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Cine

Un documental sobre la Cuba furtiva

Raperos, BBoys, skaters, tatuadotes y velocistas autogestionados desfilan en 'Cuba Underground', de la francesa Juliette Touin.

La Habana

El pasado jueves, el espacio Cine bajo las Estrellas de la embajada noruega en La Habana acogió la serie documental francesa Cuba Underground, una pieza dirigida por Juliette Touin que recorre a vuelo de pájaro diez manifestaciones de la cultura urbana periférica —que, en Cuba, siempre se dibuja según el lugar del Estado. 

El único día que pasaron el documental en la Muestra de Jóvenes Realizadores, confesó Claudia Calviño, que actuó de presentadora el jueves, "se fue la luz" y la pieza hubo de ser reprogramada a la carrera y casi nadie pudo verla (y nosotros imaginamos cuántos grados militares tenía ese apagón oportuno).

La justificación para la censura no es políticamente obvia, después de todo: la pieza se limita a contar cómo ocurren ciertos fenómenos culturales en los márgenes de la institución, a veces sin un apoyo deseado, a veces desdeñando el apoyo, pero sin mucha crítica a las autoridades en sentido general.

Ya se sabe, sin embargo, que la independencia misma es razón suficiente para que se sientan retadas las autoridades. Estas apenas toleran una autonomía que haya pactado con ellas, y las manifestaciones de cultura urbana que muestra el documental no están en ese caso. Auténticamente, han emergido sin control. Algunas han conocido posteriores esfuerzos de institucionalización, como los DJs y transformistas, pero no completamente —los primeros aún tienen las clandestinas fiestas "House" y los segundos el desorden de la noche, aunque no se precise en el documental. 

Así, los "metaleros" lamentan la crisis que ha creado el cierre de la sala de conciertos Maxim Rock para el género en La Habana, pero entienden poco a poco que pueden continuar existiendo en sitios alternativos, como casas particulares. La emancipación para los músicos en Cuba es particularmente difícil, pues sin una empresa que los represente no pueden siquiera presentarse en negocios particulares —y ya se sabe qué sensibilidad política exige la empresa—. Conflicto éste que aparece apuntado en el documental a través del rapero que acata el patrocinio de la Agencia Cubana del Rap y el otro que resuelve irse por su cuenta; un punto que hubiera valido la pena subrayar, debido a su gravedad. 

BBoys, skaters, tatuadotes, velocistas autogestionados… desfilan con buen gusto por esta serie documental que si alguna virtud tiene es, precisamente, la de enseñar la parte de Cuba que insiste en florecer, aunque luego quiera ser podada por el Estado, con más vida que la muerte de sus perseguidores. 

Por decisión de sus realizadores, Cuba Underground pasará al paquete semanal próximamente.

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