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Cine

Las almas huecas de Carlos Melián

El realizador de 'Pizza de jamón' rodó sabiamente en su natal Santiago de Cuba y respeta el lugar de donde emanan sus historias.

Madrid
Carlos Melián.
Carlos Melián. El Toque

Los diamantes son átomos puros de carbono que, bajo condiciones de presión y temperatura extremas se transforman en esas piedras preciosas. Para hacer diamantes se necesitan ambas cosas, los átomos de carbono y unas condiciones idóneas. Para materializar un guión en una buena película, hace falta más o menos el mismo rigor que para hacer un diamante. Pizza de jamón es un mediometraje producido, editado, escrito y dirigido por Carlos Melián, un ejercicio de pura bomba que se puede disfrutar en la "Cuarentena de Cine Cubano" y que recomiendo.

Melián rodó sabiamente en su natal Santiago de Cuba y respeta —si es necesario con los dientes— el lugar de donde emanan sus historias. Periodista, productor, guionista y realizador audiovisual, se graduó de Periodismo en la Universidad de Oriente en el 2006 y ha colaborado en medios de prensa alternativos, lo que le ha vuelto blanco de la Seguridad del Estado, lo mismo que muchos periodistas.

"Una cumbre de naciones se realizará en una provincia del interior de Cuba, por debajo de esta, las vidas de tres personajes intrascendentes, y desconocidos entre sí, se cruzarán en un desenlace inesperado": esta es la sinopsis que leí en el blog del realizador El Cine en la calle, al cual se pueden acercar y enterarse de muchas interioridades de esta obra y de su proceso creativo.

Carlos Melián, cuando estrenó su película en la Muestra de Cine Joven, comentó: "todo es inventado, salvo los agujeros. En Santiago siempre se ha corrido la bola de que la provincia está hueca; cuando tiembla muy seguido, la gente piensa en recoger e irse. La idea me la sugirió además otro hecho real. Mi hermano arreglaba el baño de la casa, había puesto todas aquellas lozas blancas y mi mamá estaba radiante de felicidad, al fin veía su sueño de tener un baño de esos, todo azulejeado, como las casas decentes. Entonces faltaba poner las puertas. Él utilizaba una barreta de acero para abrirle espacio a los marcos, y cuando dio el primer golpe la barreta se fue de largo. El suelo estaba hueco, y estuvo hueco durante más de 20 o 30 años, existía otro mundo bajo nuestros pies".

Los personajes de este mediometraje son almas huecas que deambulan sin esperanza en una ciudad —que fue cuna de la revolución cubana— donde tendrá lugar una cumbre para pensar un futuro mejor y sostenible para el mundo. Sin embargo, este mundo ideal es totalmente ajeno a la vida de sus personajes. En Pizza de jamón el espectador podrá sumergirse en lo terriblemente perturbador que puede ser observar la vida de gente a la que su realidad le ha extirpado la capacidad de subvertir las cosas. Estos personajes se han convertido en cubanos que viven únicamente para ocupar el tiempo y el espacio.

Utilizando el recurso de la contemplación —en ese arriesgado ejercicio de volver atractivos los llanos—, Melián encuentra una organicidad en las acciones de sus personajes que, fuera de ese contexto, hubiesen dotado a la obra de una puesta en escena artificial. Sin embargo, su elección de trabajar con actores no profesionales proyecta una verdad en el no hacer nada que costaría mucho trabajo sacar a relucir en un actor o actriz profesional. En Pizza de jamón la esperanza ha sido secuestrada y alejada por completo de los deseos individuales de sus personajes. Melián la ha reservado de manera irónica para un insistente spot televisivo donde se repite continuamente la idea de un futuro mejor y sostenible.

En una de mis columnas anteriores me ocupé de la película El oficial y el espía (J’accuse, en su título original) que narraba la injusticia cometida contra el capitán francés Alfred Dreyfus, condenado a cadena perpetua un islote solitario en la Guyana Francesa. La condena que recae sobre Melián es una especie de fatalismo geográfico, donde la hegemonía cultural habanera y la ausencia de una Ley de cine que respalde el desarrollo de productoras independientes a lo largo y ancho del país ha entorpecido el desarrollo de otras cinematografías y ha desterrando en islotes solitarios a todos esos realizadores que están convencidos que a la autenticidad de su cine se llega filmando en sus provincias.

Melián es uno de esos realizadores de los que me gustaría ver sus proyectos de largometrajes realizados. El cine de Melián se encargaría de mostrar esas otras Cubas que en contadas ocasiones han hecho parte del anecdotario que componen las historias del cine cubano. Estoy convencido que el cine de Carlos Melián tiene suficiente concentración de carbono.

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