores de la talla intelectual de Omar Everleny, Rafaela Cruz y compañía. Caramba, que al parecer, pensando en ellos es que está escrito.
No sólo los médicos deberían saber usar un lenguaje de fácil comprensión para el público específico al que quieren llegar.