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Opinión

¿Dónde está el Ai Weiwei cubano?

Los artistas cubanos más mediáticos, privilegiados por el régimen, pagan el precio de no romper con los mensajes oficiales.

Londres

Fidel Castro asistió anteayer a la a la inauguración de un estudio de arte en el barrio habanero de Romerillo, informaron medios oficiales cubanos.

El centro está dirigido por Alexis Leyva (Kcho), artista visual con fuertes conexiones con el gobierno de la Isla y amigo personal de Fidel Castro.

Kcho nació en Nueva Gerona, Cuba, en 1970. Se graduó de la Escuela Nacional de Bellas Artes (La Habana) y ha navegado exitosamente en las turbulentas aguas de la escena artística contemporánea, exponiendo en Venezuela, México, Holanda, Brasil, Inglaterra, Turquía, España, Dinamarca, Estados Unidos y Francia, entre otros países. Sus obras se han llegado a cotizar por casi medio millón de dólares en una subasta de Sothebys, que adjudicó obras latinoamericanas por un valor de $9.4 millones.

Y es que Kcho no es el único artista cubano que está cosechando cientos de miles de dólares en el muy competitivo mundo del arte contemporáneo. Otros nombres que trabajan con reconocidas galerías internacionales, participan en eventos y ferias y recogen grandes éxitos, son Carlos Garaicoa, Los Carpinteros y Wilfredo Prieto, por solo citar algunos que tienen abundante visibilidad y cobertura mediática.

Pero hay un factor común entre todos ellos: no hay ninguno que se enfrente al mensaje oficial del Gobierno cubano. Como Kcho, todos tienen fuertes relaciones con las instituciones gubernamentales; a cambio, el Gobierno les permite ser miembros de esa élite de privilegiados que se está formando en Cuba y que cada vez vive más alejada de la creciente pobreza que azota a una parte importante de la población.

La distancia de estos artistas conceptuales de éxito no es solo ya con las clases pobres del país, ese divorcio es aún más marcado a la hora de apoyar con sus declaraciones a quienes intentan articular una sociedad civil y criticar el inmovilismo, la falta de libertades cívicas y el derecho a agruparse y formar alternativas políticas. Algunos esbozan en sus obras la crisis que azota la economía y el deterioro de la sociedad cubana, pero evitan comentar sobre temas más tóxicos, como la libertad de expresión y de asociación.

Kcho es además miembro de esa versión de parlamento cubano llamada Asamblea del Poder Popular. En una reunión pasada llevó a moción que como parte de los nuevos cambios en Cuba, se cobrara un impuesto a todos los cubanos del 100% de sus ingresos, causado indignación en muchos, y sobre todo entre sus colegas de gremio.

A sazón de estas declaraciones de Kcho en la Asamblea Nacional, un exponente de las artes escénicas, el actor Roberto San Matín, le escribiría en una carta abierta: "Señor Kcho. Es vergonzoso y vergonzante que usted exija que a todos los cubanos (incluso a los que no trabajan, pero son una "carga" para el Estado) se les cobre 100% de impuestos. Usted que cobra miles de miles de dólares por sus obras, usted que disfruta privilegios que ningún cubano de a pie, en edad laboral y económicamente activo ha disfrutado nunca en Cuba. Usted que además goza de inmunidad ante actividades por las que cualquier cubano pasaría media vida en prisión. Usted que es el ejemplo mas flagrante de la doble moral socialista, del doble rasero con el que se mide el arte por la revolución cubana…"

Los artistas de éxito viven con unas prebendas en Cuba que solo puede otorgar un Gobierno que controla la difusión de la "subjetividad" en el país y en todas sus instituciones de arte.

Entonces, si este grupo de privilegiados tiene acceso a los medios internacionales como casi nadie en Cuba, ¿por qué no surge un Ai Weiwei cubano?

No olvidemos que Ai Weiwei fue el asesor artístico en la construcción del Nido de Pájaro (Estadio Nacional de Pekín) donde se celebraron los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008, además, gozaba del mismo arropo y cariño del gobierno de China que Kcho y muchos artistas visuales gozan hoy del gobierno de Cuba.

Todo parece indicar que el terremoto de Sichuan de 2008 no solo se llevó la vida de 250.000 personas, entre ellos 5.000 niños, debido a la mala calidad de la construcción de escuelas destruidas, sino que estremeció la existencia de Ai Weiwei para siempre. Sus denuncias y críticas por esa debacle le costaron su posición ventajosa ante el gobierno de China, que le ha quitado sus libertades fundamentales y lo mantiene en prisión domiciliaria.

Los desastres en Cuba se sobrarían para conmover la sensibilidad y el compromiso de cualquier artista plástico del país, y llevarlo a hablar claramente de la urgencia de permitir la creación de canales independientes de participación política. Pero parece ser que a medida que el éxito se incrementa, también se incrementa el precio que han de pagar los privilegiados por romper con los mensajes oficiales.

Esperemos que no tengan que morir miles de niños cubanos para despertar a la vanguardia de los creadores visuales de la Isla.

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