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Política

¿Por qué pueden ser diputados en Cuba los artistas y deportistas en activo?

El campeón de lucha grecorromana Mijaíl López, la directora de coros Digna Guerra o el cantautor Raúl Torres son algunos de ellos.

La Habana

Quien observa el trabajo de la Comisión de Candidatura Nacional (CCN), ese órgano que tiene en el sistema electoral cubano la función de escoger a los diputados y presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, así como los miembros y presidente del Consejo de Estado, puede preguntarse acerca de cuál es el criterio por el que los deportistas designados para diputados de la nación son todos estrellas, en tanto los artistas tienden a ser poco relevantes, incluso mediocres.

Ejercer la representación política es algo muy diferente a reducir al contrario aplicándole una llave, de lo que puede presumir muy bien Mijaín López, diputado de Consolación del Sur por un segundo periodo y campeón cubano de lucha grecorromana, que totaliza un sinfín de medallas de oro olímpicas y mundiales.

No le queda a la zaga en resultados deportivos Omara Durand Elías, diputada por el municipio santiaguero Mella, campeona paralímpica y recordista mundial de atletismo en el área de discapacitados.

Y, asimismo, podría hablarse en el caso de las artes, con la directora coral Digna Guerra, el repentista Aramís Padilla Martínez y el director del grupo musical Cumanay, Oslando Chacón Terry, respectivamente diputados por Centro Habana, Güines y Cumanayagua.

Otra cuestión a preguntar es si podría aportar algo a nuestro ordenamiento normativo, visto que esa es la función de la Asamblea que compone, el diputado por el municipio de Caimanera Raúl Alfonso Torres Rondón, más conocido como Raúl Torres. El trovador ha esperado a la mediana edad para revelar viva admiración por los finados Hugo ChávezFidel Castro en temas musicales de su autoría y estrenó por estos días uno similar dedicado a Raúl Castro, para demostrar que no es el culto a los muertos lo que lo inspira.

Es difícil conocer cuáles son los méritos políticos que percibieron en este señor los miembros de la Comisión de Candidatura Nacional, presidida por Gisela María Duarte Vázquez, aunque la canción elegíaca y oportuna ha resultado igualmente conmovedora para las comisiones de candidatura en el pasado. Ahí está Enrique Rogelio Corona Rodríguez, más conocido como Kiki Corona, autor de "Tino el delfín" y "Marinero quiero ser". Por obra y gracia de "Saberse cubanos", la canción que afirmaba en los peores tiempos de la miseria de los años 90 que era "la hora de gritar revolución", Corona alcanzó un puesto en el Parlamento durante la cuarta legislatura, entre 1993 y 1998. "El necio" hizo otro tanto por Silvio Rodríguez entre los años 1993 y 2008.

Movida por el mismo sentimiento la compañera Gisela o alguno de los otros miembros de la CCN designaron a Carmen Lidia Maden González, diputada por Cárdenas, que ostenta en su biografía de diputada el haber sido "escogida por Frank Fernández para el tema 'Guerrillero del amor' en homenaje al comandante Fidel Castro en el 2012".

Mención aparte merece Jorge Jesús Gómez Barranco, Jorge Gómez para sus amigos, director del grupo Moncada y diputado del municipio Diez de Octubre por un segundo mandato. Su mérito artístico no pasa de modesto y no parece que los políticos trasciendan ese umbral, pero ha mostrado perseverancia de sobra para conservar una agrupación musical que vio pasar sus mejores años hace más de dos décadas. La perseverancia, como bien se sabe, es una virtud en la política.

Alguien podría argumentar que los seleccionados, en cuya biografía no aparece ningún mérito político, son reconocidos por su galillo impar o su musculatura victoriosa, lo cual sin dudas merece admiración. Pero no se debe perder de vista que para eso existen los premios y las medallas, y que un Parlamento dista de ser un podio.

Por supuesto, no es una excepción cubana la de ostentar en los órganos de máxima representación política a artistas o deportistas. El estadounidense Ronald Reagan había dejado atrás su carrera de actor cuando se convirtió en gobernador de California y más tarde, en 1981, presidente de EEUU. El estelar futbolista brasileño Romario de Souza Farías, más conocido como Romario, ocupó un escaño en la Cámara de Diputados de Brasil luego de abandonar los campos de entrenamiento, y sus aciertos políticos avivaron la popularidad que tenía bien ganada como futbolista.

Por su parte, el ruso Garry Kasparov, el mayor genio que había conocido el ajedrez mundial hasta el ascenso de Magnus Carlsen, abandonó el ajedrez para dedicarse a la política. Lo ha hecho en tiempos aciagos para la libertad en su país, lo que ha dado por resultado que su carrera se ha desempeñado más en el ámbito de la lucha por la libertad, que la estrictamente parlamentaria.

Pero lo que sí es una peculiaridad en el caso cubano es que se haga coincidir las demandas de una carrera activa todavía en la cultura o el deporte, con todos los ensayos y entrenamientos que ello significa, con el trabajo como representantes parlamentarios de la nación. Podría pensarse que esta peculiaridad pone en riesgo los resultados internacionales de nuestros deportistas y artistas, pues no se debe olvidar que lo que está en juego al interior de la nación es la representación del ciudadano al más alto nivel, honrando el alcance del artículo tercero de la Constitución de 1976, que afirma que en la República de Cuba el soberano es el pueblo.

Pero sería faltar a la verdad si no aclarásemos que la contradicción fue zanjada oportunamente por nuestros constituyentes. En su artículo 78, la Constitución dispone que los representantes ciudadanos solo se reunirán a discutir de leyes por dos períodos al año, que juntos totalizan alrededor de diez días. Para ocupar sus funciones durante los largos recesos de la Asamblea Nacional creó el Consejo de Estado, un órgano mucho más reducido cuya nominación y confirmación se producen marginando absolutamente al ciudadano.

De este modo ha sido resuelto el conflicto en favor de nuestras medallas de oro y festivales de cultura, y de paso dejaron al artículo tres de nuestra Carta Magna vacío de contenido. Extraña soberanía esa que dispensa del trabajo a sus servidores.

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