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Política

Argentina ante la fórmula presidencial Fernández-Fernández

Al postularse a la vicepresidencia, Cristina Fernández reconoce que su figura no basta para llegar al poder.

Madrid

"Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula que integraremos juntos, él como candidato a presidente y yo como candidata a vice." El anuncio de Cristina Fernández de Kirchner, publicado en un vídeo en las redes sociales a mediados de mayo, tomó por sorpresa al conjunto de la clase política argentina.

En los últimos tiempos, el ascenso fulgurante de la exmandataria en las encuestas, acompañado por la publicación el mes pasado de un libro de campaña, auguraba el retorno de Fernández de Kirchner como candidata a la Presidencia de Argentina y un posible duelo en los comicios de octubre entre los dos bandos irreconciliables de la política gaucha, el macrismo y el kirchnerismo.

Sin embargo, la nominación de Alberto Fernández abre un nuevo escenario en la contienda electoral. 

En el oficialismo, por ejemplo, se especulaba que para el presidente Mauricio Macri, cuya popularidad está en picada a raíz de la profunda crisis económica que atraviesa el país, Cristina Fernández sería el rival idóneo en las presidenciales, debido a la animadversión que suscita en amplios sectores de la población la antigua mandataria.

De igual modo, el peronismo no kirchnerista, aglutinado esencialmente en la plataforma Alternativa Federal, contaba con un enfrentamiento entre Macri y Fernández de Kirchner, que le permitiese presentarse ante el electorado como una tercera vía destinada a superar la polarización entre macrismo y kirchnerismo.

Una figura versátil

En lo adelante, el panorama se presenta más complejo. Alberto Fernández es una figura que ha transitado por casi todo el espectro del peronismo de las últimas tres décadas. En los 90 fue un próximo de Domingo Cavallo, el ministro de Economía de Carlos Menem y diseñador de las políticas neoliberales de aquellos años. Luego se acercó a los Kirchner y ejerció de jefe de Gabinete durante todo la presidencia de Néstor. También ocupó esta función al inicio del mandato de Cristina Fernández, con quien rompió al cabo de unos meses. Finalmente, en 2013, se sumó al Frente Renovador de Sergio Massa, quien actualmente es uno de los líderes de Alternativa Federal.

Más allá de su pertenencia al peronismo, es difícil encasillarlo ideológicamente. Se lo ha definido como neoliberal en las cuestiones económicas y socialdemócrata en las políticas, lo que da una idea de su ambigüedad. 

Por lo general, es catalogado como un moderado o, cuando más, como un kirchnerista crítico, pues en repetidas ocasiones cuestionó duramente la gestión de Cristina Fernández, sobre todo durante el segundo mandato, llegando incluso a decir que esta sufría "una distorsión de la realidad".

A diferencia de Fernández de Kirchner, Alberto Fernández es poco carismático y carece de apoyo popular. En cambio, es un hábil articulador político que siempre se ha caracterizado por mantener puentes con la oposición, la prensa y el empresariado. Su propensión al diálogo y a los acuerdos, que suscita la desconfianza del kirchnerismo duro, es ahora su mejor baza.

Como señala el analista argentino Pablo Stefanoni en la revista Nueva Sociedad, "en Argentina, pese a la gravedad de la crisis, y el rechazo al FMI, no existe una demanda de radicalidad del electorado. Y esto se suma al hecho de que los momentos radicales del kirchnerismo se leen más como abusos de poder que como posibles caminos de cambio social. Fernández de Kirchner entendió que lo que existe hoy es una disputa por el voto moderado".

La expresidenta, pese a contar con una fuerte base social, sabe que su figura es sinónimo de división y, por lo tanto, busca en Alberto Fernández la imagen del consenso.

Una misión en varios frentes

Por lo pronto, el candidato kirchnerista a la Presidencia tiene abiertos tres frentes.

El primero es dar confianza y certidumbre a los mercados. Convencer a los medios económicos y financieros de que el kirchnerismo, de volver al poder, no buscará el default (para reestructurar la deuda contraída durante el mandato de Macri) ni intentará alterar las reglas del juego. Su perfil de político favorable a los mercados puede ayudar en este sentido.

Otro tema pendiente es subsanar las relaciones del kirchnerismo con los grandes medios, buena parte de ellos pertenecientes al grupo Clarín. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual votada en 2009, durante el primer mandato de Fernández de Kirchner, supuso entonces un duro enfrentamiento entre el oficialismo y el conglomerado. El Gobierno aducía que la ley buscaba limitar la concentración de medios en manos de un consorcio, mientras que Clarín sostenía que el objetivo era limitar la libertad de la prensa.

Desde su nominación, Alberto Fernández se esfuerza en negociar con Héctor Magnetto, el gestor y propietario de Clarín, una cobertura menos conflictiva de la campaña electoral.

Por último, para poder llegar a la Presidencia, Alberto Fernández tiene que unir a un peronismo fuertemente divido, atrayendo ante todo a los gobernadores, los cuales controlan poderosas maquinarias políticas territoriales.

Cristina Fernández ha sido explícita en cuanto a sus aspiraciones de lograr una alianza entre las distintas facciones peronistas al declarar que "la coalición que gobierne deberá ser más amplia que la que haya ganado las elecciones", descartando un gobierno exclusivamente kirchnerista.

Por lo pronto, algunos pesos pesados del peronismo, como Daniel Scioli, candidato a las elecciones presidenciales de 2015, y Sergio Massa, antiguo jefe de Gabinete de Cristina Fernández de Kirchner y actualmente uno de los propulsores de Alternativa Federal, se han mostrado abiertos al diálogo con Alberto Fernández, aunque no hayan decidido dar su aval a la dupla Fernández-Fernández.

Sin embargo, Alberto Fernández lo tendrá sumamente difícil. En respuesta a la jugada de Cristina Fernández, Mauricio Macri ha decidido postularse a la Presidencia acompañado por Miguel Ángel Pichetto, un senador peronista, como candidato a vicepresidente. Este movimiento augura una ardua lucha entre el macrismo y el kirchnerismo por sumar apoyos en el seno del peronismo.

Una apuesta con dos objetivos

La apuesta de Cristina Fernández por la vicepresidencia busca un doble objetivo. Por una parte, asegurar la inmunidad parlamentaria durante al menos los próximos cuatro años, ya que enfrenta numerosas causas judiciales abiertas por corrupción. Y, por otra, volver a pesar en los destinos del país. Aunque la vicepresidencia no sea un cargo con poder ejecutivo, no es de dudar la influencia de la exmandataria en el próximo gobierno, de vencer su binomio.

Esta fórmula recuerda a la de 1973, cuando el peronista Héctor Cámpora llegó a la Presidencia con Juan Domingo Perón aún exiliado en Madrid. La consigna entonces rezaba "Cámpora a la Presidencia, Perón al poder". Los críticos apuntan que ahora el lema sería "Alberto a la presidencia, Cristina al poder".

Sin embargo, aquí la configuración es distinta. A diferencia de Perón, Cristina Fernández podía ser candidata a la Presidencia y decidió no serlo. Es decir, ha reconocido que sola no puede llegar al poder. Esto le concede a Alberto Fernández un margen de maniobra nada desdeñable y augura, en caso de victoria kirchnerista, un continuo juego de equilibrio.

Por ahora, sin embargo, queda por ver si la dupla Fernández-Fernández consigue su acometido: sumar en vez de restar.

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