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Relaciones Cuba-EEUU

Cuidado con el camarón encantado

Nada conciliadora fue la disertación hecha en Washington por el canciller Bruno Rodríguez Parrilla. OPINIÓN: Pardo Lazo: Entre la Patria y el castrismo / Quiñones: Obama y el rey Pirro

La Habana

Quedó formalmente inaugurada la Embajada de Cuba en los Estados Unidos de América. Ya ondea en Washington la bandera nacional, lo que significa la reanudación de las relaciones diplomáticas entre los dos países.

Muchos esperábamos que los comienzos de ambas delegaciones fueran simultáneos, pero en días anteriores se anunció que solo sería celebrada la ceremonia en Washington y que el acto de La Habana quedaba pospuesto hasta la visita a la Isla del Secretario de Estado  John Kerry.

Se trata de un evento para el cual el Gobierno cubano ha venido preparando su puesta en escena. Como protagonistas, los agentes de la Seguridad del Estado y la policía política andan decidiendo quiénes pueden y quiénes no pueden acercarse a los alrededores de la actual Sede de la Oficina de Intereses, futura Embajada, entre otras paranoias.

Me pregunto si para entonces seguirá allí la Tribuna Antimperialista y el Bosque de las Banderas cerrando el frente del edificio. ¿No sería un gesto amistoso que al menos esta plaza fuera movida de lugar?

Claro que no será así. Estoy segura de que inmediatamente después del discurso de Kerry en dicha misión se abarrotarán los medios de alocuciones preconcebidas, haciendo críticas a las menciones que haga el funcionario norteamericano al tema de la democracia y los derechos humanos en la Isla.

Sin embargo, nada conciliadora fue la disertación que hiciera en la apertura de la Embajada cubana el canciller Bruno Rodríguez Parrilla. Su texto parecía más una Tribuna Abierta que un comunicado de inicio de reconciliación diplomática.

Una vez más echando mano de la historia y politizándola a niveles sorprendentes para justificar los puntos de desentendimiento entre las dos naciones. Advirtiendo, para que nadie vaya a confundirse, que nada cambiará en la política de la Isla y condicionando cada paso que se dé para limar asperezas entre los regímenes.

Vuelve la perorata gubernamental a utilizar la obra y el pensamiento de José Martí como blasón para establecer "víctimas y victimarios" en la historia de las relaciones entre Cuba y EEUU, cuando a estas alturas esas citas están de más y se debería solo pensar y trabajar en nuevos capítulos y no regodearse en el pasado, aunque para ambas partes este no pueda negarse.

La estrategia del Gobierno cubano debería llevar un tono menos discrepante, con toda la cautela que les plazca, pero sin prepotencias, ni excesos. Porque me recuerdan a Massicas, personaje  del cuento "El camarón encantado" del francés Laboulaye, que Martí tradujera en septiembre de 1889 para el tercer número de la revista La Edad de Oro.

Massicas no se conformaba y cada vez pedía más y más al camarón encantado, hasta que finalmente se quedó otra vez sin nada.

Parafraseando a la Iglesia Católica, ya podemos decir: Habemus Embajada. Pero cuidado con tantas condiciones, que puede terminarse como el personaje de un cuento infantil.

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