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Crítica

Los fantasmas cabalgan de nuevo

'Iniciando una persecución interminable, que en el principio es una huida, José Hugo Fernández ha situado en Miami sus jinetes del Apocalipsis, que son más de cuatro.'

Miami

 

A Miami le faltaba una novela. No una novela donde la ciudad fuera decorado exterior o pretexto, sino la novela donde ella misma fuera protagonista por el comportamiento de sus personajes, que en este nuevo libro de José Hugo Fernández parece estar dictado por la cita de Ovidio que lo abre, y que dice: "Huyo de lo que me sigue; voy detrás de lo que huye de mí".

Iniciando una persecución interminable, que en el principio es una huida, José Hugo Fernández ha situado en Miami sus jinetes del Apocalipsis, que son más de cuatro. No es la condena entre real e irónica de Tom Wolfe a un momento, o varios momentos sangrientos de la ciudad. No es el Lazarillo de Tormes, trasplantado y transmutado a estas calles ardientes de sol cegador. No es tampoco La conjura de los necios en versión tropical, entre bañistas semidesnudas, caimanes y asfalto incendiado.

Los jinetes fantasmas tiene un poco de todo eso, y más; y hay en el fondo de la picaresca con la que hablan, sueñan, aman, aspiran, recuerdan y engañan sus personajes, como un dolor que nunca cesa, que no acabará nunca, porque es el mismo dolor que tenemos todos los que decidimos vivir lejos y reinventarnos en la distancia, ese sitio que puede llamarse Paris, Madrid, Estocolmo, Nueva Jersey, Barcelona, Ciudad México, Tampa o Miami, y que en el fondo se llama casa del carajo o ninguna parte.

Una enfermera que escribe cartas mentales a dos primos que se suplantan para alternar entre Cuba y Miami y que es raptada noche a noche por extraterrestres de Plutón… Una caritativa mujer madura, que junto a otras cambia protección por sexo a jóvenes balseros cubanos y por tanto reciben el simbólico y simpático nombre de Hermanas al Rescate… Un adinerado hombre que se enamora de una frágil y distante camarera china... Un detective privado que parece saberlo todo y que domina a la perfección el arte de dar lo que esperan escuchar quienes contratan sus servicios: "especialista en dilemas pasionales y en trampas del desamor"...  Una vietnamita conocida en La Habana por ese detective, y que viaja a Europa en forma de foto en su billetera para convertirse, idealizada, en tabla de salvación erótica hasta que, en esos giros de la vida, él logra el definitivo contacto físico solo para descubrir, asqueado, que toda ella, y cualquier cosa que toque, se impregna del olor de la carne de cangrejo en mal estado…Una mujer gigante que maneja una rastra… Un interlocutor que razona y argumenta y que parece ser el eje por donde pasan todas las historias humanas y divinas.

Gente que vive bajo el mismo sol con delirios diferentes. Gente que olvida o recuerda y que planifican sus vidas para salir de sus vidas en una especie de eterno retorno a la nada que aspira un día dejar de serlo. Gente divertida que sufre, o gente sufridora que pretende divertirse. Emigrantes, exiliados, cubanos todos que han sido puestos a coincidir en el mismo momento con todos sus momentos distintos, y que parecen ser iguales sin serlo. O, para decirlo en las propias palabras del autor: "Y como no podía ser de otra manera, lo hace exponiendo la fiereza y la falta de sentido común de los seres humanos, junto a su propia indefensión al lanzarse a enmendar el destino que le ha sido impuesto".

Pero todo gira, de alguna manera, en torno a un cuadro pintado por un loco en el Hospital Siquiátrico de Mazorra, que regaló a un amigo que se exiliaba para garantizarle económicamente su futuro. Una pintura cuyo nombre le da título al libro, y que no es más que una copia de un fragmento del cuadro El triunfo de la Muerte, de Pieter Brueghel El Viejo, y que al final resulta el maquillaje perfecto para una obra de Jacob Van Loo, robada del Museo de Bellas Artes de La Habana, en el año 1939 y que nunca más apareció.

Así que, bajo esa máscara similar a la que cubre también a la ciudad —como el que esconde a simple vista otra gran obra verdadera— hay otras vidas reales que parecen también la simulación de las vidas que aquí se cuentan, y que resultan ser un mapa humano donde todas esas historias se cruzan y coinciden, convirtiendo a Los jinetes fantasmas en una novela divertida cuyo protagonista resulta ser, además de Miami, la desbordante imaginación de los cubanos de distintas épocas que coinciden en el fondo de este gran caldero llamado "la capital del exilio".

Los jinetes fantasmas podría ser también la novela de la desmesura, porque no hay nada tan desmedido y delirante como los sueños de los que emigran o se exilian, porque están entre dos aguas, el sitio que dejaron y el lugar al que quieren llegar. Y Miami es la tierra perfecta para esa desmesura, porque además del sol que todo lo engrandece y destruye, está la diversidad de quienes la habitan, con algo que resulta un denominador común: no es la ciudad definitiva, sino un punto intermedio entre el origen y lo que se aspira. Y los que al final se quedan a vivir en ella tienen, más allá de su sonrisa, el dolor de que ya no van a regresar a ninguna parte.

 


José Hugo Fernández, Los jinetes fantasmas (NeoClub Ediciones, Miami, 2017).

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