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Inversión

El régimen prioriza ciencia e investigación cuando no hay alimentos en Cuba

Miguel Díaz-Canel relaciona la carrera por las vacunas cubanas contra el Covid-19 con objetivos de justicia social.

Valencia
Líderes de países latinoamericanos, España, Portugal y Andorra reunidos en la Cumbre Iberoamericana, Andorra.
Líderes de países latinoamericanos, España, Portugal y Andorra reunidos en la Cumbre Iberoamericana, Andorra. AFP

Miguel Díaz-Canel dedicó buena parte de su discurso ante la Cumbre Iberoamericana que se celebró en Andorra a atacar a EEUU y defender al régimen venezolano. Esto es lo que más ha trascendido en los medios. Al fin y al cabo, es la misma cantaleta de siempre. Y después, pasó unos minutos para explicar que "en Cuba la ciencia y la innovación han sido factores claves del proceso de desarrollo y de los objetivos de justicia social".

Afirmó que, gracias a la ciencia y la innovación, ha sido posible hacer frente a la pandemia "a pesar del recrudecido bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el Gobierno de EEUU y el apoyo a peligrosos actos de violencia y desacato a la ley para promover inestabilidad social y política". Casi nada. Díaz Canel haciendo amigos.

Allá él con su discurso, y las consecuencias que, sin dudas, podrá tener. Lo que más interesa a este trabajo es prestar atención al absoluto desconocimiento de la gestión de una economía, la incapacidad que muestran las autoridades comunistas cubanas para resolver los principales problemas de la economía del país.

Porque si en realidad, la falta de alimentos acucia al Gobierno, y si las colas van en aumento y con ello el malestar social, habrá que preguntarse qué sentido tiene que la economía cubana, de propiedad y control estatal, se dedique a gastar los escasos recursos que tiene en el mantenimiento de su "robusto sistema de ciencia e innovación tecnológica", si luego después no llegan papas y boniatos a las bodegas.

El primer ministro Manuel Marrero lo dijo: "La gente no come planes". Por lo mismo, la gente no come ciencia y tecnología.

Cabe preguntarse qué sentido tiene dedicar recursos económicos, por cierto, escasos, a una, según dijo Díaz-Canel, "avanzada y eficiente industria biotecnológica y farmacéutica" para dar una supuesta respuesta cubana a la pandemia bajo la forma de una serie de vacunas que están en pruebas, y que ya se verá si dan resultado finalmente.

En todo caso, un Gobierno prudente y conocedor del impacto de sus políticas, que además no tuviera suficientes recursos económicos, habría sido mucho más sensato en producir alimentos y comida en vez de vacunas, que como ocurre en otros muchos países, también se podrían haber obtenido de generosas ayudas de los socios poderosos de Cuba, que los tiene.

Ponerse a ensayar vacunas y probarlas después en la población, mientras que la gente pierde horas en interminables colas para luego no conseguir lo que buscan, es una opción de política económica de carácter suicida, ineficiente y, desde luego, solo puede tener un objetivo: acabar vendiendo la vacuna, lo mismo que se hace con los médicos o cualquier otro servicio sanitario, y con ello obtener ingresos, para mayor gloria del Gobierno.

Si fuera este el objetivo de las políticas de Díaz-Canel para sus cinco candidatos vacunales (dos de ellos, Soberana 02 y Abdala, en fase III de ensayos clínicos) nadie podría entender que, previamente, no se inmunizara a toda la población de Cuba. Ya se verá en cuanto lleguen los pedidos.

En todo caso, andar explicando las supuestas virtudes del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social 2030, con relación a la innovación y la investigación científica, tiene poco sentido cuando Cuba ha entrado, según recientes informes, a formar parte de los países de Naciones Unidas que pueden experimentar crisis alimentarias, al nivel de Haití.

En realidad, los comunistas no entienden de prioridades cuando se trata de satisfacer las necesidades de los consumidores. Viven de la mayor gloria y del reclamo internacional y aplauso de aquellos que miran para otro lado, cuando cometen atropellos en materia de libertades y derechos humanos.

En Cuba, por ejemplo, en este momento, en vez de concentrar los esfuerzos económicos en dar apoyo a las estructuras de gobierno con sectores productores agropecuarios y remover las trabas que impiden el aumento de la oferta, Díaz-Canel prefiere relacionarse con el reducido número de empresas del conocimiento que existen en Cuba, justo en el momento menos indicado, porque la gente está pasando hambre y necesidades. Y el malestar es imparable.

Al final qué representan esas 229 entidades de ciencia, tecnología e innovación de las que alardea Díaz-Canel; qué sentido tiene contar con 141 centros de Investigación, 26 centros de Servicios Científicos y Tecnológicos, 61 Unidades de Desarrollo e Innovación y un Parque Científico Tecnológico, todas ellas dependientes de decisiones políticas del régimen (en su día de Fidel Castro que destinó recursos que no tenía a estas entidades) y que tienen una escasa, o casi nula, relación con el tejido productivo. Justo lo que no debe ser un sistema de ciencia, tecnología y sociedad. Lo que corresponde a un presidente prudente y preocupado por las necesidades de la población sería poner todo ese activo al servicio de la producción de alimentos y cubrir las necesidades urgentes.

El modelo social comunista para la dirección de los asuntos económicos suele olvidarse de la elección entre cañones y mantequilla, que determina el destino eficiente de los recursos que se tienen en la economía. En una economía de planificación e intervención central, sin derechos de propiedad ni mercado, el Estado todopoderoso y el Gobierno que no responde a elecciones democráticas periódicas prefiere destinar sus recursos, que además son suyos de pleno derecho, a producir cañones, porque eso le otorga mayor gloria, y también poder, fuerza represiva, control y preeminencia.

Le importa un bledo que la gente pueda comer mantequilla. Este, en cambio, es el objetivo de la economía de mercado y los gobiernos democráticos: producir lo que la gente realmente demanda para obtener ingresos y mantener la red económica en funcionamiento a lo largo del tiempo.

Durante 62 años, el régimen comunista cubano ha antepuesto de forma sistemática la producción de "cañones" a la mantequilla, e incluso ahora, con la economía colapsada y sin alimentos para toda la población, siguen obsesionados con los "cañones" menospreciando la mantequilla, y lo que es peor, poniendo todo tipo de trabas para que no se pueda producir más.

Lo dicho por Díaz-Canel en la Cumbre Iberoamericana es un ejemplo de libro del desprecio de los dirigentes comunistas a las necesidades de la población. Lo grave es alardear en foros internacionales de una elección errónea que, por ejemplo, no pueden realizar los gobiernos democráticos, ya que su viabilidad depende de lo que digan los electores en convocatorias libres y periódicas.

No se debe interpretar lo anterior como que un Gobierno, el que sea, no debe apostar por ciencia y tecnología. Al contrario, esas inversiones orientadas por el tejido productivo y empresariales, son las más rentables que se pueden realizar. Lo que se plantea en este trabajo es que el momento actual no es el más adecuado para dedicar recursos a actividades que no facilitan a corto plazo el aumento de la oferta de alimentos. Los recursos se tienen que asignar de forma eficiente, aunque no lo haga el mercado, sino el Estado intervencionista.

Los cubanos ya saben de qué va todo esto.

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2 comentarios

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El régimen no se entera que todos los países que tienen embajadas en Cuba conocen la realidad de la Isla y la reportan a sus gobiernos. Díaz Canel cuenta un historia que esos países saben que es inflada y falsa, dado los hechos y la realidad. Me puedo imaginar a todos esos de la Cumbre Iberoamerica burlándose de los cubanos.

En realidad las supuestas investigaciones que realizan estos institutos, excepto la farmaceutica que exporta algunos medicamentos, no sirven de nada. Casi nada se puede aplicar a la obsoleta industria, ni a la agricultura, de hecho no se nota nada. Serán investigaciones puramente académicas sin ninguna aplicación práctica porque las industrias y los campos tienen un aspecto desastroso. Hoy en día es muy difícil hacer investigación sin una buena comunicación con el resto del mundo, asunto aparte es el problema de la remuneración del personal técnico, especialmente los ingenieros de proyectos que da lugar a una gran emigración de los más capacitados; en Cuba se produce un proceso de selección de los peores y las consecuencias se notan en los edificios y las plantaciones.