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Historia

Comunismo oportunista ayer y hoy

La conmemoración oficial del 90 aniversario de la creación del primer Partido Comunista ha servido para traicionar una vez más la historia cubana.

La Habana

Los gobernantes cubanos, una vez más, se aferran a la máxima de que la Historia es una visión del pasado con ojos de presente. Es decir, que no renuncian a la beligerancia de contarnos el ayer de un modo tal que sea capaz de legitimar la realidad de hoy, no importa lo abigarrada que esta sea. En ese contexto se inscriben las actividades que han tenido lugar recientemente con motivo del 90 aniversario de la creación del primer Partido Comunista de Cuba.

El momento culminante de la celebración lo constituyó el discurso de Jorge Risquet Valdés, miembro del Comité Central de la nueva versión de esa agrupación política. El orador, por supuesto, no mencionó ninguno de los "trapos sucios" de los militantes comunistas durante la etapa republicana. Por el contrario, sus palabras fueron una especie de panegírico acerca de la labor del Partido y sus principales figuras. 

Fue como si los comunistas hubiesen sido los verdaderos continuadores de los mambises del siglo XIX y todo el acontecer nacional no habría sido más que un anticipo de la proclamación por Fidel Castro de las ideas de Marx, Engels y Lenin. No en balde Risquet repitió esa manida frase que tanto prefiere la propaganda oficial: "La Revolución Cubana es una sola, comenzada por Céspedes en 1868, y que continúa en nuestros días".

Sin embargo, una visión objetiva del rol desempeñado por los comunistas cubanos a partir de 1925 no habría debido pasar por alto su colaboración con Fulgencio Batista durante el período 1937-1944; un político calificado por el propio Risquet como "gobernante proyanki".

Tampoco habría que ignorar la corrupción que reinaba en las altas esferas del Partido Socialista Popular (PSP) —así se llamaba entonces el Partido Comunista—, tal y como lo atestigua, por ejemplo, Carlos Franqui en su libro Cuba, la Revolución: ¿mito o realidad?, publicado en 2006. Franqui nos cuenta allí sobre el doble rasero que percibió en el seno del PSP, y que lo llevó a romper con esa agrupación en 1946: mientras los dirigentes del Partido llevaban una vida licenciosa y cuajada de prebendas, les exigían una existencia honrada a los militantes de base.

Risquet insistió en que el PSP, junto con el Directorio 13 de Marzo y el Movimiento 26 de Julio, formaron el núcleo de las fuerzas que se enfrentaron a Batista en la década del 50. Eso no es más que un mito con que justificar el matrimonio de conveniencia que se estableció entre Fidel Castro y los comunistas cubanos en 1959: los comunistas buscando desesperadamente un espacio relevante en la vida nacional, mientras que Castro iba al encuentro de una doctrina que apuntalara su eternización en el poder.

Sin embargo, lo cierto fue que el PSP condenó en duros términos el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, al considerar que esa acción, llevada a cabo únicamente por un puñado de jóvenes, contradecía el postulado marxista que propugnaba una lucha de masas para derrocar a la burguesía. Existe además otra evidencia importante de la desvinculación del PSP con la insurrección que se enfrentaba a Batista: el Partido no estuvo representado en el Pacto de Caracas, rubricado el 20 de julio de 1958; un documento que sentaba las bases de la ofensiva final contra el batistato, y que contó con las firmas de José Miró Cardona como coordinador del Frente Cívico Revolucionario Democrático, Fidel Castro en su condición de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, y Manuel Urrutia como presidente de Cuba en armas.

En enero de 1959, en medio del júbilo popular por la caída de Batista, la revista Bohemia publicó un número especial titulado "Edición de la Libertad". En esas páginas aparece el editorial "Contra el comunismo", que recogía el sentir de la mayoría de los cubanos. Refiriéndose a los comunistas, decía: "Minoría de minorías en Cuba, sin basamento real en la nacionalidad, tratan tercamente, con su tenacidad proselitista conocida, de infiltrarse en todos los movimientos revolucionarios y aprovechar los momentos históricos de transformación política, como el que se realiza en Cuba. Pero la conciencia y la acción de nuestro pueblo han madurado lo bastante para que no logre nadie desviarlo, en el instante de reconquistar su democracia, hacia ideologías que niegan la libertad".

Lamentablemente, ni la conciencia ni la acción de nuestro pueblo fueron suficientes para librarnos de semejante mal.

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