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Crítica

'Viejo loco'

Exboxeadores, amas de casa, meseras, plomeros, predicadores, ingenieros civiles al frente de un puesto de frutas, y el alcohol y el sexo como adicción y pesadilla: Pedro Juan Gutiérrez antologa sus cuentos.

La Habana

La editorial Oriente, en su colección Ficciones, entrega al lector cubano Viejo loco, título que compendia quince cuentos del escritor Pedro Juan Gutiérrez, en selección realizada por el propio autor, que incluye, al lado de textos inéditos, algunos relatos astutamente tomados de Trilogía sucia de La Habana, libro que sigue sin conocerse en Cuba, a pesar de estar corriendo por el mundo en 20 idiomas.

Viejo loco también contiene algunos cuentos de Carne de perro y de El insaciable hombre araña, estos dos últimos libros publicados en el país por Ediciones Unión.

"Desde 1994 a la fecha", nos dice Gutiérrez en el prefacio o nota de autor, "he escrito y publicado unos 17 libros de prosa y poesía. Creo que los dos grandes temas que sostienen la armazón de esa obra es: la pobreza, la miseria como destrucción total del ser humano. Y las tinieblas oscuras que inevitablemente conducen nuestra vida hacia laberintos y naufragios. No me pregunten por qué me muevo en esas zonas pantanosas. No sé. Escribo con la intuición y con el corazón. El cerebro poco tiene que ver en todo esto".

El absurdo cotidiano, el individualismo feroz, la ignorancia y un gran desamparo emocional, material, humano caracteriza estos relatos, y a sus personajes. Pretendidas, turbadoramente autobiográficas, narradas en primera persona, son crónicas ficcionadas, anécdotas resueltas en cuento.

La acritud del hígado, el lugar y  las circunstancias hacen la médula de estos textos que se narran con la naturalidad de una respiración, con radical expresividad, insolente arrojo. Los personajes son exboxeadores, amas de casa, meseras, plomeros, predicadores, ingenieros civiles al frente de un puesto de frutas… Y  el alcohol, el sexo como adicción y pesadilla. La ciudad.

Salvando las distancias que los separan de Dublín y Joyce, se podría reconstruir Centro Habana, barrios aledaños o más alejados, hasta el menor de sus detalles,  con sus comercios, bares y sitios emblemáticos,  recorriendo calle por calle de la mano de Pedro Juan Gutiérrez, en viaje retrospectivo a los 90 del pasado siglo. Pasión del presente porque poco ha cambiado: la topografía en este caso es interior.

Los personajes no tienen la vida fácil  y están llenos de rabia furibunda, de una ira que habla de experiencias humanas llevadas al límite. Y la relación del autor con ellos es de franco amor-odio.

Sobresale, por su prosa no tan rica como ceñida, límpida en su realismo, "Viejo loco", que da título al libro y concentra su estilo: diálogos cortantes, encargados de redondear la atmósfera dada por la narración directa, de sardónica ironía y  ritmo sostenido hasta el final. Asimismo, "Fuera de control", "En la zona diabólica", "El mundo es muy peligroso", "Salvación y perdición", "Nada heroico" ("Todo es simple. Momentos de placer y momentos brutales. Se alternan. Y eso es todo").

Más que eroticos —a Pedro Juan Gutiérrez le  llaman "Bukowski tropical"— estos son textos de minuciosa sensualidad, de fecunda visión de la real vida, su misterio inagotable. La monotonía del día a día, de la frustración constante, insufrible, Gutiérrez la convierte en verdadera aventura, solo con escuchar. Y observar. El escritor denuncia y celebra, a la vez, a estos seres, se conmueve con ellos, es uno de ellos. Su mirada es la del testigo. La del superviviente.


Pedro Juan Gutiérrez, Viejo loco (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2014).

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