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Béisbol

En tiempos de coronavirus, el zurdo cubano Ariel Miranda deslumbra en Taiwán

El 'mejor pagado de la liga' lidera en ponches y es segundo en efectividad. 'Sigo enfocado', dice a DIARIO DE CUBA.

Miami
Miranda, en el montículo de los Chinatrust Brothers.
Miranda, en el montículo de los Chinatrust Brothers.

El lanzador cubano Ariel Miranda sorprendió a muchos cuando a principios de enero firmó un contrato de 600.000 dólares con los Chinatrust Brothers en la Chinesse Profesional Baseball League (CPBL, por sus siglas en inglés) de Taiwán. El zurdo de 31 años podría haber intentado un regreso a Grandes Ligas tras pasar el 2019 en Japón.

Sin embargo, prefirió el destino de Taiwán y así se convirtió en el primer beisbolista cubano en accionar en el circuito profesional de 2020, marcado por la suspensión de las actividades debido al Covid-19.

"Creo que lanzar en Taiwán es una gran oportunidad para mi carrera", dijo Miranda a DIARIO DE CUBA vía email a través del fotógrafo-periodista Gene Wang, radicado en Taiwán.

Wang ha mostrado una auténtica capacidad humana de colaboración en momentos de crisis, ayudando a periodistas de varias latitudes del mundo con entrevistas y fotos.

Desde el inicio de la pandemia del nuevo coronavirus, han corrido tiempos de incertidumbre y cambios inimaginables. Pese a ello, el deporte continúa siendo la esperanza de una sociedad que se ha detenido casi por completo.

El béisbol profesional de Taiwán volvió a las actividades y su Liga Profesional ha sido observaba por millones de usuarios en Twitter y sitios de Internet.

Miranda, por su parte, ha conseguido dos victorias en tres presentaciones con los Brothers.

El zurdo lidera a los lanzadores con 23 ponches en 18 entradas, y es segundo en efectividad con 1.50. En la línea del completo dominio, los derechos le batean tan solo .108, y los zurdos .214.

"Me siento muy bien aquí y, gracias a Dios, me mantendré entrenando para mejorar mi nivel", agregó.

Rectas de hasta 95 millas desde el montículo han traspasado a sus rivales. Mientras, muchas cosas han cambiado en el béisbol. No hay público. Las porristas de los equipos bailan para una cámara de televisión y existen maniquíes en los estadios, simulando un falso lleno en el graderío.

Nada de eso, ni los dos controles de temperatura diarios que se le hacen a cada jugador, ni la lejanía de sus seres queridos, ha distanciado a Miranda de su nivel en el box. Cada noche hace valer su condición de pelotero "mejor pagado" de la Liga.

"Normalmente no traigo a mi familia en los inicios de temporada", aclara quien lanzó en MLB con los Orioles de Baltimore y los Marineros de Seattle, entre 2016 y 2018.

"Esperaré alrededor de uno o dos meses para traerlos. Después de que todo se resuelva aquí, los traigo para que se queden conmigo".

Miranda está acostumbrado a nadar contra la corriente. Cuando en 2014 emigró de Cuba, no tenía certeza de qué sería de su carrera. Los Orioles de Baltimore se interesaron en su talento y le dieron un bono de 778.000 dólares en mayo de 2015, para luego de hacerlo debutar en Grandes Ligas cambiarlo a Seattle (al otro lado del país) por el también zurdo Wade Miley, en 2016.

Cada apertura que Miranda realiza en Taiwán es de madrugada en Estados Unidos. Ahí es cuando el habanero lanza sus rompientes y mantiene el espíritu dentro del juego.

"Sigo enfocado en entrenar diariamente y en todos los métodos que pueden hacer mejorar mis habilidades de pitcheo".

Miranda es el último de los cubanos en Taiwán. Antes, en la década de los 90, pisaron esos terrenos asiáticos los antillanos Alberto Hernández, Edilberto y Juan Medina Oropesa, y Osmani Estrada, quien ganó nueve premios, entre los que se archivan Guantes de Oro, campeonato de bateo y MVP de una final.

Más acá en el tiempo, los Yadil Mujica, Michael Tejera, José Contreras y Hasan Pena también volaron destino a Taiwán. Ahora, Ariel Miranda pretende mantener ese legado en una época en la que el coronavirus intenta destruirlo todo.

En su última apertura, ante los Fubon Guardians la noche del viernes 24 de abril, Miranda liberó una de sus poderosas rectas sin que el bateador de turno pudiera descifrarla. El zurdo celebró el ponche como si el estadio estuviera repleto. Dio una palmada con su mano dentro del guante, miró al cielo y agradeció.

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