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Opinión

¿La carreta delante de los bueyes?

La oposición llama a la rebelión en la Isla. ¿Pero cómo atraer a la gente y organizarla para que se rebele?

Miami

Me parece que algunos miembros de la oposición interna en Cuba han entendido mal el concepto de rebeldía popular, o lo entienden de un modo subjetivo y reduccionista.

Ahora está circulando por los medios un manifiesto que apela a la rebeldía popular como única alternativa para darle el hachazo de gracia a las podridas estructuras del castrismo.

Se trata de un enfoque acertado. Nadie podría dudar que solo mediante el enfrentamiento, masivo y abierto, de la población, resultará posible poner fin a más de medio siglo de totalitarismo en la Isla. Tal vez ni siquiera con una rebelión popular a gran escala sea suficiente para extirpar de nuestro suelo los patógenos del fidelismo y la nefasta secuela de caudillismo patriarcal, demagogia nacionalista y corruptela administrativa que nos prodigó la tradición. Pero ya que por algo hay que empezar, nada tan idóneo como una insubordinación general, todo lo pacífica y bien organizada que sea posible. 

La yema del asunto radica en cuándo y de qué manera el movimiento opositor, desde donde quiera que actúe, conseguiría atraer a la gente y organizarla para que se rebele como debe. 

Yo no veo cómo. De momento al menos. Tampoco me considero apto para sugerir soluciones. Ni me siento obligado a hacerlo. Me limito a opinar modestamente, ajeno a la actitud de quienes proponen acciones radicales desde lejos, fuera del alcance de las balas. 

Pero lo que estoy notando y sí me considero en el deber de comentar, tal como lo hice durante largos años desde Cuba, es una cierta confusión por parte de algunos opositores, quienes hasta hoy han demostrado entender la rebeldía contra el régimen como un asunto particular de personas o de grupos o de partidos, y no como un proyecto al que hay que sumar a toda la población. No basta con que sean capaces de enfrentar públicamente a los represores. Es un sacrificio punto menos que inútil si las acciones de sus protagonistas no van acompañadas del imprescindible poder de convocatoria popular. 

Tal vez creyeron que al desafiar públicamente el temible aparato represivo de la dictadura, estarían dando un ejemplo que iba a terminar atrayendo las simpatías y la adhesión mayoritaria de la gente. Pero no ha sido así, como todos sabemos. Lo que se nota hasta hoy es que esa mayor parte de la población asume a los opositores como entes extraños a sus intereses, personas que quieren complicarse la vida y cuya valentía pueden admirar de puertas adentro, pero cuyas reales intenciones desconocen en sus detalles y cuyos programas políticos no suelen ir más allá (para el entendimiento popular) de frases tópicas como "defensa de los derechos humanos" o "libertad para los presos políticos".

Tampoco he visto que este manifiesto que ahora apuesta por la rebeldía popular vaya acompañado de un programa político destinado a mostrarle a la gente, desde la base, desglosando los asuntos concretos que más les golpea en su vida cotidiana, cuánto ganarían sumándose a la nueva convocatoria que les extiende el movimiento opositor. ¿Será que detrás del manifiesto viene un plan de acciones que veremos en los próximos días? ¿O acaso sea que con el apuro, comprensible, otra vez lanzaron la carreta delante de los bueyes?

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