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Política

La ideología ahoga a los maestros

Nada de creatividad al enseñar, maestros y profesores son vigilados celosamente para que no se aparten de un guión preestablecido. Por eso tantos abandonan la profesión.

La Habana

En días recientes se han estado manejando dos cifras que confirman la crítica situación del personal docente en el sistema educacional cubano: 6.938 maestros causaron baja durante el curso 2013-2014, mientras que faltan 10.800 educadores en el actual 2014-2015.

Cuatro razones fundamentales han sido esgrimidas para explicar el éxodo de maestros y profesores en los últimos tiempos: el insuficiente salario, el exceso de burocracia, la incomprensión familiar, y el escaso reconocimiento social hacia la figura del maestro. Con independencia de que casi siempre se acude al primero de los elementos mencionados para mostrar la vida azarosa de los maestros en la Cuba de hoy, nos interesa ahondar ahora en los mecanismos burocráticos presentes en el entorno del maestro, y que con frecuencia le dificultan sobremanera su trabajo.

En la mayoría de las asignaturas, los planes de clases constituyen un obstáculo para el despliegue de la creatividad en las aulas por parte de los docentes. Porque, claro, es lógico que maestros y profesores deban cumplir las indicaciones metodológicas que parten del Ministerio de Educación (MINED). Pero una cosa es lo anterior, y otra bien distinta es la exigencia de que en asignaturas como Historia y Marxismo, los maestros deban escribir en el plan de clases, casi palabra por palabra, todo lo que van a expresar en las aulas.

Semejante directiva, además de irracional, multiplica el papeleo en torno a los maestros, y también incrementan los chequeos y controles que ellos padecen de parte de inspectores y metodólogos, los cuales se afanan por comprobar si los educadores han cumplido la draconiana disposición. En caso contrario, los maestros "incumplidores" verán afectadas sus evaluaciones como trabajadores, y no se descartan hasta disminuciones de salario.

Quienes de esa forma pretenden normar las ideas que se transmiten a los alumnos olvidan la tradición de libertad presente en las aulas cubanas. Una tradición que conoció de un momento culminante hacia el primer tercio del siglo XIX, cuando el presbítero Félix Varela inauguró la Cátedra de Constitución en el Seminario San Carlos y San Ambrosio. Según nos cuenta el historiador Fernando Portuondo en su texto Historia de Cuba 1492-1898,  "Ciento noventa y tres alumnos se inscribieron en la Cátedra de Varela, y un público numeroso se agrupaba en la puerta y en las ventanas, manteniéndose allí por una hora para tener el gusto de escucharle".

Es imposible que un maestro que no disponga de la libertad creativa del Padre Varela, y que por el contrario deba guiarse por un plan de clases que parezca una "camisa de fuerza", llegue a despertar una admiración similar entre sus alumnos.

Es indudable que en materia de creatividad docente hemos involucionado, al punto de caer por debajo de lo logrado en la Colonia. Si entonces ciertos amagos constitucionalistas creaban fisuras en el absolutismo del monarca Fernando VII, y tanto en España como en la Isla había un espacio para la enseñanza de las ideas liberales, con el castrismo no hay tregua para la censura de maestros y profesores. Las clases de Historia que reciben nuestros niños y jóvenes, por ejemplo, han de servir para presentar el pasado como una sucesión de hechos que forzosamente conducirían al arribo de Fidel Castro al poder en 1959.

Todo lo anterior nos conduce a dudar del alcance de la denominada "flexibilización del proceso docente-educativo", que se presenta como la vedette del actual curso escolar. Por supuesto, se permite la flexibilización en la forma. O sea, en los horarios y en la manera de organizar las actividades extraescolares. Sin embargo, para el contenido no existe flexibilización alguna. El inmovilismo ideológico —que yace en el fondo de la burocracia y el papeleo— continúa lastrando la labor de los educadores cubanos.

Si un día, incluso, los maestros y profesores pudieran vivir de sus salarios —sin tener que recurrir a los "inventos" que tanto abundan entre nosotros—, pero prosiguieran las excesivas indicaciones "de arriba" para la preparación de las clases, es muy probable que la profesión aún no fuese atractiva para los jóvenes, adolescentes y sus familiares.

No en balde la película Conducta, del realizador Ernesto Daranas, descuella por el mensaje de la maestra Carmela: "El día en que yo no decida lo que sucede en mi aula, hasta ese momento soy maestra".

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