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Política

Colombia, una carrera de espejismos

Los vencedores no lo son tanto ni los perdedores han perdido del todo.

Madrid

Los recientes comicios en Colombia han dejado un saldo por lo menos mitigado. Los vencedores no lo son tanto ni los perdedores han perdido del todo.

Las urnas debían, por una parte, zanjar las consultas a izquierda y derecha para escoger los candidatos a las presidenciales de mayo y, por otra, determinar la composición del Congreso.

Los resultados de las primarias dejan a los candidatos de los extremos opuestos del tablero, el izquierdista Gustavo Petro y el uribista Iván Duque, en posición de fuerza de cara a la carrera presidencial. El primero logró recabar más de dos millones y medio de votos, mientras el segundo sumó unos cuatro millones.

Por si fuera poco, Duque cuenta con el respaldo del Centro Democrático, el partido del expresidente Álvaro Uribe, que dominará el Senado y se convierte en la segunda fuerza en la Cámara de Representantes.

Petro, a su vez, vio la inesperada irrupción en el Senado de su formación, Lista de la Decencia, con cuatro escaños.

En cambio, en su estreno electoral la antigua guerrilla, bautizada ahora Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), ha sufrido un varapalo. Se esperaba que se granjease por lo menos unos 150.000 votos y no ha alcanzado siquiera los 90.000.

Sin embargo, estas cifras merecen ser ponderadas. La derrota demoledora de la FARC, que no ha obtenido por sí misma un solo escaño, no se traduce en una desaparición del escenario político.

Los acuerdos de paz le garantizan durante dos legislaturas diez curules en el Congreso (cinco por cámara). Un lapso que puede permitirle cierta recomposición de sus estructuras y, mientras tanto, seguir incidiendo en la arena política.

Queda por ver cuál es la capacidad real de inserción de los exguerrilleros en el engranaje democrático. Por lo pronto, sería precipitado firmar su acta de defunción.

Por su parte, Petro, pese a situarse en las encuestas como uno de los favoritos para las presidenciales, cuenta con una maquinaria partidista relativamente modesta, algo que puede lastrar sus posibilidades en la carrera de fondo que se inicia ahora.

En cuanto a Duque, debido al carácter abierto de las primarias del domingo, sería temerario apostar por la fidelidad de los sufragios obtenidos, pues en parte bien pueden durante la primera vuelta migrar hacia otro candidato de la derecha, Germán Vargas Lleras, de Cambio Radical.

Precisamente, es Cambio Radical el partido que experimentó el progreso más significativo en ambas cámaras, pasando de nueve a 16 puestos en el Senado y de 16 a 30 en la Cámara de Representantes.

Legislativo fragmentado

Si bien la progresión conjunta de Cambio Radical y de Centro Democrático significa un vuelco a la derecha del Legislativo, no menos cierto es que este en lo adelante se caracterizará por su fragmentación.

Así, el Partido Liberal es el que de más asientos dispone en la Cámara baja, mientras el Partido Conservador mantiene un suelo nada despreciable en las dos instancias legislativas.

El centroizquierda tampoco ha tenido una mala faena. A la entrada de la Lista de la Decencia en el Senado, habría que agregar el avance de Alianza Verde en las dos cámaras y el aguante del Polo Democrático Alternativo.

A fin de cuentas, es el oficialista Partido de la Unidad, del presidente Juan Manuel Santos, que peor parado sale, al perder un tercio de sus escaños en el Congreso. Esto se debe en parte al desgaste propio de los ocho últimos años en el poder, pero también a la imposibilidad de sacar claramente rédito de los acuerdos de paz en una sociedad sumamente dividida al respecto.

Perspectivas

Sin embargo, esta dispersión del voto no ha de reflejarse automáticamente en las rondas presidenciales, donde la personalidad de los candidatos, hasta cierto punto, puede atenuar el peso de las maquinarias electorales de los partidos.

Aun así, para cualquiera de las fuerzas presentes, todo apunta a la necesidad de tejer alianzas en busca del umbral necesario para imponerse en la competición.

La polarización que representan Iván Duque y Gustavo Petro, y que hasta ahora ha propiciado el protagonismo de ambos, puede aquí hacer aguas. A este último le resultará imprescindible la baza del conjunto de la izquierda, pero también parte importante del electorado afín a posturas centristas. No obstante, esta franja estaría teóricamente más al alcance de un candidato moderado como Sergio Fajardo, de Alianza Verde.

Por su parte, Duque puede verse afectado por lo mismo que ha sido su punto fuerte: el uribismo. En efecto, Álvaro Uribe suscita tanta adhesión como rechazo en la sociedad colombiana y su ungido podría verse frenado por una masiva movilización antiuribista. Lo cual bien podría facilitar el camino del candidato de Cambio Radical, Germán Vargas Lleras.

Así y todo, Vargas Lleras, un crítico tenaz de los acuerdos de paz, tendrá que mostrar una ductilidad a toda prueba para captar el respaldo del Partido de la Unidad, que no presenta candidato a las presidenciales y que, pese a su reciente descalabro, constituye un caudal de 1,8 millones de votos.

En estos días altos cargos del oficialismo se han apresurado en señalar, tal como lo recoge un análisis de la revista Semana, que uno de los compromisos que ha de suscribir quien quiera granjearse su apoyo "debe ser la continuidad del acuerdo de paz con las FARC y mantener las negociaciones con el ELN".

Una condición de peso que inclina aún más el debate hacia el centro. Curiosamente, los rezagados podrían hacer de la necesidad virtud y, en particular, el oficialismo derrotado volverse el árbitro de una contienda de la que parecía excluido.

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