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Televisión

Esplendor y decadencia de las telenovelas

La nueva telenovela de Maité Vera, con historias de amores interraciales, no augura nada nuevo.

La Habana

La telenovela cubana ha involucionado. Vender la última entrega les resultará difícil a los ejecutivos del gremio. Y mucho menos competir con las producciones en el mercado internacional.

Escasean los guiones originales, los buenos directores y equipos de producción. En los predios de la TV nacional, campea la mediocridad. El binomio perfecto director-guionista en aras del producto final ha ido en continuo detrimento.

Muchos actores, guionistas y directores, residen actualmente en el exterior. Algunos han desaparecido físicamente. Ya no se menciona a Susana Pérez, Eduardo Macías, Rini Cruz, Jorge Villazón, Miguel Navarro, Yolanda Ruiz, Jacqueline Arenal, otrora constelaciones del dramatizado. Para la televisión es el "aquí y ahora".

Recuerda una novelas del pasado, con suficiente vuelo artístico como La séptima familia, Cuando el agua regresa a la tierra, Hoy es siempre todavía, La huérfanas de La Obrapía, Pasión y prejuicio, Retablo personal, Entre mamparas, El naranjo del patio…., por mencionar unas pocas.

Rudy Mora, con Doble juego, rompió el esquema del culebrón romántico, dando paso a la exploración de asuntos sociales: adolescentes inadaptados, apatía de padres, maestros buenos y malos, prostitución. La visión artística del espacio cambió, y su pericia como director, editor y director de actores se completó en un material de excelente factura. El tema de presentación de Polito Ibáñez fue todo un éxito.

Hubo comedias como El año que viene, versión de Contigo, pan y cebolla, del dramaturgo Héctor Quintero, quien fuera también su guionista, que narraba las vicisitudes de una familia pobre en los años 50. En la misma cuerda humorística, El balcón de los helechos, escrita por Gerardo Fernández, y bajo la dirección de Armando Toledo y Susana Pérez, trataba sobre un profesor que padecía impotencia sexual y su relación con tres mujeres.

La cara oculta de la luna recreaba cinco historias de seres marginados con un mismo hilo conductor: el SIDA. Cada uno de los protagonistas relataba su propia experiencia al contraer la enfermedad. Temas como el alcoholismo, la violencia doméstica, la falta de atención de los padres hacia los adolescentes, problemas de pareja, y la bisexualidad —nunca antes tratado— motivaron la reflexión y la polémica entre el pueblo. Reconocimiento especial merecen Armando Tomey, María Luisa Jiménez y Rafael Lahera, actores que defendieron la extraña trilogía amorosa.

Después de Aquí estamos, basada en jóvenes del entorno teatral, y la insulsa Tierras de fuego, con vaqueros al estilo criollo, todos blancos y sin un personaje negro a la vista, las telenovelas cubanas se han ido apagando como velas de mala calidad.

La recién estrenada Cuando el amor no alcanza, escrita por Maité Vera, empezó a navegar haciendo aguas. Con historias de amor interracial en función de combatir el racismo, está plagada de rostros poco carismáticos, flojas actuaciones y mala musicalización, en medio de una puesta en escena sin matices. El diseño de presentación y despedida es un ascensor digital de palo. 

Con todos estos antecedentes, ya se augura su inminente fracaso.

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