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Política

El castrismo barranco abajo

La decisión de prolongar el mandato de Raúl Castro como jefe de los Consejos de Estado y de Ministros es el resultado de la incapacidad de sus sucesores para realizar los ajustes y cambios necesarios.

La Habana

La aparentemente inexplicable decisión del castrismo de prolongar por otros dos meses el "mandato" de Raúl Castro como jefe de los Consejos de Estado y de Ministros es el resultado del incontrolable desmoronamiento del sistema estructurado a la medida del caudillo fallecido y de la incapacidad de sus sucesores para realizar los ajustes y cambios necesarios.

El castrismo, por sus características políticas y socioeconómicas, ha sido una mezcla de caudillismo populista latinoamericano, con "socialismo"  de corte estalinista y una especie de feudalismo, donde los leales al "rey", familiares o amigos, detentan distintas parcelas de poder.

La Constitución de 1976, con sus modificaciones posteriores, y todo el sistema político allí estructurado, fue concebido para el sostenimiento de ese híbrido, que nunca fue una cosa ni la otra y todas al mismo tiempo;  pero sobre todo, una dictadura personal de Fidel Castro, quien decidía todo, desde los grandes planes económicos, las alianzas internacionales, hasta el uniforme de los escolares.

A la muerte del caudillo, su hermano heredero pretendió ponerse el traje del occiso y mantener aquel híbrido, haciéndoles algunas pequeñas reformas al modelo económico  centralizado, que las características fundamentales del sistema establecido rechazó, por lo cual han fracasado. La culpa se echa a los burócratas intermedios, a los administradores y sobre todo a los trabajadores, sean estatales, particulares o cooperativistas, a los que consideran una caterva de ladrones y corruptos, por "robarle al Estado" y no agradecer a la revolución y a Fidel el país que tenemos.

En consecuencia la economía que viene declinado desde mediados de los 80, y prácticamente colapsó cuando la caída de la URSS y el "campo socialista", ha continuado a la baja y si Raúl, consciente del desastre que había heredado, dijo que estábamos al borde del abismo, con la situación de Venezuela, el fracaso de sus "reformas" y la política de acercamiento a EEUU, ya el abismo es inevitable al final de su mandato.

Desde 2008 Raúl pensó que en 10 años podría evitar el abismo. Hoy todavía no se ha dado cuenta  que solo un cambio profundo en el sistema político y económico del castrismo, hubiera podido evitar lo que hoy parece inevitable. 

Así lo expresaron oportunamente desde 1990 muchos cuadros y funcionarios o del entorno del Gobierno, que acusados de perestroikos, revisionistas, centristas o agente encubiertos del imperialismo y la contrarrevolución, fueron sacados o simplemente ignorados. Entonces se dijo que los cambios en vida de Raúl podrían ser mejor aceptados por el sistema y sus burocracias. Pero en realidad, nunca se realizaron.

El ecléctico y oportunista modelo del castrismo ya hoy no aguanta más.

El castrismo de Raúl puede pretenderse una dinastía semifeudal, pero no lo es por muchas razones. Tampoco posee una solida estructura estalinista, un partido y una economía sustentados en una teoría económico-social neomarxista que pudiera darle alguna integración. Se ha parecido mucho a las dictaduras caudillistas latinoamericanas; pero en verdad a lo más que ha llegado es a hacer un híbrido de dictadura, sin caudillo, con ingredientes dinásticos y estalinistas.

En cualquier caso, solo una economía sólida podría darle sustento y continuidad. Como la economía es un desastre, la dinastía no se puede consolidar, tampoco se estructuró el sistema político-económico del estalinismo y el caudillo murió, lo más natural es el desmoronamiento del sistema, como de hecho está ocurriendo ya.

La debacle puede ser mañana, pasado mañana o dentro de un año, en dependencia de factores coyunturales, pero de que está en fase terminal, no hay duda.

En medio de todo esta situación, la oposición y la disidencia no han sido capaces de organizarse en un frente común democrático, capaz de convertirse en una alternativa de gobierno o presionar a favor de los cambios que más convienen al país.

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