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Crítica

'Boring Home': novela cubana de transición

'Son los zombies del régimen quienes tienen la palabra, los hombres nuevos, las nuevas alimañas, sus valores, sus sueños y sus extraños pataleos.'

Nueva York

No pretendo hacer una crítica literaria tradicional a Boring Home, obra de Orlando Luis Pardo Lazo, sino que haré más bien un comentario sobre lo que su lectura me produjo.

Mi acercamiento a Boring home ha estado ligado más bien a mi interés personal por conocer lo que escriben (y cómo lo hacen) los autores noveles cubanos de las últimas promociones literarias. Como considero la literatura cubana una sola, tanto la producida en el exilio como la de la Isla, me entusiasma una obra que haya sido concebida y escrita en la Isla pero dada a circular (a existir) en el exilio.

No soy ajeno al hecho de que, en las últimas décadas, ha comenzado a perfilarse una grieta en la muralla político-ideológica que forma el espacio bipartito de la literatura cubana. Me refiero, por supuesto, al llamado "exilio rosa" (o blando), formado por intelectuales, artistas, profesionales y hasta por otros seres que no han roto definitivamente con el régimen castrista, sea por las razones que sean. En literatura, el "exilio rosa" no solo abarca la obra literaria sino también al autor.

Sin embargo, Pardo Lazo y Boring Home no se pueden circunscribir dentro de las coordenadas que definen esa coyuntura político-literaria. La obra fue escrita enteramente en Cuba, después de los años 90, un periodo de desintegración moral en la Isla, en que el autor hizo caso omiso a las consecuencias que la publicación del libro podría acarrearle, y sin saber siquiera si podría abandonar él físicamente la Isla. A mi juicio, esas circunstancias son las que hacen a Boring Home una obra de transición entre dos espacios culturales antagónicos pero que de alguna forma ha sentado las bases para una literatura nacional cubana sin divisiones.

Me interné en la maleza textual de este atrevido tour de force sin pertrecharme de ningún manual de instrucciones: grave error; el libro está lleno de booby traps que el autor nos tiende en forma de guiños (literarios, históricos, existenciales, linguísticos) que persiguen nuestra complicidad: con el uso de una profusa intertextualidad, el autor marca y recrea otros textos de la literatura cubana; desde el comienzo de Antes que anochezca, la autobiografía novelada de Reinaldo Arenas, hasta de Boarding Home, de Guillermo Rosales (de cuya parodia se sirve Pardo Lazo para titular su obra).

A pesar de la maldita circunstancia del agua por todas partes, el autor de Boring Home está familiarizado con obras conflictivas para el régimen castrista. En mensaje electrónico, Pardo Lazo me informa que en la década de los 90 empezó a filtrarse este tipo de obra en la isla del horror. El autor, de algún modo, logró burlar la férrea censura impuesta por el castrismo sobre obras literarias previamente condenadas por la revolución.

Lo primero que salta a la vista en Boring Home es que la obra es un laberinto de estilos y de tópicos, a la vez que un ejercicio lúdico de una originalidad que raya en el grito, con su centro en la carencia de un centro, con una alta fragmentación, sin una progresión argumental definida, con uso de la historiografía latinoamericana (y cubana en particular), características todas de la más vigente posmodernidad.

También nos percatamos del esfuerzo sobrehumano del autor por no participar de modelos literarios exhaustos. No hay duda de las resonancias de autores como Guillermo Cabrera Infante, las que el autor recrea y supera. Pardo Lazo se deleita con malabarismos lingüísticos muy ingeniosos. Discrepo de la opinión de Albinson Linares quien, en el prólogo a la edición venezolana del libro lo clasifica como un "libro de cuentos". Boring Home no es un libro ni de cuentos ni de relatos: es una novela. Su fragmentación es típica del canon literario y estilístico de la modernidad. Sus fragmentos, lacónicos y cinemáticos, están conectados por un invisible pero poderoso arco voltaico argumental que funde la obra en un todo.

La novela trata del diario vivir, exterior e interior, del narrador en primera persona. Con el narrador tan cerca del autor, es obvio que el sistema sabe quién habla. Sin embargo, el texto no es precisamente confrontacional con el régimen castrista, no lo ataca frontalmente sino desde otras perspectivas: desfilan por el libro personajes moldeados (creados) por la miseria y la asfixia de una época. He aquí una diferencia con la literatura del Mariel. El libro nos lleva de la mano a conocer los mundos de seres torcidos, extraños, o sea comunes y corrientes, que constituyen las víctimas con quienes una época ha experimentado socio y psicológicamente.

Pero no resulta un texto trágico ni siquiera dramático sino más bien divertido, con personajes que no parecen tomarse muy en serio ni el modo en que sus ADN han sido manipulados y alterados. Si tuviera que seleccionar la fuerza motriz que abarca la intención y miras de esta novela sería esta: "Porque esta islita es una novela o no es. Porque Fidel nos contagió a todos con el Síndrome del Autor Absoluto, del Narrador en Jefe que tiene entre los dedos los hilos de todas sus marionetas".

No es necesario explicar las consecuencias y riesgos concretos para quien se exprese de este modo dentro de la realidad cubana actual. Pero, como marionetas al fin, movidas por hilos desde arriba, ¿cabe alguna duda de nuestra dependencia universal? Que el Narrador en Jefe haga lo que le dé la gana con nosotros: aquí están nuestros estirados cuellos, parecen decir los personajes de ficción. El miedo monolítico ha perdido una mínima pero sublime batalla.

El autor emplea múltiples destrezas narrativas para su acercamiento a esos universos abandonados por Dios: el monólogo interior, simpáticos malabarismos lingüísticos, la parodia, la intertextualidad, el discurso automatizado, la tipificación, etc. Con estas técnicas nos saltan encima extraños cotorreos, posiciones filosóficas ante la existencia, digresiones sobre estética, tecnología, sexualidad, marginación, radiografías existenciales de seres que levitan en universos extraños. Es el discurso de los que hasta ahora no tenían voz, el de las almas muertas, la queja entre pueril y estoica de seres concebidos en mundos cerrados por la insularidad. Seres marcados todos con el mismo hierro candente con que se marca a la res.

Pardo Lazo dibuja la realidad espiritual de mundos prácticamente desconocidos a lectores fuera de esos círculos de fuego. De ahí la importancia de esta obra. Son los zombies del régimen quienes tienen la palabra, los hombres nuevos, las nuevas alimañas, sus valores, sus sueños y sus extraños pataleos. Sin embargo, no hay un confrontación directa con el poder (lo que hubiera sido literariamente lamentable) sino que los personajes muestran, con sus agonías, miserias y perversiones, en lo que el poder ha logrado convertirlos. De hecho, Boring Home muestra la vergüenza de una vida larval, asincrónica y remota, desencajada de su contexto cultural y de la civilización, a la que puede aspirar el cubano de hoy.

Es, en definitiva, una de esas obras que en el futuro se tendrán que consultar para despejar las múltiples incógnitas de nuestra conducta y de nuestra desesperanza dentro de este "modelo para armar".

 


Orlando Luis Pardo Lazo, Boring Home (Ediciones Lawtonomar, La Habana, 2009).

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