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Arte

Arturo Rodríguez: el dibujo y el retrato

'El dibujo, como la poesía, es esencial, desnudo. No acepta ningún tipo de trucos'

Miami

Hace poco se presentó en Miami la exhibición Arturo Rodríguez: Family and Friends, en Under the Bridge Art Space. La muestra contó con 38 dibujos en grafito sobre papel de arroz. El tema de la exhibición es el dibujo mismo, que utiliza el retrato como la excusa para manifestarse. En las paredes del espacio nos encontramos con obras de las mismas dimensiones, algo así como 12 x 9 pulgadas. Enmarcados con un minimalismo elegante, nos podemos acercar a los dibujos de una forma íntima y directa.

A primera vista, toda la exposición proyecta una severa modestia. Aquí no hay payasadas visuales ni teatrismo de ningún tipo. Estamos viendo dibujos y punto. El dibujo, como la poesía, es esencial, desnudo. No acepta ningún tipo de trucos. Si el artista no sabe dibujar, esto se detecta instantáneamente. Por supuesto que esto no es el caso con estos dibujos y con toda la obra dibujística de Arturo Rodríguez.

Comencemos por reconocer que Rodríguez es uno de los pocos creadores surgidos del exilio cubano que es un pintor de peso completo y uno de nuestros artistas que puede competir a nivel nacional e internacional debido a su oficio y originalísima visión (Cruz Azaceta y María Brito son otros dos que me vienen en mente). Un expresionista nato, enraizado en la sólida tradición occidental que contiene desde Giorgione a Turner, de Goya a Bonnard, de Orozco a Beckmann, la continúa, repiensa y rehace toda esta tramoya pictórica.

Family and Friends contiene retratos de cabeza, medio cuerpo y cuerpo completo. El grafito escarba el blanco del papel que sirve como luz, y con trazos que se mueven desde una borrosa sutileza hasta grises plateados y negros profundamente oscuros, nos da los rostros, los cuerpos de la mujer del artista (la pintora Demi), su hermana y anciana madre, su pandilla de amigos, en los que se encuentran cineastas, poetas, fotógrafos, historiadores de arte, jodedores profesionales y borrachos por vocación.

Estos son sus seres queridos, con los que comparte la vida, el pan y el vino, y las pasiones (el jazz, la poesía, la pintura, y esa herida que llamamos Cuba). No cabe duda que todos los representados son fácil de reconocer (no todos son cubanos), los parecidos, las facciones son correctas. Pero quizás Rodríguez se acordó de aquella frase de John Singer Sargent, de que "un retrato es un cuadro donde hay algo incorrecto en la boca", y decidió ir más allá de los parecidos, de las apariciones de un rostro, un cuerpo.

Antes que todo, estas 30 hojas de papel contienen dibujos y añado, dibujos con mayúsculas. Aquí las líneas, las manchas hechas con un dedo sobre el grafito aplicado gruesamente, las borraduras que dibujan desdibujando o sencillamente permitiendo que la luz (¡ah, la demasiada luz de Miami!), defina las formas al devorarlas, entran en un juego hermoso donde el delicado papel de arroz las recibe como el cuerpo de una amante deseada.

Estamos frente al dibujo como campo de batalla, donde el medio en sí mismo se define continuando y cuestionando su tradición misma. Toma el retrato como tema y prueba que en la mano de un gran dibujante, sigue siendo un tema de infinitas posibilidades. Rodríguez es uno de esos pocos pintores cuya intensidad gráfica funciona independientemente (pienso en Degas, ciertos momentos de Lautrec y Picasso, en R.B. Kitaj y Carlos Alonso); no se permite repeticiones manieristas, se ancla en la realidad de lo que representa sin caer en la mera descripción.

Estos familiares y amigos tiene almas y el artista las ha captado a través de sus caras y sus cuerpos, pero siempre por vía del dibujo como un sistema de búsqueda. Como en tantas ocasiones anteriores, Arturo Rodríguez lo apuesta todo y gana.

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