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Periodismo

Premios internacionales y medios silentes

¿Por qué los medios oficiales en la Isla no han dado noticias de que tres jóvenes periodistas cubanos han ganado los más altos premios internacionales de su oficio?

La Habana

El día en que el periodista cubano Jorge Carrasco supo que le habían concedido el Premio de Periodismo Gabriel García Márquez, los titulares de Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC), informaban sobre la celebración del aniversario 60 del Congreso Campesino en Armas.

Ninguna nota, en cubierta ni en interiores, decía al pueblo cubano que, por primera vez en la historia del periodismo en la Isla, un periodista, cubano, graduado en universidades revolucionarias, había alcanzado el más importante premio periodístico de América Latina.

Ni Granma, ni Cubadebate, ni Juventud Rebelde, informaban que un joven periodista cubano había obtenido, por primera vez, el máximo galardón que entrega cada año la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. Ni siquiera el portal web de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) publicó una nota —escueta, reticente— sobre un premio que la mayoría de los cubanos, sin internet, jamás conocieron.

Un año antes, Mónica Baró Sánchez, reportera de Periodismo de Barrio, otra revista web cubana fundada en 2015, se había convertido en una de las tres finalistas del mismo premio. Cuba, por primera vez en la historia, había estado a punto de llevarse el trofeo. Baró Sánchez, sin embargo, no fue entrevistada por Cubaperiodistas. Ni siquiera por la revista Bohemia, donde había trabajado durante varios meses.

El miércoles 31 de enero de 2018, Julio Batista Rodríguez supo que había alcanzado el Premio Internacional de Periodismo Rey de España por su reportaje de investigación "Las aguas muertas del Havana Club", publicado en Periodismo de Barrio a mediados de 2017.

Ni ese día, ni el siguiente —ningún día hasta hoy— la prensa oficial cubana ha informado sobre el premio que ganó Batista Rodríguez.

Antes que Granma, antes que Cubadebate, antes que Juventud Rebelde o Cubaperiodistas informen que un joven reportero cubano abandonó los medios estatales, escribe en medios alternativos y alcanzó un premio de renombre internacional, se abrirá el mar en dos, desde Miami hasta La Habana.

A estas alturas, el Gobierno de Raúl Castro o de su delfín Miguel Díaz-Canel no podría admitir que en Cuba se produce y se publica periodismo de altos valores estéticos, periodismo libre, periodismo de investigación. Y que ese periodismo, alegal, casi nunca está en los medios del PCC, ni de la UJC, ni de la CTC. Ni que los periodistas premiados —disidentes o traidores, como prefiera el régimen— escriben en publicaciones digitales, a las que se impide la libre circulación por vías tradicionales.

El régimen solo acepta premiar, en sus propios certámenes, entrevistas anodinas con José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del PCC, o multimedias sobre el proceso eleccionario en Cuba, "genuina demostración de democracia". Nadie que contradiga, con hechos y datos irrefutables la versión oficial, jamás será recompensado. No es difícil de comprender: si el Gobierno premiara los reportajes de El Estornudo o Periodismo de Barrio estaría reconociendo, incluso sin querer, la ilegalidad, el irrespeto a sus propias regulaciones y el desparpajo con el que ha regido por seis décadas.

El Gobierno necesita que el pueblo crea en la versión oficial transmitida por la Mesa Redonda. Necesita ocultar de la opinión pública callejera a todos los agentes que se atrevan a narrar el lado semioculto de un país, vetado por las altas esferas del Comité Central. Necesita construir un país monolítico ácido a la crítica, al comentario sagaz, a la investigación periodística.

Aún así, cuando el manto de silencio caiga, el régimen solo podrá echar mano del arma que ha usado hasta hoy: difamará, amenazará, apresará e impulsará a todas las voces críticas hacia las fronteras. Cuando esa arma falle —que también fallará— será tarde: los hijos de Saturno sepultarán a su propio padre bajo periódicos viejos.

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