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Política

La amnistía, ¿una solución encomiable o censurable para Cuba?

Un punto de partida en la discusión sobre los límites de la amnistía en un eventual proceso de transición.

Madrid
Una acera de La Habana.
Una acera de La Habana. Diario de Cuba

La política no ha de entenderse como una categoría autónoma respecto a una Justicia de validez general, pues la política no es sino la forma de acción práctica referida a la organización de la comunidad y, por tanto, sometida a la Justicia. Estas consideraciones no impiden, sin embargo, el reconocimiento de la legitimidad de una amnistía en situaciones excepcionales, como, por ejemplo, la precedente a momentos de "refundación política".  Así ha ocurrido en muchas ocasiones.

La amnistía es un proceso legal mediante el cual se condonan y perdonan, a estrictos efectos jurídicos, que no morales, una serie de delitos. Es una ley que se tiene que desarrollar en un texto legal y que debe ser aprobado. Se realiza, por lo general, con el fin de establecer procesos de paz o para facilitar la convivencia en los cambios de régimen. Tiene un carácter temporal y no se pueden perdonar delitos fuera del momento estipulado. La amnistía no entra en el ámbito de la clemencia sino en el de las decisiones de "asuntos políticos de interés general" del Legislativo.

Los delitos más comunes que se condonan son aquellos de rebelión, sedición, objeción de conciencia, actos de expresión y opinión a través de cualquier medio y usurpación ilegal de mando. Los delitos de lesa humanidad, genocidio, crímenes de guerra, terrorismo y violencia sexual quedarían excluidos. También se incluyen delitos de omisión, como, por ejemplo, el de la negación de auxilio de la justicia, y de "inactividad", cuando se espera una conducta de un individuo que deja de hacerla. En contraposición tendríamos el acto positivo, que es una "acción" que consiste en una actividad, en un hacer que produce un resultado determinado.

Cuba es un país al borde del abismo. El sistema ha caído en una espiral de emigración y colapso social que elimina las mínimas bases de recuperación para la Isla. Los cubanos estamos hartos de la represión, del hambre, del nepotismo, de que no se respetan nuestros derechos ciudadanos y de permanecer condenados a la pobreza. Es imprescindible un nuevo amanecer en Cuba. ¿Qué decisiones tomar? ¿Qué debemos proponer? ¿Qué podemos hacer que no hayamos hecho? Los actos positivos son arriesgados porque, cuando son fallidos, el desplazamiento de responsabilidades es inmediato, como lo es el acopio de resultados cuando el saldo es positivo.

En principio, parece evidente que cualquier manifestación de la prerrogativa de gracia ha de ser concebida como una renuncia de un Estado a la sanción de determinados hechos punibles.

La propuesta de una Ley de Amnistía por parte del Consejo para la Transición Democrática en Cuba (CTDC) tiene como objetivo amparar y defender la inocencia de los presos políticos cubanos, pero de ser aprobada también indultará otro tipo de actuaciones que han infringido dolor y mucho sufrimiento durante más de medio siglo. Se trata de una medida de justicia en la que se requiere una comprobación proporcional del alcance del perdón en que consista la amnistía "lo justo, entonces, es la proporción, y lo injusto lo que va contra la proporción".

Conocemos de la desvinculación moral que practica el Gobierno cubano para no asumir la responsabilidad de sus actos cuando estos contradicen un valor o una norma. Sus representantes son un claro ejemplo cuando hablan de respeto e insultan, o de paz y agreden. Hay muchos fenómenos históricos en los que ha quedado patente esa desvinculación moral. En el caso de Cuba nos preguntamos también cómo fue que hombres y mujeres, incluso muy ilustrados y decentes, se prestaron para apoyar a un régimen que ha llevado al país a una situación extrema y devastadora.

La solución está en nuestras manos. Un país son sus ciudadanos y los valores que representan. Nuestro futuro como nación lo tendremos que marcar nosotros. Prefiero la acción a la omisión, el riesgo a la a aparente tranquilidad, la fraternidad a la enemistad, la comprensión a la intolerancia, la libertad al sometimiento, la generosidad al egoísmo, y la inclusión a la exclusión. Si todos compartimos esta actitud aprenderemos a convivir y a perdonarnos. No hay otra salida. Así lo aconseja y demuestra la experiencia de terceros países.

Una amnistía debe de alcanzar a todos los términos que se encuentren en el conflicto que se trata de resolver con ella, y las exigencias del bien que reclama.

Estas conclusiones particulares no son sino un punto de partida en la discusión sobre los límites de la amnistía y, por tanto, constituyen una reflexión inicial sobre un problema con multitud de vertientes.

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