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Totalitarismo

Aplausos mortales

Durante un período de la historia soviética, unos aplausos extendidos podían conducir a la muerte.

La Habana

Los historiadores rusos Zhores A. Medvedev y Roy A. Medvedev consagran el capítulo 14 de su libro El Stalin desconocido al"asesinato de Bujarin", el destacado colaborador de Lenin, quien había encabezado a fines de los años 20 la llamada oposición de derechas, junto a los también bolcheviques Radek y Tomski.

Vale la pena aclarar que aquella denominación, hecha por el propio Stalin, servía para diferenciar a los seguidores de Bujarin de los de Trotski, a quienes identificaba como oposición de izquierdas. Estos criticaban la estrategia de "socialismo en un solo país" y proponían "la revolución permanente", como línea más consecuente con el apoyo activo al proletariado europeo. Bujarin aceptaba como correcta la fórmula de Stalin, pero discrepaba  de la aplicación de medidas económicas de fuerza, como la colectivización forzosa de la tierra y proponía prolongar la NEP (Nueva Política Económica), para alcanzar el desarrollo a través del mercado. Ya para 1930 esta disputa dentro del Buró Político se había decidido a favor de Stalin.

Bujarin había descendido por lo tanto de las alturas, a "un puesto insignificante como director de investigación del Consejo Económico Supremo". Quien había sido dirigente máximo de la muy activa Internacional Comunista (Comintern) y director del periódico Pravda, no conseguía acostumbrarse a estar detrás del telón. Las cosas reales iban, como de costumbre, de mal en peor, pero Bujarin, entre 1930 y 1933, prefería no hablar de política, incluso con los amigos más íntimos.

Bastaba salir del amurallado Kremlin para chocar con la realidad concreta. En un apeadero de trenes ucraniano, Bujarin vio a las multitudes de mujeres, ancianos y niños con sus estómagos hinchados por el hambre insaciable. Al regresar a Moscú le contó a su padre: "¡Si esto está ocurriendo diez años después de la Revolución, cómo va uno a poder vivir así!"  

Bujarin no estaba ciego ni era insensible a los sufrimientos del pueblo, pero, como muchos entonces y ahora, no fue capaz de reaccionar consecuentemente, congelado por su fidelidad jurada a la Causa.

Según el registro de visitantes a la oficina de Stalin, estuvo más de cuatro años sin ser llamado a despachar con el máximo líder. En 1934 participa como delegado al XVII Congreso del PCUS. Pronuncia allí un discurso elocuente, donde se autocritica y apologiza debidamente a Stalin, a quien califica de"Gran Mariscal del Proletariado Mundial". Integra el Comité Central comocandidato a miembro. Bujarin estaba de regreso a la gran escena.

Poco después,  se le designa como director del diario Izvestia, que en sus manos se convierte pronto en un periódico muy solicitado. Bujarin incluye artículos de otros destacados integrantes de las derrotadas oposiciones —Kaménev, Preobrazhenski, Rikov y Radek—, a quienes Stalin parece haberles perdonado sus "errores políticos". En verdad, como se haría trágicamente evidente, el"montañés del Kremlin" estaba preparando su venganza. Si en la década del 20 el Partido era de Lenin, en la siguiente pertenecía absolutamente a Stalin.

En 1919, los integrantes del primer Buro Político fueron, junto a Lenin, Trotski, Stalin, Kaménev y Krestinski.  Como suplentes, Zinóviev,  Bujarin y Kalinin. Excepto al último, el Georgiano les pasó la cuenta al resto, y a muchísimos más.

Aquel "partido con disciplina y voluntad de acero", forjado por Lenin para la lucha por el poder, una vez instalado en él, y consolidada mediante el terror leninista y el comunismo de guerra, la dictadura del proletariado, devino en maquinaria implacable para perpetuar al Dictador, que resultó ser Stalin, pero probablemente  Lenin, Trotski y el propio Bujarin hubiesen resultado similares monstruos, consecuentes ejecutores del totalitarismo absoluto.

En 1938 le tocó el turno a Bujarin. Invitado como orador al Primer Congreso de Poesía, sus palabras fueron recibidas con atronadores aplausos y, cuando acabó,  "parecía como si la ovación no fuese a terminar. Bujarin permaneció sobre la tribuna, pálido y con aspecto de estar muerto de miedo; al marcharse comentó en voz baja con unos cuantos amigos suyos: '¿Qué habéis hecho? Habéis firmado mi sentencia de muerte'.Y era cierto. La ovación no pudo escapársele a Stalin."

Los autores del libro llegan a poner en duda la condición de comunista del mismo Stalin. Sin embargo, en 1953 también llegó la hora final de Stalin, a quien sus lugartenientes dejaron morir por elemental instinto de conservación.

Les dejo como tarea averiguar cómo puede una sociedad renacer después de haber muerto bajo el totalitarismo.

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