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Política

Raúl y el 'hombre nuevo'

Con su mensaje de Año Nuevo, Castro II evidencia que su 'revolución' es solo un pasado muy doloroso. No tiene presente, y mucho menos futuro.

Los Ángeles

El "hombre nuevo" revolucionario que diseñaron el Che Guevara y Fidel Castro para el siglo XXI está totalmente desconectado de la revolución, se opone frontalmente a ella, o tiene como meta irse del país para vivir en el capitalismo.

El Che no vivió lo suficiente para constatar la inviabilidad de crear en el laboratorio estalinista una raza superior de hombres-corderos, pero Fidel Castro sí vive y cosecha en silencio desde Punto Cero los resultados de tan colosal idiotez.

Lo de idiotez lo admitió de hecho Raúl Castro en su discurso del primero de enero de 2014, aunque obviamente lo reconoció a la manera castrista: acusó a los "centros de poder global" (léase Washington) de "inducir la ruptura entre la dirección histórica de la revolución y las nuevas generaciones" y de "introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonial enfiladas contra las esencias mismas de la revolución socialista".

Traducidas correctamente tales "denuncias", lo que realmente dijo el dictador fue que los jóvenes cubanos, y los no tan jóvenes, rechazan masivamente el régimen que él preside.  Nunca ningún jerarca de la cúpula dictatorial había admitido eso públicamente.

Volviendo al comandante argentino, para él y para el Castro mayor la revolución solo sería auténtica si era capaz de crear un "hombre nuevo" comunista listo para trabajar lleno de entusiasmo contagioso todo el tiempo en las tareas más duras, sin importarle la remuneración y dispuesto a sacrificarlo todo, incluso su familia, en el cumplimiento del deber.

Ese robot humano, tan enajenado que parece el personaje protagonizado por Charles Chaplin en la película Tiempos Modernos, sería el revolucionario cubano del siglo XXI. Un militante superior, despojado ya de remilgos pequeño-burgueses y convertido en una "fría máquina de matar",frase con la que el Che precisó en su Carta a la Conferencia Tricontinental de La Habana (1966) la capacidad que debía tener el verdadero revolucionario para pulverizar a los enemigos internos y externos de la revolución comunista mundial, el sueño frustrado de Trotski. Y para ello en esa misma carta llamó a incendiar el planeta con la consigna de "crear dos, tres, muchos Vietnam".

Superhombre nazi

El modelo de ciudadano guevarista-castrista sería una versión marxista del superhombre que los nazis tomaron prestado del filósofo Friederich Nietzsche, al que modificaron un poco y lo habilitaron para el Nuevo Orden Mundial fascista que duraría por lo menos 1.000 años.

Pero la sabia y tozuda realidad tampoco validó en Cuba la "raza" guevarista e iconoclasta, y ya desde la propia década de los años 60 dictó su veredicto: los proyectos sociales o ideológicos que niegan, desvirtúan o asfixian la naturaleza humana nacen ya muertos.

¿Cuál fue el "hombre nuevo" que parió la revolución que empobreció a los cubanos a niveles africanos, arrasó con buena parte de los valores sociales, éticos y humanísticos que imperaban en Cuba antes del cataclismo castrista, implantó en el tuétano de la sociedad la filosofía de "sálvese quien pueda", hizo emigrar a su capital humano, y encima convirtió la isla en una prisión gigante?

Ese cubano de a pie, víctima de abusos y privaciones de todo tipo, es todo un artífice de la doble cara: sabe mentir y disimular a la perfección para no buscarse problemas con el Gobierno, roba al Estado para poder sobrevivir, trata de trabajar lo menos posible si no es cuentapropista o campesino, no le interesa mucho estudiar, sino conseguir un empleo en el sector turístico o en una empresa mixta para obtener CUC, o dólares. Si no recibe muy jugosas remesas de un "gusano" de la diáspora acude al mercado negro para "resolver" los alimentos y todo lo que necesitan él y su familia.

Es más, a no ser que sea uno de los tantos valerosos disidentes, una Dama de Blanco, o un  defensor de los derechos humanos, prefiere no oír hablar de amor a la patria, o de solidaridad. No le importan demasiado los héroes y los próceres, y ni siquiera Martí, Maceo o Céspedes le dicen mucho. Otros, los menos, son delincuentes o jineteras.

La culpa es del totí

Difícil debió ser la conversación que seguramente tuvo Raúl con su hermano al informarle que en Santiago de Cuba en su discurso del primero de enero iba a reconocer la desconexión entre "las nuevas generaciones" y la revolución. El mayor de los Castro, menos proclive que su hermano a aceptar la realidad tal y como es, probablemente se negó hasta que Raúl le aclaró que por supuesto lo haría acusando a los "centros de poder global" de socavar la entereza revolucionaria del pueblo, etc.  Es decir, que una vez más le echaría la culpa de todo al totí del Norte.

Y muy importante, el General le advirtió a quienes creen ver reformas en Cuba que no se hagan ya más ilusiones, pues en el país seguirá rigiendo el dogma anticapitalista marxista-leninista. Que desmayen eso de que va a haber una apertura a la economía de mercado, ni siquiera de estilo chino, y menos una flexibilización del sistema político para tornarlo más pragmático y  menos represivo.

'Pioneros por el comunismo…'

Pero tal vez lo más significativo de todo es que sin proponérselo el dictador reconoció oficialmente el fracaso de los 55 años de lavado de cerebro político-ideológico, y la inutilidad de hacer jurar a los niños la frase de "Pioneros por el comunismo, seremos como el Che".

Ambos hermanos Castro saben contrastar muy bien que fueron los jóvenes quienes en los años 50 encabezaron la rebelión contra la dictadura batistiana, y que son hoy los jóvenes  quienes más rechazan la "revolución" que ellos supuestamente debían continuar. Ello revela la urgente necesidad de que la pesadilla castrista llegue a su fin.

Irónicamente el llamado "relevo de la revolución" es el que más resistencia le opone. Tanto abiertamente en la lucha por la libertad y la restauración de  los derechos ciudadanos que Cuba no tiene desde 1952, o negándose a participar en las tareas convocadas por el régimen y desvinculándose de la vida política y social. Esto último es lo más parecido a una huelga de brazos caídos de carácter permanente, que se amplía sin cesar.

La Unión de Jóvenes Comunistas no sabe ya qué hacer para detener el éxodo de militantes y para atraer a nuevos miembros. Muchos al llegar a la edad de pasar al Partico Comunista (PCC) declinan ese "honor". Eso explica por qué en un país comunista con 11.2 millones de habitantes hay 762.000 militantes (en abril de 2013) del partido gobernante (único legal), solo un 8.7% de la población adulta de la nación.

Y es que los jóvenes de hoy, sus padres y abuelos, han visto frustradas sus esperanzas de una vida mejor, como les prometieron. El futuro nunca llegó. Ello debiera ser suficiente para que los hermanos Castro tuvieran el decoro de renunciar al poder de una vez, y pedirle perdón al pueblo cubano por tanto sufrimiento, y por tantísimo tiempo.

En fin, con su mensaje de Año Nuevo Castro II evidenció que la revolución cubana es solo pasado y muy doloroso. No tiene presente, y mucho menos futuro.

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