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Artes Plásticas

Wilay Méndez Páez: la expansión de la materia

DDC visita el estudio del artista, en Alamar, donde nos revela su secreto.

La Habana

No son pocos los artistas que, inspirados en desechos materiales, han sido capaces de crear arte de primera línea. Pablo Picasso fue un pionero en el manejo de objetos diversos para la creación de esculturas y relieves cubistas. Su pieza Cráneo de toro es un ejemplo trascendente. Marcel Duchamp acudió a su archiconocido orinal para crear La Fuente (Fountain), su icónico ready-made, una de las obras más trasgresoras de la vanguardia europea en la primera mitad del siglo xx. Joan Miró utilizó desechos encontrados en las costas mallorquinas mezclados con objetos cotidianos en desuso para realizar una serie de esculturas en bronce policromado, algunas de las cuales pueden apreciarse en la Fundación Joan Miró de Barcelona.

Inspirado en ese legado y en el de artistas nacionales como Ángel Acosta León y Antonia Eiriz, el escultor, pintor y poeta cubano Wilay Méndez Páez (Candelaria, Pinar del Río, 1982) proyecta sus obras tridimensionales sirviéndose de chatarra, escoria y otros muchos objetos inutilizables. En La Habana no hay que buscar demasiado la materia prima, ahora bien, convertirla en obra de arte es cosa bien distinta.

De formación autodidacta, Méndez Páez disfruta de la libertad que en las academias actuales se pierde no más pisar su umbral. Ha recurrido a distintos laboratorios de creación que la red de proyectos socioculturales de La Habana oferta para la formación de artistas emergentes. Espacios como el taller Antonia Eiriz, impartido por el profesor José Pérez Olivares en el Centro de Arte y Literatura Fayad Jamis en Alamar (2003), o En clave de Haiku, impartido por el Jorge Braulio Rodríguez en la Casa de Asia de La Habana Vieja (de 2004 a 2006).

Méndez Páez prefiere autodefinirse como un cimarrón y no lo hace por el color de su piel, ni por la herencia cultural afrocubana que le precede, sino más bien por una actitud inquieta e inconformista. Su reivindicativo activismo social le impulsa a ser un cronista que oscila entre lo cotidiano y lo sagrado. En los materiales que emplea no hay artificio, sobre ellos el tiempo se torna protagonista al mostrar las huellas dejadas por muchos seres que los han utilizado. De esta forma, la materia prima elegida por el creador se ha impregnado del sudor, las energías, los anhelos, sueños y hasta la nada de vidas gastadas en un proyecto social fracasado. En las piezas de Méndez Páezlogramos reconocer metales, maderas, piedras, telas, fibras naturales, transistores, nylon, plásticos derretidos y otros elementos que por sí solos no dicen mucho, pero que en las manos del artista se convierten en poesía visual.

En dos de sus más recientes esculturas de gran formato, Masa en expansión y Conexión 1 —la primera exhibida en la Duodécima Bienal de La Habana, en el céntrico Paseo del Prado, en 2015,y la segunda expuesta en la galería René Portocarrero del Teatro Nacional de Cuba, en el marco de la exhibición colectiva de Arte Cubano Fuente del otro, en 2017Méndez Páez hace gala de una nueva etapa. En ella los colores ganan terreno al óxido imperante con anterioridad, abriendo camino a nuevas creaciones. Dispuesto a conocer sus más recientes propuestas nos acercamos a su estudio, situado en la laberíntica barriada de Alamar.

Una vez allí, llama nuestra atención el uso del color sobre las inéditas esculturas. Hasta la fecha el color era utilizado con timidez en algunos detalles o como parte dominante del material empleado, pero ahora el artista utiliza los pigmentos sin tapujos y desenfado sobre las superficies de sus obras. Nos presenta algunas piezas de pequeño y mediano formato, parte de la serie Nichos, exhibida en la Art Xchange Gallery (Seattle, Estados Unidos, junio-julio 2017). Al término, el proyecto "estará conformado por más de 200 obras que se expondrán como una gran instalación", nos cuenta el artista. Las pequeñas máquinas se inspiran en modelos militares reales, diseñados en su momento para alimentar la maquinaria bélica de la guerra fría; algunos materiales han sido extraídos de fragmentos de carros norteamericanos y soviéticos, también se añade algún que otro elemento usado en periodos activos de guerra o combates reales.

Una vez más el creador incide en la carga simbólica de los materiales, pero su roce con lo real concluye ahí; en las pequeñas esculturas despliega su imaginación. Las obras resultantes nos remiten a juguetes infantiles elaborados por niños de la guerra de África y otros países que han padecido contiendas bélicas. Y no anda desencaminado el artista; del mismo modo, para los poderes fácticos las maquinarias de ocupación no son más que juguetes exclusivos, caros y mortales.

Incansable, Wilay Méndez Páez no pierde el tiempo en vanidades o guateques culturales, está asentado en su filosofía de vida y mientras hablamos no deja de laborar en una de sus piezas. Al despedirnos, le preguntamos, "¿cuál es tu secreto?". Hace una breve pausa, y nos responde amablemente, parafraseando a Joan Miró: "Trabajar, trabajar y trabajar".

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