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Opinión

El manotazo de la esperanza

Lo que está sucediendo con el canelismo es algo singular, y merece una consideración especial.

Miami
Miguel Díaz-Canel y Alpidio Alonso, al centro.
Miguel Díaz-Canel y Alpidio Alonso, al centro. TWITTER/Alpidio Alonso

Nunca imaginamos ver a un ministro de Cultura cubano fajado, como un vulgar asere, con un grupo de jóvenes. Puede decir lo que quiera: que los que protestaban eran provocadores, contrarrevolucionarios, mercenarios pagados por el imperialismo. Nosotros sabemos, y sobre todo ellos saben que estamos ante lo inevitable: los funcionarios dando manotazos de ahogado. El general Resoplez le hubiera dicho a Alpidio y su tropa: ¡no os dejéis provocar! Pero era tarde. Y la tarde lloraba, y no era por él.

Los que tenemos memoria recordamos la anterior Cuba dictatorial, donde los ministros eran personas mayores, en el sentido amplio de la palabra. Podía acusárseles de casi todo, pero en gran mayoría, eran hombres instruidos que conocían su negocio a pesar de ciertas excepciones que confirmaban la regla. Había comunistas de vieja data, y otros no, como Raúl Roa, anticomunista en la época que había que serlo; había rebeldes sin causa hasta que apareció el Movimiento 26 de julio y rebeldes con la Sierra como causa, y a golpes de viajes y secretos de oficina aprendieron a engañar al Comandante.

Una buena cantidad de esos ministros y viceministros venían del área técnica de su competencia. El ministro de Salud no tenía que ser el gran profesor que fue Martínez Páez, un fracaso como funcionario, dicho por él mismo. Pero un Carlos Dotres, pediatra y director de hospitales, parecía ajustado al cargo. El "Gallego" Fernández fue un desastre. Lo salvaba contar con suficientes recursos y autoridad para rodearse de verdaderos pedagogos y antiguos maestros, quienes a veces lograban que no metiera más la pata.

Y si hablamos de Cultura, Armando Hart fue un producto de la burguesía intelectual cubana. Tenía "clase". Para Hart, la fidelidad a toda prueba hizo que la mayoría de sus escritos y libros trataran de eslabonar históricamente la figura del Máximo Líder con la de José Martí. Al final es una obra prescindible, no tanto por su pobre originalidad sino porque otros lo hicieron a la sombra, mejor, y sin obtener réditos políticos. Armando Hart tenía, al menos, una obra para mostrar.

Lo que está sucediendo con el canelismo es algo singular, y merece una consideración especial. A la crisis final de socialismo cubano en el plano económico y social, se le ha unido la incapacidad, congénita, aprendida o inducida de quienes deben tomar decisiones para evitar un hundimiento apocalíptico. Quienes ocupan hoy casi todas las responsabilidades civiles nacieron poco antes o después de 1959. Esto quiere decir becas, círculos de estudio, lemas, NTV y, sobre todo, el aprendizaje de algo tan telúrico y suicida como la frase de "Socialismo o Muerte". Sus horizontes parecen morir junto al muro del malecón, por cierto, destruido.

El desfile de compañeros ministros que apenas sabe expresar sus ideas en un castellano comprensible no tiene para cuando acabar, y uno se pregunta si los escogen para esos puestos para hacerle todavía más daño a los cubanos, o por el simple hecho de que la historia se repite como tragedia: en los primeros años de la involución el administrador de un central azucarero podía ser un arquitecto, y el jefe de un proyecto vial un campesino que veía el asfalto por primera vez.

El manotazo de Alpidio: bravucón, forzudo y ventrudo, rodeado de matones, le arrebata el celular al flaquito de un guantazo. Y se trata, no faltara más, del ministro de Cultura, de quien, además, no se conoce una estrofa, un ensayo, una nota musical o un cuadro que merezca ser citado. Así quedará para la historia de la infamia. Una conducta que resume toda la prepotencia de la fragilidad y el fraude ministerial.

Ministro, que quiere decir servidor, es una palabra que en la neolengua involucionaria puede ser traducida como secuaz. En la Isla no es, no fue y no será deberse a quienes supuestamente los han elegido como parte del parlamento y el ejecutivo, es decir, el poder civil. Su función es acallar, con promesas y lemas —y también con la fuerza física— a una juventud que se niega repetir la historia de sus padres y abuelos.

De ahora en adelante debemos esperar acciones como esta, o peores. Las autoridades cubanas no están leyendo correctamente la historia. Siguen diciendo, como publicara el órgano oficial, que las calles son de los revolucionarios. Una apropiación indebida y de corte facistoide. Justifican actos tan poco elegantes, por decir lo menos, como que un ministro se lie a golpes con un chico, quizás insolente, quizás necesitado de ser oído, ante decenas de cámaras de celulares. Y no les importa.

Viene a mi mente ahora el otro Elpidio, no el de Padrón, sino el más serio, el del Padre Félix Varela, y que la mayoría de la juventud cubana desconoce, incluso puede que hasta el ministro de Cultura, a quién, casualmente, cambiaron la E por la A como para no confundirnos en el presente. Elpos quiere decir esperanza, y simboliza la juventud que luchaba por una patria libre y democrática. En las Cartas a Elpidio, del Padre Varela escribió esto hace dos siglos:

"Las doctrinas más destructoras de la libertad humana, examina su origen, y verás que solo tuvieron por autores y solo tienen por partidarios a los impíos, que no pudiendo superar sus pasiones, se declararon esclavos de ellas".

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6 comentarios

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Es increíble como tergiversan todo en la ntv, que periodistas más falsos los q tenemos en los medios oficiales, dan vergüenza pues no reflejan la realidad de un país donde cada día las personas viven más desesperanzadas. Al ministro le debería dar pena y por decencia disculparse alguna vez, ese periodista al q de un manotazo tumbo el cel pudiera ser su hijo.... Tienen terror a q un grupo de jóvenes los despoje del poder... De tanto q se la dan de luchar contra bloqueo, covid y no se cuantas adversidades, no saben responderle a jóvenes cubanos que añoran un cambio para no tener q salir del país.... Muy buen articulo, muchas gracias porque si no existieran estos medios la verdad de Cuba nunca se supiera

Profile picture for user Amadeus

Muy buen artículo. Cuba vive momentos únicos. Después de la muerte de Calígula, el armazón sostenido en la base de su mesianismo de "caballero de paris", se desmorona. Lo que entra en escena es tiza. Un ministro de kurtura que se expresa torpemente y sin gracia, nos va demostrando por dónde van los tiros; eso es Cuba hoy, una entelequia de matones y seborucos improvisados. Uno que pide que se siembren piña en los jardines, el otros con los limones como remedio santo y un ministros de kurtura, que sabrá Díos si pueden deletrear una palabra. ¡A cambolos con ellos!

Profile picture for user Ares I

El canelo es el chancletero mayor (cubanos malnacidos por error, la limonada y todo lo otro) pero el gabinete que le adosó Raúl no se queda atrás, todos: el gordo de las tripas Manuel Sobrino que parece un personaje del teatro bufo, la Betsy de comercio interior, el gordo Gil de economía son unos cantinflas a la hora de explicar lo inexplicable y de inflar y de mentir.
Eso es en lo único que son expertos los comunistas. Su revolución ha degradado todo.

Profile picture for user Ana J. Faya

El "canelismo" es todo lo que el autor describe, y más también. Solo hay que describir al propio Díaz-Canel, sus expresiones y sus ideas, que con el limón, o la limonada, como base de todo tuvo su clímax.

Profile picture for user Cristinita

Y su chealdad, Ana, que es lo único auténtico que lo adorna.