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Poesía

Orillas de False Bay

'Ver cómo pesca, cómo caza, cómo camina, cómo engaña,/ ir tras la estrella en puño de sus tentáculos,/pasar por su mar de tinta, por su baile de brazos sueltos'

Missouri
Pulpo.
Pulpo. futuro360

                           

                                                      Para Molly Olsen


Y no habrá consuelo para la pérdida de ese amor extraño
que se te ocurrió descubrir.
Dejas que el cuerpo entumecido vuelva, te reanimas,
y otra vez hacia el fondo, a flotar sobre aquellos ojos  
de una niña muy vieja que también te han encontrado.
Una franjita de pupila negra, brillante,
entre los gruesos pliegues de la carne roca, pétalo,
esponja, la carne de esos párpados abotargados
por el largo y falso sueño de los fondos.
Y cuando la mudez del encuentro quede entre ambos
como otro enorme junco danzante y hueco,
tras los ojos de la niña vieja, los ojos de pulpo
que por la misma ranura, muy quietos, todavía te miran.
 
¿De dónde han venido hasta encontrarte?
¿Qué miras en ellos? Nadar, entonces.
Ver cómo pesca, cómo caza, cómo camina, cómo engaña,
ir tras la estrella en puño de sus tentáculos,
pasar por su mar de tinta, por su baile de brazos sueltos,
que ya es brisa, ronda, que ya es un alga
con vestido de algas,
que se ha armado una casa con trocitos de nácares
que allá abajo suenan a esa misma palabra cuando los suelta.
Y por la noche, su brazo látigo, roturador, su veneno.
Y bajo asedio, todo cálculo y el mejor y más preciso
de sus antiguos embozos.  
   
Día tras día visitar a ese pulpo que, a veces, te parece,
juega a ser hombre.
Nadar en el mar de tu infancia.  
Como si pudiese estar ocurriendo entonces,
como si llegase de allí. Una geometría simple
para no pensar demasiado en aquella otra de las miradas,
de su tentáculo avanzando hacia la punta de tu dedo índice,
de tu mano enguantada. Guante y cabeza,
un ave de cetrería que paseas entre el cielo y la tierra de aquel bosque.
O aquel momento, que resultó ser el último,
en que fue a cobijarse, pequeño sol extraviado,
al centro de tu pecho.

Quién puede saber ahora
cómo empezaste a hablar de todo aquello.
A contar lo que ya era un relato. Con este lenguaje.
Encontrar las palabras. Soltarlas,
como cuando subías a respirar,
enseguida te sacias. Mientras más hermoso y preciso
lo que cuentas, más profundo y lejano
y tu soledad, más solitaria.  
Pero seguir. Con una voz muy suave, incluso,
pues no te atreverías a ninguna otra,
llenar de palabras aquel fondo. Hacer un relato edificante
de aquel bosque que tú creías conocer
y creías haber abandonado
como un buen forastero, con extrema prudencia,
sin haber cruzado nunca ciertos límites
pero que ahora, por un camino muy otro al de las lecciones,
vuelve. Sorpresivo,
ávido de inmensidades y feraz,
alarga su ramaje de sargazos y ojos quietos
para hacerse a la forma de tus vacíos
y sosiegos.  

 


Alessandra Molina nació en La Habana en 1968. Sus últimos libro de poemas publicados son Otras maneras de lo sin hueso (Leykam Verlag, Graz, 2008) y Algodón del sueño, cuchillo de los zapatos (Rialta Ediciones, Querétaro, México, 2017).

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