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Brasil

El mal manejo del Covid-19 pasa a ser la punta de lanza contra Bolsonaro

Aunque los intentos por destituir al presidente de Brasil han fracasado, sus políticas ante el Covid-19 empiezan a abrir un flanco en su contra.

Madrid
Joven brasileña en protesta pública contra la política contra el Covid-19 de Jair Bolsonaro.
Joven brasileña en protesta pública contra la política contra el Covid-19 de Jair Bolsonaro. Reuters

Los intentos de destituir al presidente Jair Bolsonaro han fracasado hasta ahora en Brasil. Sin embargo, el mal manejo de la pandemia de Covid-19, podría abrir un flanco en contra del mandatario, teniendo como telón de fondo una ola de protestas en las principales ciudades del país sudamericano.

La tesis de un impeachment contra Bolsonaro no ha terminado de cobrar fuerza en el Congreso, pese a que se han intentado con varias acusaciones. El mal manejo del Covid-19, que ha colocado a Brasil como foco global del coronavirus, ha comenzado a ser investigado por una comisión parlamentaria.

La calle, entretanto, se ha avivado como lo demostró una ola de protestas en varias ciudades del país. Las manifestaciones fueron convocadas por sindicatos y movimientos de base de izquierda, pero además varios partidos de centro se unieron al reclamo en contra de Bolsonaro por su manejo errático de la pandemia. En 22 ciudades, incluyendo Brasilia, la capital, tuvieron lugar protestas este fin de semana.

La comisión parlamentaria que investiga la política sanitaria de Bolsonaro aún no ha establecido resultados de su pesquisa. En las calles, entretanto, se levantan las banderas que abiertamente piden se ponga fin de forma adelantada a la presidencia de Bolsonaro.

Un grupo de una docena de partidos de oposición, entretanto, evalúa la posibilidad de que se reúnan todas las solicitudes de destitución que pesan sobre Bolsonaro y que se haga una sola causa. De acuerdo con el influyente Folha de São Paulo, se realizan gestiones en esa dirección por parte de los partidos de los expresidentes Luiz Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores) y Fernando Henrique Cardoso (Partido de la Social Democracia Brasileña), tras la histórica reunión de reconciliación entre estos dos líderes.

El presidente Bolsonaro se ha granjeado niveles de impopularidad entre los sectores medios urbanos, donde estuvo su base de apoyo para ser electo en 2018. La falta de respuestas al Covid-19, junto con un discurso negacionista de la pandemia y un programa de vacunación que no termina de ser eficaz, se conjugan. El presidente no deja de abonar la polémica. Este fin de semana, por ejemplo, sostuvo que era más seguro contraer el virus que vacunarse.

De acuerdo con un sondeo del semanario Veja, la postura de Bolsonaro va a contracorriente del clamor popular. Un 41% de los encuestados respondió que desea que sus padres y familiares adultos mayores sean vacunados a la brevedad, otro 25% quisiera ser vacunado en breve y un 15% plantea que la prioridad debe ser vacunar en primer lugar a los más pobres.

En la medida en que el Covid-19 no ha estado bajo control de las autoridades, crece la exigencia de que haya una vacunación masiva en Brasil.

Brasil sobrepasó este 19 de junio la cifra de 500.000 fallecidos por Covid-19. EEUU alcanzó la cifra de 600.000 muertes hace una semana. Expertos sanitarios pronostican que dada la ralentización que se registra en EEUU, justamente por la vacunación masiva, es muy probable que en algunas semanas Brasil pase a ser el país con más fallecidos de todo el planeta.

En cuanto a los contagios, la media diaria ha escalado hasta los 72.000, cerca del pico de 77.000 alcanzado el 25 de marzo, un aumento que los especialistas atribuyen, entre otros factores, a una cada vez menor adhesión del distanciamiento social.

Solo un 11% de los brasileños ha sido inmunizado por completo ante el coronavirus. "Trabajo incansablemente para vacunar a todos los brasileños en el menor tiempo posible y cambiar ese escenario que nos devasta desde hace más de un año", declaró el ministro de Salud de Brasil, Marcelo Queiroga, al lamentar la cifra de 500.000 muertes. Queiroga mantiene una postura diametralmente distinta a la del presidente.

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