Una mañana con Fernando Pérez

Coincidí con Fernando Pérez el 27 de noviembre de 2020, en la concentración de artistas, activistas y otros ciudadanos ante el Ministerio de Cultura. En el recuerdo tengo unas palabras que me cedió para mis reportes sobre ese acontecimiento, al igual que su magistral intervención en la reunión con funcionarios del organismo, en la que defendió el derecho de los jóvenes y los cubanos en general a ser escuchados y tomados en cuenta por las instituciones.

Después de eso, no tuve más contacto con Fernando Pérez; ni siquiera era este gran cineasta cubano objetivo de mi trabajo, pese a que varias de sus películas habían marcado un antes y un después en mi cultura cinematográfica. Quizás lo veía tan lejos de mí que no imaginé nunca poder compartir una mañana con él.

A la entrevista que me hizo el cineasta Ian Padrón, le sucedió una a Fernando, la cual despertó mi curiosidad por saber quién era esta persona que, con 76 años, mostraba el alma de un adolescente, pero con la belleza de la experiencia acumulada al transitar por la vida.

A Ian acudí para construir mi puente con Fernando y, en el momento más inesperado del día, me entró un mensaje de WhatsApp con su número. Debía escribirle el jueves por la mañana, pero ese día lo pasé trabajando y buscando un regalo para una amiga que cumplía años. Finalmente le escribí, apenado, el viernes, y esperé su respuesta.

Ese mismo día por la tarde me contestaba Fernando, coordinando cita para el sábado a las 9:30AM.

La casa del cineasta está en un edificio de 20 plantas de Infanta y Manglar, justamente al lado de la estación de Policía a la que nos llevaron detenidos el 27 de enero a un grupo de artistas, activistas y periodistas independientes que nuevamente nos reunimos ante el Ministerio de Cultura.

Para el pueblo, Fernando Pérez es una de las maravillas que ha dado el cine cubano. Todos los que ven lo más mínimo de él, lo admiran. Sin embargo, vive en una casa sencilla, sin grandes lujos, e incluso el día que fui me aclaró antes de entrar al baño que no me preocupara, pues no descargaba. Espero que me perdone por revelar parte de su intimidad, pero me parece fundamental reflejarlo, pues con él comprobé lo que algunos amigos que han sido mis maestros me han comentado: "Quien es grande por dentro, no requiere especular con parafernalias y lentejuelas". Su mayor lujo es él, y una inmensa colección de cine y literatura.

Fernando vive con Susanita, su hija, a quien la sociedad medica porque todavía no estamos aptos para entender lo que pasa en su mente. El amor que le ha dedicado durante toda su vida se ve en la forma en que la mira, habla de ella o con ella. Es el mismo amor y sensibilidad que nos transmite en cada una de sus obras.

Yo quería conocerlo, entenderlo, buscaba una explicación que me respondiera cómo una persona que fundó la Revolución se distancia del discurso y los "achaques" de los de su generación y apoya a un grupo de jóvenes "insolentes", "mercenarios", como nos catalogan los medios oficiales.

Para mi sorpresa, este hombre lleno de sabiduría y humildad quería conocerme a mí, escucharme, saber la historia de mi corta vida. Y esa fue la respuesta a mis preguntas. Fernando apoya el diálogo, pues no cree, con todos sus logros, haber llegado al límite. Por eso busca seguir aprendiendo y brindando conocimiento.

La mañana con Fernando engendró otro diálogo más amplio pues en un momento decidimos trasladarnos a casa de Rachel, una amiga artista visual que se incorporó a la conversación. Éramos tres personas diferentes por completo, e incluso de diferentes generaciones, que estábamos pensando en el bien de la cultura, en el bien del país.