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Crítica

Precio del amor

El protagonista de todos los cuentos de este libro de Félix Luis Viera parece ser el mismo: un poeta enamorado de las mujeres, enculado, obsesionado.

Xalapa

—Pero tú sí tienes una mujer aquí, ¿eh? —me preguntó el "bicho".

Le respondí que sí, por tercera o cuarta vez, y por tercera o cuarta vez murmuró: "coño, qué rico, qué rico".

—Pues sí, cuando me case me meto en una de esas cabañitas chiquiticas dos semanas por lo menos… Qué manera de dar hierro —dijo y se dio otro trago.

—Te van a sacar en camilla, socio, seguro —dijo Pozo y el "bicho" soltó una sonrisita como viéndose héroe sacado en camilla después de tanto fornicar.

Este breve parlamento pertenece al primer cuento del libro El precio del amor de Félix Luis Viera, un escritor que valoro altamente, cuyas obras he disfrutado con fruición, una tras otra, sin nunca hallarles un bache ni una sombra: se trata de un narrador dotado de una gracia y una naturalidad poco frecuentes.

Hablando recientemente con Félix, este me comentaba, casi a manera de disculpa: "Son cuentos de hace treinta años y un poquito más". Yo le respondí,  con algo de pena, pena dulce, sin duda, basándome en mi propia experiencia de cuentista, que muchas veces los primeros cuentos que uno escribe tienen algo que nunca podemos conseguir de viejos. Le dije que hay ciertos golpes de gracia o de entusiasmo que solo se pueden alcanzar gracias al vigor de la juventud, a los verdes tiempos en que, como se dice, se tiene "toda la leche adentro".

En el primer cuento de su libro, "En tantas cosas", hallo cifrada una especie de radiografía del espíritu del macho cubano frente al amor: "coño, la vida sin mujer es, ¡pinga!", dice un borracho de esos hostigosos, nostálgicos y solitarios, en un bar junto a una playa cubana, al protagonista del cuento, que descubre en esa frase todo un fundamento filosófico para valorar a su mujer y a la vida. Hay en este cuento la cristalización de un gran descubrimiento, que se hace en una situación del todo cotidiana.

El segundo texto nos hace vivir un instante íntimo en el que dos amantes están a punto de separarse. El que se va y la que se queda contraponen sus argumentos, mientras afuera el mar muele la eternidad, sin terminar de acabarla.

En el siguiente cuento, "Problema versus problema", se repite la situación: conflicto de pareja, que leímos en el primer texto, pero en este caso se introducen otros elementos: otra mujer y el azar: el hombre invita a subir a su auto a una mujer que camina solitaria en la noche, la invita a tomarse unas copas. La capacidad del escritor de subyugar está presente cuando describe la fuerza de seducción de la mujer:

Desde la segunda pieza había pasado de esa "especie de subyugación" a lo que podría llamarse la concreción de la subyugación, o sea, no solo era su perfil, que alcanzó nivel de clímax en cada mirada que, de reojo, muy cerca de las mejillas, le dirigía durante el baile, sino además la robustez y el brillo de sus dientes como algo posible en mi boca, y la dura textura que preveía en sus carnes, y sus senos que en el acercamiento paulatino de una pieza a otra, insinuaban sumo grado de hervor, de solidez, todo como algo posible en mi boca, en mis manos, en mi cuerpo.

El final del cuento es demoledor.

En el siguiente texto, ya no tan desarrollado, pero perfectamente ambientado, se repite la fórmula: hombre, mujer, soledad y encuentro. Pero ya no en Cuba, sino en la ciudad de Erfurt, cuyo nombre tuve que buscar en internet: Erfurt, capital de Turingia, cerca del centro de la moderna Alemania.

En el siguiente cuento un cruce de miradas entre un escritor y la recepcionista de un hotel en un país indeterminado de Europa, desencadena una obsesión en el hombre, que está asistiendo a un congreso de poesía.

Fue entonces, arrastrando la vista como si esta, como su cuerpo, ascendiera también desganadamente los escalones, cuando se le ocurrió que el recuerdo de la muchacha era comparable con una aguja clavada en el dorso de una mano o algo así, y, como antes, no supo a qué atribuirle esta inclinación cada vez más desesperante por una muchacha que, si bien con demasiada intención lo había mirado, e igual la había mirado él, no existía nada más que eso: un cruce de miradas, aunque un cruce fulminante, pensó.

Dentro de la serie de variaciones del tema básico "encuentro de hombre y mujer", este nos entrega un nuevo argumento: inicio de una historia que no permite la seducción de la hembra por parte del macho debido a que el destino, a manera de tragedia, lo impide. El título, “Cursi y sensiblera historia de amor”, nos predispone para asistir a un pequeño melodrama, pero el cuento  nos da más que eso: una versión contemporánea y leve de la fuerza irrebatible del destino.

Siguiente cuento: un hombre que va sobre un camión junto con un grupo de cortadores de caña, ve a una mujer en el camino. Todos los que van sobre el camión miran a la mujer, pero hay uno que la mira más intensamente ("la miró más que los otros, más tiempo y más adentro"): a partir de entonces se desarrolla una de las más hermosas historias de amor que haya leído. Se llama "Mirada".

El anterior cuento me hace pensar cuan poca importancia tiene o tuvo para el Félix escritor de aquellos años (hace 30) la "realidad cubana". Lo propio de este volumen de cuentos es la intimidad de la pareja, la posibilidad del amor, de la realización erótica y de la pérdida de la soledad natural del protagonista (que en todos los cuentos es, o parece ser el mismo: un amoroso al estilo Jaime Sabines: un poeta enamorado de las mujeres, enculado, obsesionado).

Siguiente cuento: una mujer de pelo rojo tejiendo en un tren atestado de gente sudorosa, cerdos, chivos, gallinas. Un hombre (el hombre de siempre: el seductor, el que vive a la expectativa del azar, de la puerta que se abre) se sienta al lado de ella. Entablan conversación. Comienza la  máquina evaluadora del hombre, el "escaneo" de su compañera de viaje y a partir de entonces se echa a andar la máquina fabuladora, imaginadora, del hombre, y consecuentemente la inevitable obsesión (seamos cursis o convencionales: ¿y qué es el amor sino una obsesión o… una neurosis obsesiva, ja).

El final de este cuento, "Noemí", es un hachazo en la weltanschauung rosa e infantil de los lectores que quieren siempre finales felices.

El cuento final nos ofrece otro encuentro, este en la playa:

Dictaminando así estaba cuando la vi venir y me gritó desde lejos, como en un susurro alto: "Voy hacia ti". Puse la vista en la arena para espantar la visión. Pero cuando miré de nuevo se encontraba más cerca. Como era alta, venía a largas zancadas —tiernas, orquestadas, diría— y dos pasos antes de llegar a mí la detuve como a una fotografía: (rostro): línea oval; ojos intensamente negros, majestuosos —tómese en cuenta contraste con claridad ambiente—, redondos; cejas finas alargadas como a dispararse cada una hacia su lado; (foto de frente solo muestra nariz recta simétricamente sincronizada al conjunto); cabellera álamo sombra refulgente…

Este texto, "Circuito abierto", es un cuento inconcluso, cortado, lleno de frases poéticas en el que se narra el acercamiento de un hombre y una mujer que sienten una especie de "atracción fatal". El relato concluye con una frase trunca, que remite al inicio del texto y que termina en una palabra cortada.

Amir Valle, escritor cubano que vive en Berlín y editor de Otro lunes,  una de las revistas virtuales más vivas que conozco sobre literatura hispanoamericana, en el prólogo a este libro, escribe: "Lo digo sin que me tiemble la voz: Félix Luis Viera es uno de los cuentistas mas originales de la literatura cubana". Y es original, agrego, porque sus cuentos son de una sencillez, una claridad, una profundidad, pasmosas. Cada uno de ellos es inolvidable, de una delicadeza feroz. Todas estas virtudes hacen sus cuentos  inolvidables, como algunos de Hemingway, de Revueltas o Ribeyro.

Coincido con Amir: este libro es uno de los más hermosos y desenfadados sobre el tema del amor que se hayan publicado. Con un agregado meritorio: que fue escrito en Cuba cuando el tema del amor y el erotismo se calificaban de contrarrevolucionarios y cursis. La rebeldía de Félix desde entonces, cuando vivía en Cuba, y hasta hoy, que lleva dos décadas de exilio, es una rebeldía amorosa. La mejor rebeldía. La que no caduca ni se corrompe.


Félix Luis Viera, El precio del amor (Alexandria Library Publishing House, Miami, 2015).

El libro se presentará el 21 de marzo, a las 2 pm,  en la  tertulia "La Otra Esquina de las Palabras", en el Café Demetrio, Miami.

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