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El país que desapareció

Dos calles en una misma avenida

Monserrate y Egido, dos calles habaneras llenas de historia por correr junto a la antigua muralla de la ciudad.

La Habana

La calle Monserrate recibió su nombre por la ermita de Monserrate, que existía en la plazuela de las puertas de la muralla denominadas de igual forma. La ermita, edificada en 1695 y destruida en 1836, fue reedificada en extramuros en 1844, en el lugar donde se encuentra actualmente: Galiano entre Concordia y Conde Cañongo.

La calle Egido, por su parte, estuvo antiguamente ocupada por la muralla y las puertas de la misma, denominadas De Tierra, Del Arsenal y Puerta Cerrada. Allí comenzaban precisamente los "ejidos" —porciones de tierra para uso colectivo—. Por disposición del Cabildo de la ciudad, tuvieron su residencia en este lugar muchos de los denominados "cabildos de nación" de los esclavos africanos. Oficialmente, como continuación de la calle Monserrate, lleva el mismo nombre de Avenida de Bélgica.

La Avenida de Bélgica, como calle Monserrate, comienza a la altura de la calle Colón y termina, como calle Egido, en la plazoleta de la calle Desamparados, frente a los muelles, a un costado de la Estación Terminal de Ferrocarriles. Donde comienza existe una corta avenida que parte del antiguo Palacio Presidencial, denominada Avenida de las Misiones, y termina frente al  monumento a Máximo Gómez, construida para darle mayor realce a la Casa de Gobierno.

Donde nace Monserrate, a su derecha, entre las calles Refugio y Colón, se encuentra el edificio que, comenzado a construir para Palacio Provincial, fuera adquirido por el Estado, por disposición del entonces presidente de la República, general Mario García Menocal, y convertido en Palacio Presidencial, siendo inaugurado como tal por él en 1920. Aquí radicaron todos los presidentes de la República y dos después del año 1959, hasta que fuera transformado en el denominado Museo de la Revolución, eliminando el parque Zayas con su estatua, que existía en su parte posterior, anexando este espacio al museo como Memorial Granma.

El edificio, en su estado original, fue obra de los arquitectos Carlos Mauri y Paul Belau, el primero cubano y el segundo belga. Poseía tres pisos —el cuarto le fue agregado en 1940— y estaba compuesto por un pasaje para coches en su entrada principal por la calle Refugio, un gran vestíbulo con la escalera principal de mármol de Carrara, rematada por una cúpula cubierta en su interior con cerámicas policromadas, que incluye cuatro pechines decorados por Esteban Valderrama y Mariano Miguel González, sobre un fondo de láminas de oro de dieciocho quilates, estando terminada exteriormente en terracota.

En el segundo piso, sobre el pasaje de la entrada, existe una terraza que comunicaba con el Salón Dorado o comedor presidencial —con un tríptico de Leopoldo Romañach— y con otras dependencias. En el tercer piso se ubicaba la residencia del presidente, y en el cuarto la guarnición. Aunque es difícil de caracterizar arquitectónicamente, pues sus componentes responden a diferentes estilos, resulta una edificación hermosa. El 13 de marzo de 1957, el Palacio fue atacado por un comando del Directorio Revolucionario, con el objetivo de ajusticiar al entonces presidente, general Fulgencio Batista, acción que no logró el éxito deseado.

A su izquierda se halla la iglesia del Santo Ángel Custodio, que fuera construida entre 1866 y 1871 por el obispo Jacinto María Martínez, en sustitución de la original edificada por el obispo Compostela en 1685 en la loma de Peña Pobre, al comienzo de la calle que después llevaría su nombre, y que fuera destruida por el huracán de 1846. Es un templo de estilo neogótico, en el cual fueron bautizados Félix Varela y José Martí, que se encuentra incorporado a nuestra literatura, pues la gran novela cubana del siglo XIX, obra del escritor Cirilo Villaverde, lleva por título Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, debido a que la casa de la protagonista da a esta loma y las escena culminante de la misma, se desarrolla en el pórtico de la iglesia.

En la esquina de las calles Aguacate y Chacón se preserva una antiquísima casa del siglo XVIII, utilizada actualmente como peluquería en sus bajos y paladar en sus altos. En la acera opuesta, en la manzana comprendida entre las calles Zulueta, Monserrate, Trocadero y Ánimas, donde antes se encontraba el Mercado de Tacón o Plaza del Polvorín, se halla el hermoso edificio construido en 1954 para el Palacio de Bellas Artes, obra del arquitecto Alfonso Rodríguez Pichardo, después denominado Museo Nacional de Bellas Artes, el cual en su época fuera considerado como uno de los más grandes museos del hemisferio occidental.

El edificio posee tres niveles, unidos entre sí por elevadores, escaleras y una amplia rampa. En él se expone actualmente la muestra permanente de arte cubano, ya que la de arte universal se encuentra en el antiguo Palacio del Centro Asturiano. La construcción contiene numerosas obras escultóricas y de pintura mural en sus fachadas y espacios interiores. Entre ellas se destacan un conjunto escultórico de Rita Longa, los bajorrelieves y el mural del vestíbulo, obra de Jesús Casagrán y Enrique Caravia, y el balcón de la fachada, obra de Mateo Torriente Becker. Otras pertenecen a Juan José Sicre, Ernesto Navarro, Eugenio Rodríguez y Alfredo Lozano. Originalmente, el edificio estuvo rodeado de portales en su planta baja, los cuales fueron cerrados posteriormente.

A continuación, después del parqueo, se encuentra el Palacio Balaguer, construido en 1873. Este ocupa un importante espacio en la calle Ánimas entre Monserrate y Zulueta, y fue remodelado en 1916 para ser utilizado como casa de huéspedes. En él es de destacar la extensa columnata de alto puntal, algo desproporcionada en relación con su piso superior. Actualmente, bastante desmejorado, se dedica a viviendas.

En el número 258 aparece el palacio del Renacimiento, construido en 1932 como sede de la Sociedad Cubana de Ingenieros, obra de Emilio de Soto Hernández y Cía., donde actualmente radica la Asociación Canaria de Cuba. Llaman la atención sus tres arcadas, sus ladrillos y su techumbre de tejas con pronunciada pendiente y amplios aleros que se proyectan hacia la calle. Junto a él, separado por un pasillo, el local del que fuera cine Actualidades y, a continuación, la parte trasera del Hotel Plaza.

En la acera de enfrente, en la esquina con la calle Empedrado, existe el que fuera Cuartel de Milicias, construido en 1764, considerado obra de Silvestre Abarca y Pedro de Medina, señalado como el mayor cuartel de la ciudad en el siglo XVIII, sede de los batallones de milicias que, en aquella época, se clasificaban según sus integrantes en blancas, pardas y morenas. Al trasladarse las milicias de blancos y pardos hacia Guanabacoa, adquirió el sobrenombre de Cuartel de Morenos, teniendo esta función hasta 1844, en que se destinó a otras dependencias militares.

En la República fue utilizado como Secretaría, después Ministerio de Gobernación, así como también, de forma conjunta, como Jefatura de la Policía, Jefatura del Estado Mayor del Ejército y Departamento de Investigaciones, dando una muestra de buen aprovechamiento de los espacios dentro de una misma edificación.

En enero de 1959 se instaló allí la Jefatura del Ejército Rebelde, pasando después al Ministerio del Interior y, actualmente, es utilizado como pinacoteca del cercano Museo Nacional de Bellas Artes.

A continuación, entre las calles Empedrado y San Juan de Dios, el famoso edificio Bacardí, construido en 1930, obra de los arquitectos Esteban Rodríguez Castello, Rafael Fernández Ruenes y José Menéndez Menéndez, ganadores del concurso organizado al efecto. La decoración de las fachadas originalmente estuvo inspirada en el estilo renacentista, siendo la definitiva ornamentación Art Déco decidida durante la confección del proyecto ejecutivo, para ponerla a tono con el nuevo estilo imperante en Europa y los Estados Unidos.

En el exterior se utilizaron granitos policromos, piedra de Capellanía, ladrillos en colores y terracota. El basamento fue enchapado en granito natural brillado importado de Baviera y Noruega, el cuerpo central con ladrillos multicolores y piedra de Capellanía y el último piso y la excepcional torre escalonada con ladrillo y terracota de colores. Entre estos dos niveles se concentra la mayor riqueza decorativa del edificio, coronado con el murciélago, símbolo de la Compañía  Bacardí. El edificio fue diseñado con cinco pisos para oficinas, con treinta y cuatro departamentos en cada uno, además de diversos salones de reuniones y un hermoso bar para degustar los productos que se comercializaban. El vestíbulo constaba de dos locales anexos, decorados con mármoles multicolores de piso a techo en estilo arte moderno, caracterizado por la geometría de los ornamentos y las terminaciones pulidas y brillosas.

Continuando por la misma acera, aparece un edificio en bastante estado de deterioro y un pequeño parque con el busto del alcalde Supervielle y, tras él, la entrada principal de la tienda Harris Brothers. Después, el final de las calles O´Reilly y Obispo, separadas por el también pequeño parque con la estatua del ingeniero Francisco de Albear y una fuente.

En este lugar se abrieron en la muralla, en 1835, las Puertas de Monserrate, más o menos donde hoy se encuentran la Manzana de Gómez y el antiguo Palacio del Centro Asturiano, ya descritos al escribir sobre las calles San Rafael y Neptuno. Estas puertas estaban formadas por arcos de sillares abiertos en la cortina del recinto, entre los baluartes de la Pólvora y Monserrate, con un puente exterior de once arcos de sillería que atravesaba el foso.

Avanzando por la misma acera, aparecen el bar restaurante Floridita, famoso por su daiquirí y por la preferencia que tenía del lugar el escritor norteamericano Ernest Hemingway, y los restaurantes de comidas españolas La Zaragozana y el Castillo de Farnés, este último famoso también por sus sándwiches de embutidos. Después se encuentra el local del bar Franco, ocupado ahora por el restaurante Monserrate, algunos edificios construidos al principio de la República venidos a menos y, en la acera opuesta, en la manzana de las calles Zulueta, Monserrate, San José y Teniente Rey, el parque, la parte posterior del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, construido en 1924, obra del arquitecto Benjamín de la Vega, de estilo clásico, y un trozo de la antigua muralla.

Entre Teniente Rey y Dragones se sostienen, en equilibrio milagroso, las paredes exteriores del que fuera el Gran Hotel, cubierto de enredaderas, esperando una recuperación que nunca llega, la sede de la Cruz Roja, de estilo clásico, y la del Consejo de Veteranos.

En la acera opuesta los locales que pertenecieron a la peletería Moncarz y al restaurante Puerta de Tierra. Ya en la esquina, la Estación que fuera anteriormente de la Policía de Turismo. Aquí, en el final de la calle Muralla y comienzo de Dragones, termina Monserrate y comienza Egido.

Egido

En la acera izquierda, entre Muralla y Sol, donde existió la Puerta de Tierra, se encuentran la plazoleta y el antiguo convento e iglesia de las Madres Ursulinas, conocido como el Palacio de las Ursulinas.

Esta comunidad, residente en Nueva Orleáns, con motivo de haber pasado la Luisiana a manos francesas, en 1803 se trasladó a La Habana, albergándose en la parte de la Casa de las Recogidas correspondiente a la calle Egido, por concesión del obispo Espada, entregándoles todo el local, ampliamente restaurado, en 1815.

En 1850, con el auxilio de Doña María Josefa Santa Cruz de Oviedo, construyeron la iglesia contigua al colegio y monasterio. Hace años el convento y el colegio se trasladaron para Alturas de Miramar, donde fueron intervenidos y expropiados. El edificio primitivo fue utilizado para viviendas y comercios, entre ellos la cafetería Yumurí y el Hotel San Carlos y, en el local de la antigua iglesia, se ubicó el cine Universal.

Hoy todo se encuentra en avanzado estado de deterioro. Enfrente se alza el que fuera Palacio de los Condes de Casa Moré y después de los Marqueses de Villalba, construido en 1872 por el arquitecto Eugenio Rayneri Sorrentino y, cruzando la calle Monte, otros edificios no tan grandiosos ni artísticos, ya descritos al escribir sobre esta calle.

En esta acera ofrece interés el denominado Palacio de Balboa, construido como residencia de los marqueses de ese apellido en 1871, obra del arquitecto español Pedro Tomé y Verecruise, que ocupa la manzana de Egido, Zulueta, Gloria y Apodaca. El mismo se aleja del estilo neoclásico imperante en ese momento y recuerda los palacetes con influencias francesas. Está rodeado de jardines y posee fachadas por los cuatro costados. Se encuentra ocupado desde 1925 por el Gobierno Provincial de La Habana, teniendo buen estado de conservación.

El otro edificio importante en esta acer, lo constituye la Estación Central de Ferrocarriles, conocida también como Estación Terminal, en Egido entre las calles Arsenal y Paula. Fue construida en 1912 en la zona del Arsenal, y su fachada reúne una mezcla de Renacimiento español e italiano, siendo obra del arquitecto Kenneth H. Murchison. Consta de dos torres de 37 metros de altura con decoración plateresca, en las que aparecen los escudos de Cuba y de La Habana, teniendo en el centro del edificio un reloj. Fue restaurado en 1987 y resulta una ironía que, con una estación tan bella, el sistema ferroviario cubano sea tan malo.

En esta acera resultan interesantes dos fragmentos de la vieja muralla que se mantienen: uno en Egido entre Arsenal y Misión, que perteneció al Cuerpo de Guardia en la Puerta del Arsenal, y el otro, una pared con una puerta tapiada, cerca de los muelles en la Puerta La Tenaza.

En la acera izquierda, a partir de la calle Sol, se encuentran edificaciones en ruinas o en bastante estado de deterioro, la que fuera la tienda El Baluarte, los restaurantes Puerto de Sagua y El Baturro, uno dedicado a productos del mar y el otro a comidas españolas, y el local que ocupara el hotel Villaclara. En la calle Paula, en el número 314 casi esquina a Egido, se halla la casa natal de José Martí, una modesta vivienda de 1810 que ha sido restaurada en varias ocasiones y es considerada Monumento Nacional. En las calles Fundición y Desamparados termina Egido y, con ella, también la Avenida de Bélgica.

Las calles Monserrate y Egido, unidas en la Avenida de Bélgica, son dos calles llenas de historia, por extenderse a lo largo de lo que fuera la Muralla de la ciudad, con sus diferentes puertas y baluartes. En ellas se encuentran importantes edificaciones que, aún hoy, transcurridos años de abandono y falta de mantenimientos, muestran lo que fuera la ciudad de La Habana en sus épocas de esplendor que, desgraciadamente, nada tienen que ver con la actual. Ruinas, viviendas y edificios en estado precario, pésimas adaptaciones, suciedad e insalubridad se encuentran en ellas, mayormente en la segunda, desde la calle Monte hasta Desamparados. Sin lugar a dudas, resultará sumamente complicado, debido a su avanzado estado de deterioro, salvar este importante sector de la ciudad.

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