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Sociedad

¿Cómo va la lucha contra la burocracia?

Los cubanos que no pueden sobornar a los funcionarios para agilizar sus trámites deben 'morir en los canales establecidos'.

La Habana

"Requetemal", dice William, excustodio de almacén de una fábrica de cervezas. Tiene su expediente laboral en la mano y lo muestra con aires de triunfo porque, según cuenta, acaba de recuperarlo luego de cinco angustiosos meses yendo al Departamento de Recursos Humanos de su antigua empresa.

"Fue una odisea lo que pasé para que me dieran el expediente. Me fui de esa empresa porque, por más que velábamos los custodios por la noche, por la mañana el robo ya estaba hecho. Algún sello aparecía roto y pagábamos nosotros", explica.

"En esa empresa hay cinco vicedirectores y cinco jefes de departamentos con sus cinco vicejefes, más el director, la secretaria y los jefes de almacén. Y todos quieren 'raspar' (robar). Demasiada gente tras lo mimo".

Por uno de los robos en el almacén, William estuvo detenido bajo investigación 20 días en 100 y Aldabó, uno de los centros de detención más temidos de Cuba. Lo soltaron al no poder probarle culpabilidad en el hecho.

"En los 20 días que estuve allí siempre dije lo mismo: abrieron la puerta con una llave. ¿Y quiénes tienen las llaves? Cuando salí en libertad fui a la empresa y pedí la baja. Durante cinco meses estuve intentando recoger el expediente y nunca estaba listo. Así funciona la burocracia".

Adriana Arce es una joven que tiene ya una larga historia con asuntos de papeles. Lleva cinco años intentando conseguir propiedad de su casa.

"Es un desglose de una parte de la casa de mi tía y ha costado Dios y ayuda obtenerla. Primero fue el 'certificado de habitabilidad', que demoró un siglo. Después que lo obtuve, me mandaron a buscar un sinnúmero de papeles para el 'Dictamen Técnico', que es el documento más importante del proceso", relata.

"Pasé dos años y medio yendo todas las semanas a la Dirección Municipal de la Vivienda a preguntar si estaba el dictamen, y siempre la respuesta era negativa. Ahora estoy a la espera de que firmen la propiedad, otro ciclo. Como no puedo pagar el dinero que piden para hacer el trámite rápido, tengo que morir en los canales establecidos".

Carlota Menéndez, analista de alimentos de un centro científico y residente en el reparto Siboney, del municipio Playa, señala que "la burocracia es la cepa de la corrupción".

"Hace unos años, Raúl (Castro) lanzó una batalla para reducir un millón de puestos de trabajo sobrantes, sin embargo no se sustituyeron las formas de gestión ni cambiaron las estructuras, eso trajo como consecuencia que ahora exista una burocracia más concreta", reflexiona.

Afirma que hace poco tuvo que hacer trámites de la Oficina de Control para la Distribución de los Abastecimientos (OFICODA) y se espantó con la cantidad de papeles y sellos que pedían.

"Y la semana pasada perdí en la calle la libreta (de racionamiento). Para confeccionarme una nueva, debía llevar el Carné de Identidad y un sello de cinco pesos, más la propiedad de la vivienda y una carta de solicitud firmada por el administrador de la bodega, el de la carnicería, el de la panadería y el del agro".

Silvia Figueredo, retirada del sector de comercio por enfermedad, cree que la burocracia la va a matar más rápido que sus males.

"Luego de trabajar durante 40 años, me jubilé con una pensión de solo 96 pesos mensuales. Solo en medicinas se me van 105. ¿Qué te parece? Me indicaron que acudiera a Asistencia Social, donde ayudan a estos casos, pero el mar de papeles que debo presentar me hizo desistir".

Abilio, de 36 años y residente en Los Pocitos, Marianao, es cuentapropista y ha incursionado en varios oficios. Asegura que sobre la burocracia puede dar clases.

"Primero fui bicitaxista", cuenta. "Para sacar la licencia fue de madre, por la cantidad de papeles y trámitesque pedían. Luego no la renovaron y tuve que trabajar sin licencia dos años, exponiéndome a una multa o al decomiso del vehículo. Me cansé y lo vendí para poner una carretilla, pero los inspectores me hicieron la vida talco, porque tenía que estar moviéndola de lugar constantemente, hasta que un día encontré a un inspector que por unas malangas, unas cabezas de ajos y unas libras de frijoles hacía la vista gorda. Hasta que una mañana que vino a cobrar le dije '¡vete al diablo!'".

"Vendí la carretilla y solicité un permiso para poner un puesto de venta de alimentos", continúa Abilio. "Después de un papeleo que no se lo deseo a nadie, me dieron la autorización y realicé una inversión y levanté un timbirichi en el portal. Pero vinieron los inspectores y me dijeron que debía correrlo un metro hacia adentro. ¡Imagínate, otra vez el gasto de materiales y mano de obra! Los mandé también al diablo y tumbé el timbirichi. Ahora estoy vendiendo jabitas".

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