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Opinión

Castrismo: más rasgos fascistas que nunca

'Irónicamente, Obama pasará a la historia como el presidente norteamericano que contribuyó a que la dictadura castrista adquiriese rasgos militares más nítidamente fascistas.'

Los Ángeles

La política del presidente Barack Obama de hacerles concesiones unilaterales a los Castro los ha envalentonado de tal manera que la dictadura cubana se parece ya más a los regímenes fascistas del siglo pasado que a cualquier otra cosa imaginada por Marx, Lenin, Mao, o el Che Guevara.

Lejos de estar derivando hacia un modelo más abierto económicamente y menos brutal con su pueblo, que se suponía era el objetivo del acercamiento norteamericano, el régimen se está convirtiendo en un modelo social basado en la propiedad corporativa de las fuerzas armadas y en la represión rampante. Tal protagonismo militar directo y desmesurado en la economía es  un claro rasgo fascista.

La economía cubana está dejando atrás aceleradamente el andamiaje marxista-leninista instalado por el Che Guevara en los años 60, por encargo de Fidel, basado en un plan central trazado en la JUCEPLAN, que debía ser ejecutado por la burocracia civil de las llamadas "empresas consolidadas", a cargo de las fábricas, el comercio, el transporte y los servicios.

Aquellas entidades estatales estaban sujetas a un estricto presupuesto, convoyado por la "emulación socialista", los estímulos morales (banderitas y gallardetes colectivos), y el trabajo voluntario para forjar el "hombre nuevo".

Ya no hay "consolidados" civiles. Hoy más del 80% de la planta industrial, del comercio y de los servicios de la nación es, de hecho, propiedad directa de las fuerzas armadas, que ya controlan  el total de los ingresos en divisas, y el turismo del país. 

Las empresas guevarista-estalinistas van siendo sustituidas por grandes corporaciones, grupos empresariales y compañías controladas por las fuerzas armadas, algunas  asociadas con inversionistas extranjeros, y a cargo de generales y coroneles u oficiales retirados del MININT.

El general  Castro, en sus breves  y muy escasos  discursos, no menciona a Marx o Lenin, ni teoriza sobre las musarañas de un "futuro luminoso", como hacía su hermano. Prefiere cosas más mundanas. Se dedica a afianzar el control de la economía por parte de su familia y de las fuerzas armadas.

Todas las empresas en poder de los militares operan bajo leyes y métodos de gestión capitalista, pero para beneficio de ellos mismos y de la elite dirigente del país, y no del pueblo cubano, y ni siquiera del Estado, pues no rinden cuentas al Gobierno. Eso facilita disponer de millonarias cuentas en bancos suizos y hacer inversiones en Occidente, incluso en EEUU, lo cual es más práctico que filosofar o hablar de Lenin.

Mientras tanto, como  dijo  recientemente el diario The Washington Post, la política de Obama hacia la Isla consiste en decirle a Raúl Castro que haga lo que venga en ganas, pues "ningún nivel de represión podrá descarrilar" el acercamiento a La Habana.

El modelo raulista, aún empotrado en los restos de un estatismo estalinista resquebrajado y  con un Partido Comunista en el que ya nadie cree, es estrictamente militar y con ribetes fascistas. Se viste de civil para venderse como inocente Caperucita y no como Lobo.

Los Castro detestan  oír hablar siquiera de "empoderar" a los cuentapropistas. Esos son peligrosos competidores que obstaculizan los planes de monopolizar todo lo que puedan de los distintos sectores de la economía nacional. Generales,  coroneles, comandantes y sus familiares quieren ser ellos solos quienes se enriquezcan en grande al hacer negocios de tipo capitalista, por ahora con cualquier comerciante, turista o inversionista extranjero, y luego con los norteamericanos cuando se levante el embargo.

No al desarrollo de negocios privados

Una evidencia de militarización económica es  la decisión del Gobierno de suspender la entrega de licencias para abrir nuevos paladares en La Habana, y arreciar los controles que padecen sus propietarios. Ello se debe, pretextos aparte, a que los restaurantes y cafeterías privados constituyen la actividad privada más exitosa que hay en el país actualmente.  

El turismo se incrementa constantemente, y los Castro perciben que si dejan crecer al sector gastronómico privado luego será muy difícil competir con él. Consideran que un "exceso" de restaurantes privados es una amenaza para sus planes de controlar el muy dinámico sector gastronómico.

Claro, el Estado ya no tiene cómo sustituir a los paladares. Prohibir su proliferación afectará  la oferta gastronómica al turismo, que crece ahora muy rápidamente. Eso es cierto, pero la ambición y el deseo de controlarlo todo de los Castro es irracional. No solo no quieren más restaurantes privados exitosos, sino impedir que se desarrolle  en grande cualquiera otra actividad privada en la Isla. Y punto.

La represión política en la Isla es otro rasgo fascista más nítido que antes.  El general Castro no pronuncia discursos narcisistas inacabables, pero sí sigue la  táctica que aprendió Fidel en sus estudios de Hitler, Mussolini y Primo de Rivera cuando era estudiante de bachillerato en el Colegio de Belén:  alimentar el odio de las "masas" contra un supuesto enemigo.

Odiar a un enemigo imaginario

Como ya a estas alturas nadie en la Isla cree en Marx, Lenin y el comunismo, el dictador acude a una palanca  casi infalible para movilizar a las "masas": el rechazo al "imperialismo yanqui",  que ahora el régimen asegura cambió de estrategias para minar la revolución desde dentro. Esto explica el actual frenesí de propaganda política y patriótica, no visto desde que el general Castro asumió como nuevo faraón en jefe.

En la Alemania y la Italia de los años 30 sus gobiernos fascistas sembraban en la población el odio a un enemigo  imaginario interno o externo, para exacerbar el nacionalismo y el patriotismo. Para ello era esencial la desinformación, la propaganda más delirante y la represión política. El Estado paternalista intervenía en todos  los aspectos de la vida del individuo, al que liberaba así de su "miedo a la libertad", al decir del psicólogo alemán Erich Fromm. No había derechos individuales.

En Cuba, el PCC (para eso sí sirve) acaba de lanzar estridentes campañas propagandísticas de loas a la "Patria socialista" y de ataques contra el "imperio". Una de ellas, la "Jornada de debate por el deber patrio y antimperialista", se prolongará hasta el 15 de marzo de 2017 y tuvo como ejercicio preparatorio una  audiencia en la Asamblea Nacional denominada "El pueblo de Cuba contra el bloqueo". 

Paralelamente  fueron movilizados miles de jóvenes en todas las universidades del país en una campaña llamada "Avispero contra el bloqueo". Y la obediente Unión Nacional de Escritores y Artistas (UNEAC)  dijo que EEUU impulsa una "guerra cultural" contra Cuba. En tanto, el primer vicepresidente del Gobierno, Miguel Díaz-Canel llamó a los estudiantes cubanos a saber enfrentar "los desafíos que supone la avalancha mediática del imperio".

En fin, la Administración Obama no acaba de entender que no importa lo que le conceda a La Habana, el castrismo jamás va a normalizar  las relaciones con EEUU y  nunca será  aliado de Washington. Siempre va estar alineado con los enemigos de EEUU: Rusia, China, Irán, Venezuela, Corea del Norte, Siria y todo el polo geopolítico que se opone a la más antigua democracia del planeta.

Con la actual política, que al parecer será la misma de Hillary Clinton si llega a la Casa Blanca, EEUU fortalece políticamente al régimen cubano  y perpetúa la falta de libertades. Ese será el verdadero legado de Obama. Sí, reanudó las relaciones diplomáticas con Cuba y convirtió en un colador al embargo comercial y económico a la Isla. Pero al precio de coadyuvar a un traspaso más cómodo del poder de los vetustos "héroes" de la Sierra Maestra a la familia de los Castro y el generalato más joven, sin avance alguno en  las libertades para los cubanos.

Irónicamente, Obama pasará a la historia como el presidente norteamericano que contribuyó a que la dictadura castrista adquiriese rasgos militares más nítidamente fascistas que nunca.

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