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Poesía

Los años de aprendizaje

'el lenguaje de los golpes/ era hermoso. mi madre/ a media voz, con un cinto// entre las manos, diciendo/ grandes cosas.'

Santiago de Cuba

 

cuando mi madre
me daba por la espalda
un cintarazo, yo solía
maldecirla en mis

adentros. "guárdate
esas lágrimas, pendejo,
para el día que te hagan
falta. esto es para que

aprendas a portarte
como un hombre". tenía
la violencia fácil. ganas
de enseñarme, como

recta Makarenko.
el lenguaje de los golpes
era hermoso. mi madre
a media voz, con un cinto

entre las manos, diciendo
grandes cosas. mi madre
(azotes que penetran
con más precisión que

un taladro en la madera.
mi madre —planos fijos—,
imágenes cortas y largas,
cuerpo parado frente a mí

diciendo: "respétame,
carajo". veamos: escucho,
pero nunca entiendo. me
sobrevienen unas ganas

enormes de matar que me
ponen siempre en entredicho.
mi madre, con el cinto
entre las manos,

tuvo la razón. el montón
de estiércol soy yo. la voz
del excremento soy yo. el
rostro del que orina soy yo.

soy el santo y el gachón.
madre, quiero que me cantes
la canción aquella del payaso.
sin perder la paciencia
ni el orgullo, cántame.
si no te la sabes, búscate una.
sé que no servías para el canto,
sin embargo, el cinto,

lo recuerdas. otros
para mí cantaron. guardo
nítidos detalles. para el uso,
restos del amor. tenías

el pelo cano, y el talle
esbelto. casi yo te amaba.
pero […], ahora estoy
tranquilo. como un buey

que duerme bajo la lluvia,
duermo y sueño al lado de
mi madre. su presencia, sin
embargo, no es presencia

del mal. no conozco infancia
más amena... que aquella que
erigí bajo los golpes. digo
esto alegremente: palabras

que no ahogan,
que no admiten otro reino
de palabras. prosiguen sin
dolor, de manera que el dolor

se torna deseable. este
que soy, cobarde aceptación
de lo que fui, como un buey que
duerme bajo la lluvia,

contempla una pequeña flor
crecida en el estanque. tú
lo sabes, perdida flor, perdida
madre. como a un niño

que no entiende otro
lenguaje. a todo el que
me da su amor, le suelo
propinar su cintarazo.

 


Oscar Cruz nació en Santiago de Cuba, en 1979. Sus últimos libros de poemas publicados son Las posesiones (Letras Cubanas, La Habana, 2010) y Balada del buen muñeco (SurEditores, Madrid, 2012). Ha traducido a Georges Bataille: El pequeño (Editorial Santiago, Santiago de Cuba, 2010). Coedita la revista literaria La Noria. Este poema pertenece a un libro inédito.

Otros poemas suyos: Lo que cuentaLa diferencia, La derrota y Percusión menor.

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