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Entrevista

Cuentos entre la vida y la muerte

José Hugo Fernández, narrador y periodista independiente en La Habana, acaba de publicar 'La novia del monstruo'.

Miami Beach

Se saca libros de la manga, donde los mantuvo sospechosamente ocultos, parece que con la pícara estrategia de, llegado el momento, caernos en pandilla, publicándolos a razón de dos y hasta tres por año. A ese ritmo, José Hugo Fernández lleva ya 14 por delante, entre novelas y libros de cuentos, más otros de crónicas y de estampas cuasi costumbristas sobre la sociedad habanera de hoy.

¿Por qué precisamente los publicas ahora y no en épocas anteriores, cuando existían mayores facilidades, aun en las propias editoriales cubanas?

Porque solo ahora he sentido la necesidad de hacerlo. Quizá debiera dar una explicación más interesante o sustanciosa, pero francamente no tengo otra.

Acaba de salir al mercado tu libro de relatos 'La novia del monstruo'. ¿Es el primero que publicas con Plaza Editorial?

Con Plaza Editorial sí, pero no con su editor, Jorge Luis Mota, quien ya me publicó varios títulos en Atom Press Storefront.

Me considero afortunado al haber podido contar con un editor como él, profesional, serio y devoto de la literatura, mucho más que de sus falibles ganancias económicas. Mota es tal y como cuentan que eran los editores de antes. Plaza Editorial es su apuesta para este tiempo donde todo está en crisis, pero él no se da por enterado. Hace como si con él no fuera, impulsando esta nueva empresa, dedicada, sobre todo, a reeditar clásicos, con exquisito acierto en la selección y con un gran celo ante la calidad del proceso editorial.

Y por añadidura, al igual que los editores de antes, los de verdad, también se la juega editando a pobres diablos como yo.

En la mayoría de los relatos de 'La novia del monstruo', te diste gusto jugando con la muerte, vacilándola, burlándote de su amenazante solemnidad, ¿será que no le temes o que intentas conjurar el miedo?

El personaje principal del libro, que de alguna manera enhila todos los relatos, se pasea con naturalidad entre la vida y la muerte. Creo que a derechas el propio personaje —que es una anciana— no sabe si está viva o muerta. Podría ser entonces que la muerte no le asuste ya, ni la intrigue siquiera, así que bromea e ironiza con ella como si fuese alguno de sus seres más íntimos.

En realidad, no me lo propuse, pero es razonable que el modo en que este libro tira a relajo a la muerte sea un indicador de cuánto me asusta, como a casi todas las personas, y de lo mucho que me gustaría conjurar ese miedo.     

¿Es intencional esa manera de continuidad sutil que hay entre los relatos?

No fue tramada, pero no podría decir que no es intencional. En todo caso, más que yo, la intención la agregó la anciana protagonista.

¿Por qué privilegias en este libro los relatos breves, nanocuentos, microficciones, o como se les llame, lejos de otras formas narrativas más extensas?

Ya sabes que muchas veces el contenido define la estructura. Este es uno de esos casos, creo.

Tu narrativa se caracteriza, en considerable medida, por una relación casi visceral con la realidad inmediata de tu país y de tu época, que es la presente. Pero este libro se desmarca un tanto de esa cualidad...

No, yo no lo creo así. En cualquier caso, ningún tema me es ajeno. No se ha puesto suficientemente en solfa ese prejuicio (incomprensible y aún absurdo), según el cual lo asuntos de carácter socio-político no son adecuados para la buena literatura.

Entre un panfleto y una obra de arte, jamás ha sido determinante el tema que tratan, sino el talento de sus hacedores. Es algo que estamos aburridos de constatar, desde la tragedia griega hasta el realismo socialista. Y no siempre los panfletos son políticos.

La tristeza, el erotismo, los celos y las puestas de sol han servido de base a muchísima más basura literaria que la política, y nadie dice que no sean temas aconsejables para la gran literatura.

¿Tu mayor ilusión con este y los otros libros?

Que los lean. Bueno, que los compren y que los lean. No me interesa la fama, solamente saber que a alguien le llegó lo que escribí.

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