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'No me amenacen más a mi hijo, no me van a callar': la madre de un adolescente cubano preso por el 11J

Jonathan Torres Farrat, de 17 años, no tenía la intención de manifestarse el 11J. Ahora está acusado de varios cargos.

La Habana
Bárbara Farrat Guillén, madre del adolescente Jonathan Torres Farrat, preso por el 11J.
Bárbara Farrat Guillén, madre del adolescente Jonathan Torres Farrat, preso por el 11J. Diario de Cuba

Bárbara Farrat Guillén vive lo que sufre su hijo Jonathan Torres Farrat, uno de los menores de edad encarcelados en La Habana después de las manifestaciones ciudadanas el 11 de julio de 2021.

Mientras en la capital y en otras provincias los cubanos se manifestaban, hartos de la situación política, económica y social del país, la familia Farrat festejaba el cumpleaños 17 de Jonathan, quien en ese momento esperaba el nacimiento de su primer hijo. En medio del festejo, se acabó la bebida y el padre del homenajeado, Orlando Ramírez, salió a buscar más para compartir con amigos y familiares, relata Bárbara Farrat a DIARIO DE CUBA.

"Nosotros no habíamos escuchado de la orden de combate (dada por Miguel Díaz-Canel), ni nada. Nosotros festejábamos sin estar pendientes del Noticiero (de la televisión estatal) y las redes sociales", explica.

El municipio Diez de Octubre fue uno de los puntos de La Habana donde las manifestaciones del 11J fueron más intensas.

Según Bárbara Farrat, en el momento en el que su esposo salió de la casa, ubicada en Calzada de Diez de Octubre entre San Nicolás y Calzada de Luyanó, comenzaban a llegar al lugar grupos de manifestantes.

"Bajaba una cantidad de gente que me asustó, y decidí ir a buscar a mi esposo. Jonathan me dijo que me quedara en la casa junto a su novia embarazada, que él lo iba a buscar".

En la calle Diez de Octubre y Serafine, Jonathan se encontró a Orlando Ramírez escondido detrás de un muro para evitar las piedras que volaban por los aires entre la Policía y los manifestantes. Al ver a su padre acorralado —relata Farrat—, el adolescente recogió una piedra y la lanzó para desviar la atención, sacar a Orlando de esa situación y regresar a la casa.

Farrat asegura haber preguntado minuciosamente a su hijo sobre lo ocurrido. Según afirma, el adolescente le dijo que solo defendió a su padre, expuesto a los disparos de la Policía, las piedras que volaban por los aires entre ambas partes y perros entrenados que los agentes soltaron.

La detención

La casa número 443 de la calzada de Diez de Octubre tiene dos plantas. En la primera vive la madre de Bárbara Farrat. En la segunda conviven Jonathan Torres, su novia, su madre, su padre, y ahora también su hijo recién nacido.

Todos comparten un espacio de apenas cuatro por cuatro metros, un baño y una cocina improvisada. El techo está hecho con tejas de fibrocemento y la familia ha colocado bolsas de naylon en ciertos lugares para tapar las goteras cuando llueve. La parte donde vive la abuela es un poco más espaciosa. Aun así, Jonathan prefiere estar arriba, con su madre. "Mi hijo tiene mamitis", dice Farrat para describir el apego entre ambos.

El 13 de agosto, más de un mes después de las protestas, dos agentes de la Dirección Técnica de Investigación (DTI) fueron a la casa de Bárbara Farrat y le dijeron que debía acompañarlos.

"Mi hijo escuchó que me querían llevar y se preocupó por lo que pasaba conmigo. Ahí los oficiales le preguntaron si él era Jonathan Torres Farrat, y le dijeron que era a él a quien venían a detener".

Farrat relata que preguntó a los oficiales del DTI a dónde tenía que ir a ver a su hijo. Le respondieron que "a ninguna parte, pues solo iba a ser una entrevista de media hora y Jonathan regresaría al rato", dice. Esa fue la última vez que el adolescente durmió en su casa.

"Supuestamente, el niño iba conducido para la unidad policial de Acosta, pero allí mi hijo no aparecía. Me fui para la unidad de Aguilera. Al cabo de dos o tres horas, apareció mi hijo en una patrulla", cuenta la madre. Señala que nadie le daba información sobre el motivo de la detención de Jonathan.

Después de varios días, el instructor Jorge Luis, quien estaba a cargo del caso, le explicó que el joven estaba acusado de "desorden público, atentado y propagación de epidemia". El mismo instructor "no supo" darle a Bárbara Farrat el número de expediente del caso de su hijo. En cambio, le mostró videos en los que se ve al muchacho lanzar la piedra.

"Para enseñarme a mi hijo tirando esa famosa piedra, tuvo que mostrarme primero cómo la Policía también tiraban piedras. Yo le enseñé el muro donde mi esposo estaba escondido. Se ve en el video cuando mi hijo le hace señas al padre para que aprovechara y saliera porque lo iban a matar ahí", asegura Farrat.

Una semana después de esa reunión con el instructor penal, Jonathan llamó a su madre para avisarle de que lo iban a trasladar para la prisión de Manto Negro, a donde las autoridades han enviado a menores de edad detenidos por el 11J.

En la prisión de menores

"Mi hijo tiene problemas de salud bastante serios", advierte Bárbara Farrat. "Él estaba despuntando con presión muy alta, que no le daba síntomas. Cuando se le detectó, ya llevaba mínimo dos años con episodios de presión alta y eso le provocó una herida en el lado izquierdo del corazón. Además, es asmático crónico, y en la prisión no le querían dejar pasar el medicamento para el corazón", denuncia la madre.
 
"Cuando fui a llevarle el medicamento, el instructor me dijo que tenía que ser con el enfermero. Cuatro días seguidos estuve yendo y el enfermero nunca aparecía. En la prisión me decían que el medicamento tenía que haber venido desde la unidad de Acosta, y que eso no me lo podían aceptar así como así. Después me dijeron que eso tenía que ser con el departamento de Recursos Humanos, pero la persona de Recursos Humanos estaba de vacaciones".
 
Ese peloteo duró dos meses; mientras, Jonathan Torres permanecía en prisión sin el medicamento. Farrat comenzó entonces a denunciar en las redes sociales lo que estaba ocurriendo con su hijo; su caso cobró visibilidad y, cuando volvió a visitar al adolescente, le permitieron hacerle llegar las medicinas.

"Ellos no solo estaban jugando con la libertad de mi hijo, sino con su vida también", critica la madre.

En la prisión de Manto Negro, Jonathan se enfermó de una otitis severa. Farrat cuenta que un oído le supuraba pus y la fiebre le llegó a 40 grados. "Pese a estos síntomas, no lo querían bajar a la enfermería y los otros presos tuvieron que declararse en huelga y protestar para que fuera atendido".

Sobre las condiciones en la prisión, Jonathan Torres evita dar detalles a su madre para no preocuparla. "Él sabe que su mamá es una mujer enferma desde hace 12 años. Si te guías por las cosas que él me dice, se encuentra en un palacio", señala Farrat. Pero la realidad es que allí los jóvenes presos tienen que bañarse con agua fría, el agua que beben está contaminada y en una ocasión uno de los reclusos acabó en el hospital vomitando sangre por una bacteria en el estómago, alerta la madre.

Durante los cuatro meses que Jonathan lleva detenido ha estado bajo el acoso de la Seguridad de Estado por las denuncias que ha hecho su madre en redes sociales con la exigencia de que lo liberen. Los agentes le han ofrecido como "beneficio" derecho a llamadas y visitas —que por ley le corresponden a todo detenido—, a cambio de que convenza a su madre para que deje de denunciar las arbitrariedades de su caso. A Bárbara Farrat la han amenazado con una condena de siete años para su hijo.

Antes de pasar por esta experiencia, Farrat, paciente de VIH, no se metía en política. Ha sido la desesperación por las injusticias cometidas contra su hijo lo que la ha llevado a confrontar al sistema.
 
"No me van a callar, no le tengo miedo a la dictadura. Esa fuerza me la da mi propio hijo y me lo tienen preso", dice. "Que no sean tan cobardes, no me amenacen más a mi hijo que no van a lograr nada. Yo no me pienso callar mientras tengan a Jonathan Torres Farrat preso".

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