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El regreso del juego (V, final)

La ilusión es la 'bolita'

80 pesos por el 'fijo', 30 por el 'corrido' y hasta 900 por un 'parlé'. Los cubanos sueñan con un número que les cambie la suerte.

La Habana

 

Poco después de tomar el poder, Fidel Castro prohibió el juego en la Isla. Durante medio siglo las apuestas y loterías pasaron a habitar el mundo de lo clandestino. Hasta que ahora vuelven a aparecer con la misma fuerza de antes. En esta serie, DIARIO DE CUBA presenta lo que ya es un hecho: la vuelta del juego a las calles de la Isla.

 

 

Aunque a partir de 1959 un barbudo Fidel Castro eliminó la lotería nacional, ésta no ha desaparecido. En la Cuba de a pie, una amplia franja de ciudadanos que desayunan café con chícharo y sin leche, gente que desconoce qué va cenar por la noche, nunca ha dejado de apostar dinero en la 'bolita', como es llamada la lotería.

La lotería anterior a 1959 era un instrumento público a través del que se recaudaba dinero para fines sociales; aunque a decir verdad, también fue un medio que permitió que ciertos gobernantes corruptos se hicieran de cientos de miles de pesos.

Además de los billetes de lotería, también existía la 'bolita' o charada. Juegos de azar que formaban parte de la cultura del cubano. Sobre todo entre los más pobres, que se ilusionaban con un golpe de suerte que los sacara de la indigencia.

"Fidel Castro nunca debió eliminar la lotería ni la 'bolita'. De cualquier forma, se lo agradezco. Si hubiese hecho lo que se hace en otros países, como en España, donde el Estado controla la lotería, y con sus beneficios se construyen hospitales y obras públicas, entonces yo no sería un tipo de éxito", cuenta Renato, de 70 años.

Y vaya que le va bien a este "banquero de bolita". Aparte de una casa donde no falta de nada, posee un apartamento discreto para sus escapadas amorosas y otra vivienda en la playa.

Y tiene más. Un jeep Willy que es una joya y un Chevrolet del año 57 que deja boquiabierto a cualquiera. "El mejor de La Habana", alardea.

Los hijos de Renato viven a todo trapo, pues si algo le sobra a su padre es plata. La primera vez que reunió un cuarto de millón de pesos lo tiró sobre la cama y durmió encima de los billetes. Eso fue hace tiempo. Ahora prefiere no hablar de cantidades. Según él, sólo los ministros viven mejor.

"Es un negocio que te obliga a tener mucho dinero guardado, para poder pagar a los clientes que aciertan. Hay personas que hacen apuestas fuertes. Si enganchan un 'fijo' o un parlé (combinación de dos números), puedes perder de 80 mil a 100 mil pesos", explica.

¿Pero cuál es el entramado de la ilegal 'bolita' o lotería cubana?

La bolita suele estar conformada por un "banquero", como Renato, con mucho dinero, capaz de aceptar altas apuestas. Cada banco tiene varios "listeros", dedicados a recoger el dinero de los jugadores. También hay un "colector", encargado de observar en las diferentes listas las cantidades de dinero apostadas. Por ejemplo, si nota que un número está demasiado recargado de plata, lo transfiere a otro banquero. Es una manera de prevenir un buen golpe. En el argot de la bolita se le conoce como "botar números".

Los banqueros suelen tener un hombre de confianza ducho en matemáticas y argucias financieras. "Un buen banco debe estar atento para amortiguar los daños en caso de que determinados números se sobrecarguen de apuestas. Esto es como manejar una empresa a pequeña escala", comenta Francisco, encargado de llevar las finanzas de Renato.

En la bolita criolla, los números se toman de la lotería de Miami. Valen los tres primeros dígitos. Al inicial se le llama "fijo". Los otros dos son los "corridos". Los bancos también aceptan apuestas a los "terminales", una cadena de números.

Diariamente, a las siete de la tarde, el banquero escucha en la radio los números cantados desde la Florida. Luego hace un repaso a las listas de apuestas y observa cuánto dinero ganó o perdió. "El 80% de las ocasiones se gana. Aunque a veces te dan un palo fuerte y pierdes bastante. Por eso en este giro es fundamental tener dinero guardado", reitera Renato.

Por cada peso jugado, el banco de Renato paga 80 pesos si aciertas el "fijo". Y 30 pesos por el número "corrido". Si adivinas un "parlé" puedes ganar 900 pesos. Otros bancos pagan 90 pesos por el fijo y mil pesos por el "parlé".

Existen varios tipos de apuestas. Está la gente pobre y de pocos recursos, que juegan calderilla, monedas sueltas. Pero suelen hacerlo a diario, "algo muy importante para un banco", comenta Renato. Y los "ricos", quienes no juegan menos de 200 pesos a un número. Sea un simple barrendero, una ama de casa o un exitoso ladrón de cuello blanco, es desmedida la pasión de la gente por la clandestina bolita.

Por las noches, los jugadores, ansiosos, se interesan por conocer los números premiados. Una década atrás, esta información se solía transmitir con cautela. Un vecino le gritaba a otro "oye, dime el teléfono", en alusión a los seis dígitos de la lotería, —por entonces la misma cantidad de los números telefónicos—, y éste cantaba las cifras.

La peculiar forma de comunicarse pasaba inadvertida para un extraño o un policía. Ahora no hay tantas reservas. Amaro, un hombre que bota su dinero entre la bolita y el ron, apunta cada noche en la pared de una tienda de la Calzada 10 de Octubre, con una tiza, los números premiados.

Sin SMS ni Twitter, la gente se las arregla para dar a conocer asuntos que le interesan. Como la bolita.

Cada día aumentan los cubanos que sueñan "pinchar" un número, a ver si su suerte cambia. Hacen planes y estudian meticulosamente métodos cabalísticos de juego. Por lo general pierden. Pero vuelven a insistir. Se aferran a la ilusión. El que casi siempre gana dinero es el banquero Renato. Y mucho.

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