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Salud

Un hospital en Santiago

Lo que uno encuentra cuando ingresa un familiar en el más importante hospital santiaguero: hacinamiento, falta de higiene y del más sencillo instrumental médico, salas de todo un piso clausuradas.

Santiago de Cuba

A propósito de la merecida subida de sueldo a los trabajadores de la salud en Cuba, se han creado muchas expectativas. De ellas, el mejoramiento de la infraestructura hospitalaria es la fundamental,  pues nadie puede entender que un sector que aporta tantas divisas al país tenga sus instalaciones y equipamientos en total deterioro.

Es lo que ocurre en el Hospital General Docente Clínico Quirúrgico Saturnino Lora, de Santiago de Cuba, llamado popularmente Hospital Provincial. Fundado en 1960, aunque su diseño y construcción fueron hechos antes del triunfo revolucionario, se ha mantenido como el centro médico insignia de la ciudad. Su ubicación, dimensiones e historia le han dado esta responsabilidad, pero su magnificencia arquitectónica es solo fachada. La realidad es que la instalación es un reflejo de la  crisis del país.

De ello da fe la historia de René, cuentapropista de 42 años, que pasó dos meses de acompañante de su madre, ingresada de urgencia por problemas diabéticos y circulatorios en la Sala de Angiología, y que finalmente tuvo que ser amputada.

Pasar un mes de acompañante fue una experiencia tortuosa. Comenzó a su llegada al hospital cuando en el cuerpo de guardia no había asientos para las personas en espera de ser atendidas.  Al recibir la orden de ingreso, no se disponían de camillas o sillas de ruedas, por lo que tuvo que subir a su madre haciendo una silla de brazos entrelazados junto con su padre. Y gracias que el elevador funcionaba, porque la sala está en el cuarto piso.

"Los grandes problemas del hospital están en el hacinamiento, la falta de higiene, de instrumental médico, de enfermeras y personal auxiliar de limpieza", resume René. "En el  cubículo de mi madre había ocho camas en un espacio para seis. Había que sumarle a esto acompañantes, mecedoras, más la cantidad de cosas que hay que llevar de casa: ventilador, cubo, calentador, pomos con agua, almohada, sabanas, toallas, ropas, los cacharros con comida. Ni moverse podía uno en aquella sala".  

Y es que aunque el hospital dispone de sábanas, toallas, pijamas y demás, están tan en mal estado, con roturas por desgaste y envejecimiento, tan descoloridas y manchadas que los pacientes, si pueden, prefieren traer esos artículos de sus casas, por miedo a un contagio.

"En cuanto a la higiene, los graves problemas están en los baños", continua René. "En el cuarto piso hay dos, uno está clausurado por tupición, y en el otro, de las cuatro tazas sanitarias solo descarga una. Las instalaciones están dañadas debido a que por allí se tiran los restos de comida traídos por los familiares de los pacientes. Por esta situación, ese baño es usado por más de 60 pacientes y, al disponer de una sola empleada de limpieza, permanece sucio, pues solo se limpia dos veces: en la mañana y  en la tarde".

"Por otro lado están las cucarachas que, cuando se apaga la luz, son una epidemia. Muchos se ponen algodones en los oídos para que no le entren".

Esto último no es sorprendente: las cucarachas alemanas son una plaga común reportada en varios hospitales de la ciudad y, al parecer, las autoridades sanitarias no tienen forma de acabar.

René cuenta que el equipamiento médico es escaso. "Solo había una cuña para un cubículo de 8 pacientes, por lo que hay que rotarla, en una sala donde la mayoría de los pacientes no pueden deambular".

Asimismo, no hay sillas de ruedas para mover a estos pacientes, por lo que tuvieron que hacer una reunión con el personal médico para solicitarle que implementaran un servicio de muletas para mejorar la situación.

La escasez de instrumental elemental como termómetros, esfigmos o jeringuillas es tan escandalosa que Leticia, ama de casa de 49 años, se asombró cuando acudió al cuerpo de guardia por unos abscesos en las axilas y, al ser enviada al cirujano de guardia, no había bisturí para hacerle un drenaje. "El mismo doctor no se lo podía creer", recuenta. "Tuve que buscar yo misma el bisturí. Al final lo resolví con una paciente que llegó para atenderse y llevaba de todo, hasta los guantes. Gracias a ella, que me dio un bisturí que le sobraba".

El inmueble, que exteriormente parece en buen estado, tuvo una reparación capital en 2007. Pero como siempre estas reconstrucciones padecen del apuro de las fechas de entrega y robo de materiales, no es raro que salas del quinto piso estén cerradas por filtraciones. Lo cual obliga a hacinamiento en otros pisos, y lo más lamentable es ver cómo se destruyen las camas inteligentes donadas por Estados Unidos, pues los enchufes para su funcionamiento fueron ubicados allí.

El insuficiente personal de enfermería y auxiliar, ya sea por misiones, reducciones de plantilla o deserción por bajos salarios, influye en la limpieza y eficiencia de la atención medica. Los servicios del primer hospital docente de las provincias orientales dejan hoy mucho que desear.

Poseer un personal médico calificado no resulta suficiente para ofrecer una asistencia de calidad. La tan cacareada potencia médica que los medios oficiales no se cansan de alabar se resquebraja a simple vista, y está terminantemente prohibido realizar fotos en las instalaciones.

Mientras seguimos alardeando de nuestras misiones médicas "caritativas" por el mundo, en casa tenemos cuchillo de palo. El culpable, según el Gobierno, es el imperialismo yanqui.

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