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Salud

Los invencibles mosquitos de Santiago de Cuba

Al distrito José Martí lo llaman el 'Imperio de la Mosquitera'. Allí esos insectos forman parte día y noche de la vida de los vecinos.

Santiago de Cuba

A las 8:30 de la mañana, bazukas de fumigación despiertan a los vecinos de los edificios del distrito José Martí, en Santiago de Cuba. Trabajadores de Salud Pública invaden el barrio. Doctores y técnicos han sido desplazados de sus puestos habituales en el policlínico comunitario para realizar labores epidemiológicas.

La primera visita a los apartamentos es para que los moradores de la zona firmen un documento comprometiéndose a recibir a los fumigadores y a mantener los tanques "abatizados".

"Debe haber alguien enfermo", señala una vecina cincuentona. "Porque, si no, no insistirían tanto".

Otro morador le confirma que la niña de Bartolo presentó un cuadro febril. La mayoría no sabe que este Consejo Popular es el de mayor infestación de mosquitos en la ciudad, pues reporta el 64,8% de los focos detectados.

El distrito José Martí se ha caracterizado, desde su fundación a finales de los sesenta, por la presencia constante de mosquitos. Día y noche forman parte de la vida cotidiana de los habitantes de la urbanización, popularmente conocida por el mote del "Imperio de la Mosquitera".

"Los mosquitos no dejan dormir ni la siesta", asegura Lázaro. "Yo, que no tengo mosquitero, me envuelvo como una momia".

Graciela, una jubilada, apunta: "Para poder ver televisión, uso pantalones y me cubro los brazos con una toalla".

Algunos han intentado defender sus viviendas fumigando con sus recién compradas bombas de insecticida, conocidas como Fly, que junto al producto LOMATÉ resultan muy poco efectivas ante la incontenible avalancha de mosquitos.

Las autoridades continúan culpando de la grave situación epidemiológica de la ciudad a la mala calidad del trabajo técnico de la campaña antivectores y a la población. A esta, el semanario local Sierra Maestra, la describe "sin percepción de riesgo, negligente e irresponsable, que no cuida de su propia salud".

El trabajo de la campaña para la mayoría de los pobladores es "malo". No conciben que se fumigue con un producto para matar solo a los mosquitos de la especie Aedes, además de los constantes problemas con las máquinas.

En un edificio la bazuka se tupió y el fumigador estuvo casi media hora tratando de arreglarla. A la pregunta de un vecino de por qué no iba al policlínico a buscar otra, respondió que "todas las máquinas" estaban en la calle, y no iba a "perder tiempo yendo a arreglarla" porque se pasaría hasta la noche fumigando.

Los vecinos no comprenden por qué los culpan del incremento de los vectores. La realidad es que los edificios tienen los sótanos llenos de agua, producto de décadas de filtraciones y roturas, que las autoridades nunca han drenado por falta de equipos.

La población está escéptica en cuanto a la efectividad de las fumigaciones y los tratamientos con abate en los tanques caseros.

"Negarse a fumigar representa una multa", dice David. "Pero ellos saben bien que los mosquitos vienen de los sótanos. Desde el año 81 no han podido con ellos. Para mí, la campaña es el modo que ellos han encontrado de estar metidos en casa de la gente y saber qué tienes".

El Gobierno de la ciudad comenzó la cuenta regresiva para la obtención de la sede por el acto del 26 de julio. Para la fecha, uno de sus propósitos es acabar con la infestación de vectores en Santiago.

"Los mosquitos en el distrito seguirán invencibles mientras sigan echando el humo de petróleo ese que no mata nada y no se pongan a sacar el agua estancada en los sótanos. El que no quiera mosquitos solo puede hacer una cosa: mudarse para mejores barrios, como Vista Alegre o Sueño", concluye David.

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