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Reformas Económicas

Sinsabores del pequeño negocio privado

El miedo al Estado frena a muchos emprendedores a la hora de lanzarse al trabajo por cuenta propia.

Holguín

La pequeña empresa, conocida en Cuba como el "trabajo por cuenta propia", no acaba de florecer debido a dos lastres principales: el primero tiene que ver con el ámbito económico, donde lo fiscal, lo legal y lo financiero deben ir a la par. El segundo radica en lo psicológico.

Tener dinero no es malo

En una conocida cafetería del centro de Holguín, Armando A., sobre los sesenta años, hace un guiño para que espere a que se vayan dos clientes, lava los vasos en que sirvió el batido de frutas y se acerca. "Aunque tú veas el ánimo de muchos, no te lo creas, la gente está esperando un coletazo, conozco a gente que trabaja por cuenta propia como yo y se acuesta todos los días imaginando que mañana el Granma se va aparecer conque se acabó esto, que era una prueba y que bla, bla, bla".

Es por este miedo que Armando afirma que no se ha lanzado del todo, dice que el gobierno está pujando y halando hasta ver cuánto resiste la soga, "hay que esperar, tienen que aflojar más si quieren que esto [el trabajo por cuenta propia] marche mejor".

Javier L., un antiguo profesor de Matemáticas, cree que ha mejorado un poco la visión que se tiene del pequeño empresario. "Antes se miraba mal lo mismo al que vendía dulce de coco que al chofer que tiraba sus viajes a escondidas. En el barrio y en la escuela había vigilancia sobre los vendedores, se tenían como ambiciosos, querían tener más que trescientos pesos de salario; eso, se ha demostrado que no es ninguna bajeza humana".

Tras sus palabras —y aunque cree que esta vez no le darán marcha atrás a las reformas—, Javier aclara que no ha puesto el segundo carro de los dos que tiene a trabajar a tiempo completo. "Si veo que las cosas mejoran, lo pongo en alquiler a un primo mío, si no lo vendo y se acabó la espera".

Por su parte, Carlos P. está disfrazado de dependiente en la pizzería que administra a unos pasos del parque central de la ciudad. Dos o tres veces en la mañana tiene que quitarse el gorro y la bata blanca, dejar todo y partir en la moto a arreglar algo en las otras dos cafeterías que tiene, una en las afueras y otra cercana a un instituto politécnico.

"Llevo estas tres encomiendas (las únicas que declara), pero no sé cómo van a reaccionar si me va bien y monto otra más. Mi hermana, que vive fuera del país, está muy animada. Yo desconfío todavía, no sé qué pueda pasar en el futuro…".

Carlos dice que por ahora es discreto con alguna que otra fiesta en casa, y que de vacaciones se ha ido a Santiago de Cuba. No quiere que lo vean por encima de los demás. "Me acuerdo bien del Plan Maceta, a mi papá le quitaron un camión y una moto sin traspaso de propiedad, y aún así pasó tres años encerrado en una fábrica, haciendo colchones para el Ministerio del Interior".

Curados de espanto

"Estoy desengañada de todo y no me ilusiono con que esto pueda mejorar más, nadie se vuelve loco como para invertir en grande. No se van a meter con los vendedores de fritas y las peluqueras, pero sí con quien ponga diez carros a vender frita y tres o cuatro peluquerías", subraya Bárbara, una pedicurita que afirma haber comprado varios stock en el exterior para iniciar su negocio.

"Tuvieron que aflojar la mano en algunos impuestos y tomaron otras medidas, pero no creo que vayan a más. Veo muy positivo que hayan reabierto el negocio por cuenta propia y que ahora no tengas que pagar por emplear hasta un máximo de cinco personas, pero eso no es más que una curita".

Quien habla ahora es Adalberto S., un emprendedor joven informático: "Tengo algunos servicios que ahora mismo no me atrevo a poner ni en www.cubangos.com ni en www.revolico.com, mis compradores potenciales están en la red, pero el gobierno me pone contra las cuerdas, puedo reparar y vender algunos accesorios y artículos, pero no los que yo quisiera, estoy perdiendo un mercado que a lo mejor voy a lamentar toda la vida", afirma con pesar.

Ana, su compañera de alquiler, terminó los estudios de Telecomunicaciones y ahora se las arregla programando softwares para empresas extranjeras radicadas en la Isla:

"Creo que habrá una solución a largo plazo, ahora mismo aunque camino por una cuerda floja, sé que están por soltar todas las amarras. Tengo miedo que me multen por trabajar para empresas extranjeras sin una licencia ni aportar nada al impuesto, pero el Gobierno es el que me ponen en la ilegalidad, no hay remedio".

La noria gira en busca de una respuesta.

Habría que ver si andan de la mano los cambios de mentalidad junto a una legalidad que proteja y no sea un azote. Un grupo de cubanos y cubanas emprendedores, nacidos bajo la sombra del estatismo, se ha impuesto relanzar la economía propia y la del país, como afirma, con un soplo de esperanza, Bárbara la pedicurita: "Mi abuelo vino de Mallorca y se puso a vender escobas de palma y levantó una familia, yo no puedo ser menos".

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