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Béisbol: Serie Nacional

¿Dónde están los lanzadores de 90 millas?

Con escaso repertorio y control, los pitcher cubanos suelen convertir la Serie Nacional en un festival de batazos.

La Habana

Dicen los que saben que el pitcheo es el 75% de la victoria en un encuentro de béisbol. Y es que las novenas con mejores cuerpos de lanzadores, por regla general, ocupan los lugares cimeros en cualquier liga organizada.

Ni siquiera Cuba, donde los bates calientes han transformado la Serie Nacional en el torneo más ofensivo del planeta, es la excepción. Y eso que desde hace diez años, el promedio colectivo de bateo en la liga supera o ronda los 300.

Esto es algo inusual en cualquier béisbol que se respete. En las Grandes Ligas, en años de ofensiva desaforada, el bateo colectivo jamás supera los 265 puntos.

Quizás un aficionado a prueba de mísiles sea capaz de disfrutar un partido de cuatro horas con un marcador tan abultado que más bien se asemeje a un encuentro de polo acuático o balonmano. Lo usual es que los amantes al deporte de las bolas y los strikes les despierte más entusiasmo un juego de 6 por 4 o 3 por 2, y mucho mejor si el partido es un cerrado duelo de lanzadores y concluye 1 por 0.

El jonrón es el invitado de honor en el béisbol. Es como el gol en el fútbol. Pero cuando en un juego se suceden los cuadrangulares como perros calientes, algo no marcha bien.

Incluso en la actual temporada, donde quizás por la zona de strike que se viene aplicando o porque los toleteros de calibre todavía no están en forma hay un predominio del pitcheo, lo normal será que el bateo acabe imponiéndose.

Y no porque los bateadores cubanos sean superdotados. Si miramos las estadísticas de los torneos internacionales en los que Cuba participa, veremos que la ofensiva de la escuadra nacional ha decaído notablemente.

El predominio ofensivo en los juegos de la campaña local se debería, pues, a la escasa calidad del pitcheo. Es cierto que a la hora de conformar una selección nacional podemos encontrar a cinco o seis lanzadores con nivel de Grandes Ligas. Pero la mayoría de los lanzadores de las novenas provinciales raya en la mediocridad.

Muchos suelen tirar solo dos lanzamientos. La recta y la slider.

El 90% de nuestros pitchers no usan acertadamente el cambio de velocidad. Ni siquiera lo tienen en su reportorio. La recta cortada o de cuatro costuras y algunos lanzamientos que se utilizan en las Mayores suenan a cosa de ciencia ficción en el béisbol nacional.

Los mejores, el caso de Freddy Asiel Álvarez o Yadier Pedroso, tiran el cambio. Además de la curva y el tenedor, sueltan la pelota desde diferentes ángulos y poseen rectas que alcanza las 93 millas.

Pero como ellos hay pocos. El lanzador de Ciego de Ávila Vladimir García es quien tiene la recta más poderosa del país. Alcanza las 95 millas, a veces más.

Entre los 16 equipos del torneo nacional hay alrededor de 240 lanzadores. Sería difícil encontrar a 15 de ellos con rectas de 90 millas o más. Y en el béisbol moderno es casi indispensable que un lanzador posea una bola rápida que intimide al bateador en el home.

Es cierto que el arma principal de un pitcher es su control. Se puede, y se dan los casos, de lanzadores con rectas de 85 u 88 millas que son ganadores. Pero el control tampoco es el punto fuerte de los pitchers cubanos. Al terminar cada campaña, los números nos dicen que se dan más bases por bola que ponches.

Por otra parte, se pueden contar con los dedos de la mano los pitchers que dominan la zona interior, la más eficaz para dominar a un recio toletero. En el pensamiento técnico-táctico, la mecánica de los movimientos y el comando de lanzamientos, la mayoría de ellos tienen deficiencias notables.

Debido a la escasez de lanzadores con rectas supersónicas y buen repertorio, el béisbol en la Isla se ha convertido en una fiesta de batazos.

Se podría razonar que gran parte de los lanzadores de rectas endemoniadas decidió marcharse a EE UU a jugar en el mejor béisbol del mundo y ganar salarios de seis ceros. Es verdad. De los jugadores cubanos, los pitchers han sido quienes más rápido llegan a las Grandes Ligas. Pero muchos lanzadores de la actual contienda tienen el nivel de una liga azucarera o empresarial.

El bajón cualitativo ha sido tremendo. No hay rectas que impresionen y sí control errático y pocas armas para controlar al adversario. Por estos lares se extrañan lanzadores veloces, como el holguinero Aroldis Chapman. Ahora mismo no tenemos ninguno.

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