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Poesía

Oziel manda a pedir un dispositivo de lectura para satélite y una estación de soldadura para laptop

'Mi socio, cuando menciona la compañía de programación de Miami, hace un gesto con la boca. Engurruña la boca hacia la derecha.'

La Habana
Dólares.
Dólares. Reuters

 

Mi socio tiene una red de talleres donde él y sus discípulos arreglan n cosas.

A cualquiera con n objeto roto debajo del brazo lo sigo enviando inútilmente a la red de talleres. Se me olvida que fue solo antes que se estableciera la red de talleres que mi socio arregló n cosas. Hoy por hoy solo se arreglan en la red de talleres n tipos de laptops y n operaciones que tengan que ver con satélites, sobre todo parabólicas captando el radio de acción del DirecTV que se ve en La Florida (40CUC al mes y mi socio ys us discípulos te alcanzan la señal de DirecTV).

Visito la central de la red de talleres, y mi socio me habla de la necesidad de un dispositivo de lectura para tarjeta de satélite, y habla con desenfreno de la urgencia de una estación de soldadura para laptop. Estoy obligado a ver las características de la estación, como si yo, que ignoro la esencia de tales estaciones, pudiera rozar el éxtasis ante el envío (se abre una laptop a medio arreglar y vemos en un pdf a la estación de soldadura con su precio de 300 dólares).

Mi socio lanza el doble pedido (un dispositivo de lectura para tarjeta de satélite y una estación de soldadura para laptop, dos pedidos secos, sin precio) y el pdf adjunto desde el correo de la red de talleres. Habla con orgullo del amigo que va a enviarle los dos armatostes. Para mi socio es simple: mi socio y el tal amigo arañaron y se comieron juntos un cable. Empezaron por El Tallercito (la anécdota de cómo El Tallercito se convierte en el sueño de una red de talleres por cuenta propia y cómo luego el amigo de mi socio se va a trabajar a una compañía de programación muy prestigiosa de Miami, y de ahí parte hacia una comuna de científicos en Alabama que investiga para la NASA).

La seguridad abrumadora de mi socio de que al amigo que trabaja en Alabama al final le da igual el envío de una estación de soldadura para laptop equivalente a 2.000 dólares que el envío de una de 300. No quiere decir esto que con el envío de la estación de 300 dólares mi socio no aplaque todas sus expectativas respecto a soldar el interior de las laptops. Es que al amigo de mi socio si le pides n piezas siempre envía las n piezas de un precio superior al que se le solicita en un inicio (una estación de 2.000 dólares aparece en el mismo pdf a continuación de la otra de 300 dólares. Los ojos de mi socio hechos agua cuando describe las diferencias entre la estación de 2.000 dólares y la de 300).

Por eso mi socio ya no le profundiza al amigo nada respecto a precios. No le profundiza tampoco sobre la sofisticación del dispositivo de lectura para tarjeta de satélite, por ejemplo. Recordemos que es un doble pedido. Otras veces el amigo de mi socio ha mandado otros dispositivos y los de un valor de 200 dólares vienen siendo perfectos. Igual creo haber escuchado que ese es casi su precio estándar. No se advierte mi letargo ante la pujanza con que mi socio conjuga el verbo tener y las distancias estrechas entre los reclamos.

Mi socio espera que yo me aparezca en la red de talleres con n objetos que le iban a mandar de la compañía de programación de Miami. Jamás pisé la compañía de programación. Mi socio, cuando menciona la compañía de programación de Miami, hace un gesto con la boca. Engurruña la boca hacia la derecha. Ese mismo gesto lo hice yo cuando aterricé en el aeropuerto de La Habana después de mi primer viaje a Miami. Escupe el chofer que me mandó mi madre:

¿Y cómo dejaste aquello? —aquí viene la arruga, el trillo, mi parálisis facial donde nace el cachete derecho: con el perro dolor de mi alma.

 


Larry J. González nació en Los Palos, Mayabaque, en 1976. Ha publicado los libros de poemas La novela inconclusa de Bob Kippenberger (Unión, La Habana, 2011), Osos (2013),  Me fui a sembrar tomates donde los agrestes ofrecían semillas de ophrys fusca (Selvi Ediciones, Valencia, 2020) y LT (Casa Vacía, Richmond, 2022), al cual pertenece este texto.

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