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Opinión

Derechos humanos: ¿Los hay falsos?

Nuestros periodistas oficiales están tan ocupados en informarnos sobre las violaciones a los ddhh en EEUU, que han olvidado informar de los que se violan en Cuba.

La Habana

Hasta el viernes 23 de octubre pensaba que los derechos humanos eran fuente de conflicto y objeto de manipulación, que son pretexto, paradójicamente, para muchas violaciones. Pero no se me habría ocurrido que algunos de estos derechos pudieran ser verdaderos y otros no. Sin embargo, eso es lo que parece decirnos el título del artículo del periodista Elson Concepción Pérez, publicado en el Granma de este último viernes: "Derechos Humanos: ¿Cuáles son los verdaderos?"

Hay que admitir que es un título con gancho. Enseguida una se pregunta si resulta que algunos de los derechos recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas son falsos. Y claro, hay que leer el texto para conocer la respuesta, al menos desde el punto de vista del periodista.

Elson Concepción cita ejemplos de cómo los derechos humanos se han utilizado para justificar masacres: el bombardeo y desintegración de la ex República Federativa de Yugoslavia por tropas de EEUU y la OTAN; la invasión a Irak, los encarcelamientos en Abu Grahib y en la ilegal base de Guantánamo, Cuba; la invasión a Afganistán y la muerte del presidente de Libia.

También está el hecho que Elson Concepción califica de insólito, y coincido, de que Estados Unidos sea el único país del mundo que no se ha adherido a la Convención de la ONU sobre Derechos del Niño, "el principal derecho dentro de todos los existentes". Y se refiere entonces a la situación en que viven millones de niños en el país más rico del mundo, donde uno de cada seis niños vive en la pobreza. "Estados Unidos ocupa los últimos lugares con respecto a la pobreza infantil relativa, la brecha entre ricos y pobres, partos de madres adolescentes, bajo peso al nacer, niños víctimas de la violencia armada y el número de menores de edad en la cárcel."

Por supuesto, una vez descrita la realidad de Estados Unidos (basada en datos de la Agencia IPS) es necesario compararla con la de los cubanos, porque si no, qué sentido tiene el análisis anterior. "¿Qué decir en cuanto a que Cuba garantiza educación de calidad y gratuita para todos sus ciudadanos; salud de calidad y gratuita para el 100% de los habitantes; seguridad social para todos?"

Es innegable que la educación y la salud en Cuba están al alcance de todos (aunque en algún momento se haya expulsado a personas de la Universidad por su orientación sexual o sus creencias religiosas). Hablar de la calidad en ambos sectores es más complicado, porque esta ha ido disminuyendo por año. Para afirmar que es gratuita, hay que preguntarse entonces cómo se financia. Si no la pagamos los ciudadanos, de alguna forma, quién lo hace. ¿El presidente, el Partido, el Comité Central? ¿O habrá una relación entre los bajos salarios, los gravámenes a las remesas, los altos precios en las tiendas recaudadoras de divisas, y el cubrimiento de los servicios de educación y salud? Sin contar que el sector privado está pagando impuestos. Sin embargo, repito que es un gran logro que la educación y la salud estén al alcance de todos.

Pero a estas alturas del artículo, ya sabemos cuáles son los derechos humanos verdaderos, al menos en opinión de Elson Concepción: los derechos del niño, el derecho a la educación, a la salud, a la seguridad social. Derechos como la libertad de prensa, de expresión, de asociación, por los que Cuba es cuestionada, ni siquiera se mencionan en el texto. Por tanto, no son verdaderos. Por tanto, se pueden violar. Se puede reprimir y encarcelar a los opositores y activistas políticos.

Me pregunto si el mensaje del artículo es que los cubanos debemos conformarnos con los derechos humanos "verdaderos"; que debemos sentirnos incluso afortunados porque en otros países, específicamente en Estados Unidos, es peor.

En vez de intentar demostrar que en Cuba se respetan las libertades civiles y políticas agrupadas en los derechos humanos de primera generación, nuestros periodistas oficiales optan por desviar la atención hacia lo que ocurre en Estados Unidos. Y lo peor es que funciona, que ha funcionado por años.

En varios intentos de conversar sobre política con personas que apoyan al Gobierno, sus argumentos son: "mira cómo viven los pobres en Estados Unidos", "mira lo que hicieron los Estados Unidos en Afganistán", "mira cómo matan a los negros en Estados Unidos".

Y todo es cierto. Es cierto que Estados Unidos invadió Afganistán e Irak, que los soldados norteamericanos han cometido atrocidades contra la población civil, que las bombas han matado mujeres y niños. Es cierto que cuando lees las noticias de afronorteamericanos víctimas de la violencia y el racismo policial, el racismo que existe en Cuba te llega a parecer un niño de teta. Pero si te lo llega a parecer ya caíste en la trampa.

La pregunta no es qué ocurre en Estados Unidos, cómo viven (o mueren) los niños, cuánta pobreza hay, cuántos negros han sido asesinados y cuántos más lo serán. Y no se trata de falta de sensibilidad ante esas noticias; no se trata de que no nos afecten. Tampoco deja de afectarnos la situación de esos emigrantes que arriesgan la vida para llegar a Europa, conscientes de que quizás no lo logren, y de que si lo logran les toca, en el mejor de los casos, sufrir discriminación y xenofobia en los nuevos países. La pregunta real es qué tiene que ver todo eso con lo que ocurre en Cuba.

Qué tienen que ver los partos de madres adolescentes en Estados Unidos con la represión a las Damas de Blanco aquí. Qué tiene que ver el número de menores de edad en cárceles norteamericanas con que al director Juan Carlos Cremata le hayan prohibido hacer teatro en Cuba.

Cuando vemos que a los escritores Antón Arrufat y Eduardo Heras León les han otorgado el Premio Nacional de Literatura, y que el último recibió un homenaje recientemente, parece que el silencio a que estuvieron condenados en su momento, fue solo un error del pasado. Pero ahora se repite con Juan Carlos Cremata. ¿Será que en 30 o 40 años lo van a distinguir con el Premio Nacional de Teatro?  

Nuestros periodistas oficiales están tan ocupados en informarnos sobre las violaciones de los derechos humanos en EEUU que han olvidado informar de los que se violan en este. Están tan ocupados en difamar a disidentes, opositores y activistas, que no han tenido tiempo de entrevistar a uno solo, de darle el derecho a réplica, la oportunidad de defender sus propias convicciones.

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